Juanjo Álvarez Carro - Habanera para un condecito

Здесь есть возможность читать онлайн «Juanjo Álvarez Carro - Habanera para un condecito» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Habanera para un condecito: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Habanera para un condecito»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El coronel Gorgonio Colinas, ya protagonista en Cruz del Eje, sirve en Buenos Aires, donde es convocado por el presidente Perón. Le encarga buscar una lista de nazis huidos a Argentina desde 1945. Para forzarle en el cometido, Perón, y sobre todo su mujer Evita, lo sitúan ante una antigua amante, amor viejo pero vivo.La huida de uno de los personajes de la historia distribuye por la narración escenas a bordo de los coches que participan en el Gran Premio de Sudamérica de 1947, que parten desde Buenos Aires y deben terminar en Caracas.La política argentina de la época, la guerra mundial recién terminada, la guerra civil española y el automovilismo son los escenarios, ampliamente descritos, con la precisión y rigor de un maquetista. La carrera sirve de huida de uno de los personajes, que reparte sus escenas, cortas y casi fotográficas, contadas en presente a lo largo de la narración."Habanera para un condecito" no solo está ambientada en los cuarenta, con los gustos y costumbres de la época. Está concebida como las películas de los cuarenta. Hay tres líneas temporales en la novela: la del Gran Premio de América del Sur, escenas breves e intensas durante dos jornadas del durísimo rallye desde Buenos Aires hasta Lima, Perú y a Caracas. Por otra parte, el segundo de los tiempos: la narración del antiguo jefe político de Cruz del Eje a un comisario de policía. El viejo nos desplaza, en flash back, a hechos y episodios del pasado para que el lector pueda construir al personaje principal en sus tres dimensiones, poniendo el tercero de los tiempos (el pasado) en juego.

Habanera para un condecito — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Habanera para un condecito», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Una noche, recostado a oscuras en su cama, entre las volutas de humo que subían al techo de la habitación del hotel Florida, Gorgonio descubrió con horror, al ver un aro de humo expandirse hasta desaparecer fuera de la luz que entraba por la ventana, que si tal vez se dejaba al ejército de Franco acercarse a los Pirineos, a Barcelona, eso quizá removería la conciencia de Francia y abriría la frontera para permitir entrar armamento ruso para la república, retenido al norte de los Pirineos. Era una posibilidad.

El paso del Ebro tenía que fracasar.

Y así fue que el día del Apóstol —me contaba Colinas, acodado sobre el apoyabrazos, reclamando mi atención sobre algo que no volvería a repetir— cuando comenzó el cruce del Ebro, Gorgonio se hallaba en la Decimocuarta Brigada Internacional, cuadragésimoquinta División. Había decidido infiltrarse, si esa era la palabra, en la brigada que se haría cargo del cruce. Cachalote y Luis Delage, ambos muy cercanos a Juan Modesto, habían puesto a Gorgonio Colinas en antecedentes sobre el paso del río. Así que ellos mismos lo llevaron al grupo que iba a cruzar el Ebro por la parte más al sur.

A las doce y cuarto de la noche, iniciaron el cruce hacia el otro lado. La contracruzada definitiva, la que permitiría a la República reconducir el nefasto cariz que la guerra tomaba. El general Tagüeña cruzaría por el norte; Enrique Líster iría por el centro. Gorgonio se había encuadrado inmediatamente con el tercer grupo, más al sur bajo las órdenes del teniente coronel Etelvino Vega con la idea de llegar a Amposta y tomar la villa.

Nadie en la compañía conocía a aquel extraño que hablaba en francés, inglés y alemán, indistintamente. Así, sin mucho tiempo para discutir sobre fidelidades, había aparecido por allí tres días antes del comienzo de la batalla. Le mandaron incorporarse en la Brigada Internacional con Henri Rol-Tanguy, junto a Darryl para servir de traductor, según necesidades. Él se había presentado como George Hills, con pasaporte inglés.

Aquella madrugada del 25 de julio, en el lado Nacional, al otro lado del río les esperaba la 105ª División mandada por el coronel López Bravo, que había descubierto prematuramente las intenciones del Ejército republicano del Ebro. El ataque de la Brigada Internacional ya no tuvo nada de sorpresa. Los republicanos tuvieron que retirarse y soportar muchas bajas, más de seiscientas y muchísimos heridos. Eran la Quinta del Biberón, los del 41. Muchos se dejaron la vida en el río. Otros, la inocencia.

Y también aquella noche, Gorgonio cruzaría su vida con la del hombre que quiso ser; el hombre que no fue; quizá el hijo que no tuvo. Ese era Joyce Darryl. Con veintipocos años, muy joven, él no pudo interpretarlo ni entenderlo, pero aquel brigadista de cincuenta y tantos años, que se hizo llamar George Hills, se marchó del frente prometiéndole un futuro encuentro. Y Darryl, por supuesto, no le dio a aquella promesa más valor del que tenía: el de las lamentables condiciones de la moral, en la que los colores de las banderas están sucios, los ojos pierden su brillo. Él sabía que nadie puede prometer nada en las guerras, salvo miedo, sangre o ruido.

Más que por la carta misteriosa que aquel tipo le había dejado, Darryl maldecía entre dientes el día que lo había parido madre, al preguntarse por qué la aviación republicana había tardado casi dos días en acudir a ayudar a sus combatientes en el otro lado del río, a pesar de que las bombas nacionales les caían del cielo como lluvia en otoño. Nadie supo por qué.

En la carta que después leyó, Darryl había llegado a imaginar, fugazmente, el horror de aquel tal George Hills ante las muertes que habían presenciado aquella noche. En su carta, más bien una nota, Hills le había dejado unos versos sacados de la novela americana de Stephen Crane, La Roja Marca del Valor. En la novela americana, Henry, un joven soldado protagonista en medio del terror de la guerra de Secesión, se sentía por ello un cobarde culpable. Una cobardía que a ojos de Darryl no se veía en Hills. A saber, entonces pensaba Darryl, qué tormentos interiores tenía aquel tal George, que no alcanzara a comprender exactamente, habiéndole visto como le había visto, recibiendo balazos como todos, el resuello cortado por una esquirla de acero, más padre que hombre; más mando que soldado, pelo cano en la quinta del biberón. No había visto cobardía en él. Al menos no la misma del personaje de la novela americana. Habría que esperar con paciencia a que el tiempo le revelara con qué clase de demonios se las veía aquel misterioso Hills.

Tras una breve averiguación, lo único que sus comisarios de la XIV Brigada pudieron transmitirle era que el extraño tenía también pasaporte español.

Martes, 5 de agosto de 1947

Comisaría de Policía de Cruz del Eje

(Córdoba-Rep. Argentina)

—Pero no se me vaya a la guerra española, don Florián. Me contaba que Gorgonio Colinas salía de la casa de los Perón en Buenos Aires y allí lo abordan los americanos…

—Sí, perdone, comisario. Le contaba que ...

... Le montaron en el Dodge verde petróleo y cuando llegaron a la avenida Libertador, a espaldas del conductor, Darryl quiso citar a Gorgonio. Sugirió en voz baja algún copetín al paso de calle Florida o Corrientes, quizás el café Tortoni, donde se habían encontrado muchas veces. Pero Colinas prefirió un banco de Plaza Italia, cerca de su casa. A lo mejor, con el verde de los árboles, tendría un comportamiento más condescendiente con Darryl. Sus mecanismos del oficio estarían parados y así los quería durante un rato. Por los viejos tiempos.

Allí se encontraron dos horas más tarde, ya sin chóferes ni otros testigos. Darryl le había preguntado muy curioso:

—¿En serio que no sabe por qué la Señora lo ha citado, Gorgonio?

—Estoy corroído por la curiosidad. Dígamelo usted, Darryl.

—Venga, Colinas. Ya ha visto que la casa de Ludwig Freude parece el Reichstag. Uno no entra allí y sale sin más…

—La misma razón por la que me levanté y me marché de allí sin poder hablar con la señora. Me ha invitado a comer con ella y el General mañana. A la una.

—¿Habló con alguien más allí dentro?

—Hoy he conocido a Otto Skorzeny, Darryl —dijo Colinas con una sonrisa en los labios, como un crío que muestra orgulloso un cromo raro de su colección a un colega.

Era obvio que Joyce no mostraba el mismo entusiasmo que su compañero de banco por conocer a los héroes de la guerra. Quizá se debía a que fueran sus principios de americano, tal vez a su juramento; de ganador aún inmerso en la campaña patria del juicio de Nüremberg. O a sus treinta y tres años, aún responsablemente cobijados bajo el ala del águila nacional de América… o al dineral que le estaba costando a su país la ocupación de Alemania, privándole a él de mejores trajes y sombreros. Sea como fuere, Darryl torció el gesto y con la mueca contestó que ya lo sabía.

—Skorzeny es un pajarraco como los demás, Colinas. Les he visto reunirse en esa casa de Belgrano, en la misma que ahora ocupan la Señora y su marido, a celebrar el nacimiento del Führer. Le enseño fotos si quiere.

Cuando dijo I could show you the pictures, if you will, lo expresó con toda la intención. Para los americanos, la palabra pictures abarca tanto el cartel de la película, como los boletines sobre la proyección entregado por el amable acomodador, o las fotos con las tomas en color más impactantes del filme que encuentra uno sobre un gran panel a la puerta de la sala cuando acude a la sesión del cine. The pictures.

Tras unos momentos de silencio, esos en los que los ojos de cada uno de ellos se van hacia los niños, hacia los pájaros o los paseantes, sólo para evitar ofender al amigo con una mirada comprometedora y respetar su silencio, Darryl sacó su cartera. De ella, pellizcó una foto pequeña, muy ajada, y se la pasó a Gorgonio. Éste se colocó las gafas y miró. En ella se veía a algunos miembros de una sección de la XIV Brigada. Ahí estaba Darryl con boina, veintipocos años, junto a una docena de hombres, abrazando a dos de sus compañeros. Y de cuclillas, delante de todos ellos, el comandante Henri Rol-Tanguy. En el reverso de la foto, alguien había escrito Albacete, 14 de febrero de 1937. La fecha era un hito para los dos. A pesar de que ambos llevaban tiempo en Buenos Aires, Colinas nunca había visto esa foto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Habanera para un condecito»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Habanera para un condecito» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Habanera para un condecito»

Обсуждение, отзывы о книге «Habanera para un condecito» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x