Ahora bien, hay frustraciones que provienen de los errores pedagógicos, de tener que abandonar proyectos, y también del desempeño profesional de egresados alejado de principios éticos, como se señala en estos testimonios:
Tenemos siempre cosas que empezamos a hacer y salen mal o hay que dejarlas. También he tenido momentos de quiebre, por ejemplo, un manejo inadecuado de una situación en la clase (J. Arias Palacios).
Cuando tal vez no hemos sido capaces de transmitir bien al discípulo el mensaje de excelencia, rigor, ética [...]. Hemos hecho muchas cosas, pero no nos podemos declarar satisfechos. No quiero parecer demasiado autocrítico, pero el alumno no puede pensar solo “salgo de la universidad, qué puesto consigo, y cómo me va a mí”. Me acuerdo mucho de la frase del padre Gerardo Arango: “No podemos tener una universidad exitosa en un país fracasado”. La formación de un abogado, además es un tema de compromiso con lo social. Es que cuando tú sacas un mal abogado, un mal abogado es un peligro social, es como sacar un mal médico (G. Zafra Roldán).
Así que la praxis del maestro universitario está interpelada por la ética. Como señala uno de los entrevistados: “Pondría en primer lugar del cuestionario la pregunta sobre la forma como nuestros egresados contribuyen al bienestar común” (H. Bermúdez Gómez). Pues, no se puede hablar de desarrollo de la consciencia crítica cuando los egresados de un programa alcanzan excelencia académica, pero en su desempeño utilizan el conocimiento para el beneficio propio, olvidando la impronta de una profesión comprometida con el bien común que coloca por delante a la sociedad.
EL APRENDIZAJE MUTUO COMO CLAVE DEL DIÁLOGO INTERGENERACIONAL
La enseñanza universitaria tiene a las generaciones de estudiantes como referentes culturales, ya sea porque están atravesadas por la globalización cultural y el uso intensivo de las tecnologías de la información, o porque se reconoce que las formas de ser jóvenes en las sociedades contemporáneas constituyen una cultura en sí misma que debe ser comprendida 6. Aprender de los estudiantes, de sus sensibilidades es algo que logran los maestros universitarios, a través del tiempo, y de la madurez que llega con la experiencia.
Y uno aprende: sus sensibilidades, cómo ven el mundo, sus indiferencias, sus compromisos, eso lo aprendo. Ahora, no espero que sean como soy yo y espero que sean como son ellos, pero que se comprometan, eso es lo que a mí me interesa (S. Cogollos Amaya).
Todo eso me llenaba de satisfacción, que ese reconocimiento venía de los estudiantes y no de los padres. Al principio uno reconoce que se deja meter el cuento de que es la autoridad del salón […] pero después fui madurando en la relación con los estudiantes (C. Bernal Vélez).
En las relaciones intergeneracionales que se van tejiendo en las prácticas de enseñanza los roles van mutando, incluso los estudiantes pueden corregir a los profesores:
En mis clases, cada dos o tres semanas, los estudiantes presentan un informe en primera persona, una autorreflexión del trabajo sobre sí mismo. No solo se trata de hablar sobre sí mismo, sino en el contexto de la clase de danza, de la experiencia de los principios somáticos. Es increíble cómo ya están programados, al comienzo siempre hablan de cómo son los otros, nunca hablan de sí mismos [...]. Ahora, los estudiantes más avanzados tienen la somática presente, incluso, corrigen a los profesores (R. E. Rosenberg).
Igualmente, en el mundo interconectado de redes de datos, el estudiante puede conocer más o tener más información que el profesor sobre diversos asuntos, frente a lo cual está la posibilidad de asumir una postura abierta y de honestidad:
Creo que los profesores aprendemos de los alumnos todos los días. Pero, el papel de maestro y educador ahora es más complejo. Por supuesto que el alumno es un foco, ese es el potencial. ¿Cómo leer el joven de hoy? Es muy complicado porque es un joven visual, que no te come cuento, que está todos los días buscando opciones nuevas. Y cuando el profesor no sabe, hay que decirle al alumno, honestamente, que uno no sabe. A mí no me da miedo decirlo. Muchas veces les digo “qué bien que ya leyeron la jurisprudencia, porque yo no”. Y, además, con eso los haces sentir bien, porque es una forma de decirles que ellos pueden saber más que el profesor. En el mundo interconectado, tú puedes saber más que yo, es un hecho (G. Zafra Roldán).
La construcción metodológica de la clase universitaria es uno de los elementos que genera un punto de inflexión en los maestros universitarios, especialmente cuando no funcionan los métodos heredados. Es ilustrativa la reflexión de la profesora argentina Mariana Maggio cuando señala que lo que suelen hacer los docentes desde una perspectiva clásica en materia de didáctica ya está disponible para los estudiantes sin que necesiten participar ni presencial ni virtualmente, desde las pantallas de teléfonos y computadoras, por ejemplo: consultar periódicos digitales, visitar canales de video, que ponen al alcance de manera sencilla e inmediata recursos como documentales, conferencias y tutoriales que abordan contenidos diversos del aula. De modo que, en este escenario de información y comunicación mediada por tecnologías, las clases centradas en la transmisión comienzan a perder sentido 7.
El giro de la práctica educativa presenta el imperativo del aprendizaje mutuo. Por una parte, exige el reconocimiento de los cambios culturales que se producen en la sociedad contemporánea, que aluden a los cambios que se ven en lo rápido, en la inmediatez, y en la despersonalización, y por otro, a la necesidad de transitar reflexivamente, en estado de alerta creativa por las transformaciones en la construcción del conocimiento.
Yo creo que estamos en una transición compleja, y especialmente para los pedagogos que nos tienen que orientar mucho sobre cómo combinar lo mejor de los métodos clásicos con los métodos nuevos de enseñanza de toda la revolución tecnológica. Entonces, por supuesto, para nosotros es difícil entender que un estudiante ande en clase con su celular porque uno no sabe si está hablando con la novia, o si está consultando la jurisprudencia. Eso es parte de la libertad del estudiante hoy de poderse insertar, ser responsable de su propio proceso educativo, o sea, el estudiante como agente fundamental de su proceso educativo (G. Zafra Roldán).
Como profesora ya no soy la misma y la Universidad tampoco. Los retos que tiene la Universidad ahora son diferentes. Antes la vida académica era más simple, ahora el trabajo con los estudiantes es más complejo; la información la tienen en internet y también hay tutoriales para todo. ¿Entonces, qué les cuento? De hecho, es parte de lo que yo hago: lo importante es que haya esa interacción entre lo que se sabe y lo que hay que hacer. Tienen que ser experiencias muy vivenciales y experimentales, que puedan tener la posibilidad de crear, de descubrir por ellos mismos (J. Arias Palacios).
La clase universitaria sigue siendo el escenario que se reinventa para propiciar prácticas de formación integral, es el espacio en el que se privilegia el respeto por la diferencia, la posibilidad de preguntar y disentir, y generar prácticas de lectura:
Mi mayor preocupación es la formación de mis estudiantes, pero una formación integral. Por eso en clase les pido que reflexionemos en el hecho de estar donde estamos; en cómo nos vinculamos en el salón de clase como compañeros; si nos importa o no nos importa. No se trata de dictar una clase. La clase es el espacio en el que interactuamos y construimos a propósito de uno o diversos temas (S. Cogollos Amaya).
Yo mantengo el mismo método de concentrarme en la lectura de los estudiantes, no les gustaba mucho porque exige esforzarse mucho para cumplir las metas de la materia, pero sigo teniendo la seguridad de que el que lee tiene una formación mucho más sólida, que el que oye o el que repite, obviamente (H. Bermúdez Gómez).
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