1.2.5.3.Clasificación de la experiencia religiosa en tres
grupos
Considerando las muy variadas formas de experiencia religiosa que pueden encontrarse en la historia de las religiones, Martín Velasco propone agruparlas en tres: a) experiencias de lo sagrado; b) experiencias de la presencia de Dios, c) experiencia mística.
a) Experiencias de lo sagrado
Lo peculiar de ellas queda, a mi juicio, admirablemente descrito en el siguiente párrafo:
Lo peculiar de todas ellas es que constituyen momentos en los que la experiencia ordinaria, el estado habitual de la conciencia se ven desbordados por la irrupción de una realidad superior; constituyen situaciones en las que la conciencia ordinaria sufre una súbita o lenta y progresiva ampliación de su capacidad de captación. En esos momentos y situaciones el sujeto entra en contacto con nuevas dimensiones de la realidad que expresa en términos de profundidad o totalidad, asiste a una ampliación maravillosa de las fronteras de su conocimiento, trasciende la forma de conocimiento ordinario en términos de sujeto-objeto, se siente de alguna manera inundado por la realidad que se presenta y hasta misteriosamente identificado con ella, y padece una intensa conmoción afectiva que origina sentimientos de paz, gozo, sobrecogimiento, terror y maravillamiento (Martín Velasco, 1993b, pp. 483s.)
Martín Velasco hace notar la afinidad entre este tipo de experiencia y las que Abraham Maslow –uno de los principales iniciadores del Movimiento de la Psicología Humanista– denominaba “experiencias cumbre”, que pueden referirse a valores como la Verdad, la Belleza, el Bien, la Unidad, a experiencias excepcionales de amor intenso, de captación de la grandiosidad del Universo, de admiración ante conductas humanas de calidad excepcional, etc. Son experiencias en las que, de alguna forma irrumpe lo eterno en el ser humano. A éstos cuatro trascendentales del Ser ha prestado profunda atención A. Gimeno-Bayón en su profundización sobre la experiencia transpersonal (Gimeno-Bayón, 2006).
En el caso de las experiencias de lo sagrado se trataría de un tipo de experiencias cumbre, las que conectan con el ámbito de lo divino o de sus manifestaciones en el mundo. Ese ámbito que algunos filósofos de la religión denominan el Misterio.
Con este término designamos, en este primer momento, esa realidad anterior y superior al ser humano que aparece en su espacio vital, cuando éste se introduce en el ámbito de lo sagrado y le fuerza a una reorganización del conjunto de su mundo y de su vida […] Dos rasgos caracterizan a la realidad designada con este nombre: su superioridad absoluta, su completa trascendencia y su condición de realidad que afecta íntima, total y definitivamente al sujeto (Martín Velasco, 1993c, pp. 1157s.).
b) Experiencias de la presencia de Dios, con o sin mediación perceptiva
En algunos casos va acompañada de algún tipo de percepción visual o auditiva, aunque en los casos en que esto no ocurre, la convicción sobre la realidad de esa presencia se experimenta con la misma fuerza. Este tipo de experiencias son propias de religiones teístas, en las que la Realidad divina se entiende como un Tú suprapersonal al que es posible escuchar y hablar.
Entre los rasgos característicos de este tipo de experiencia se pueden anotar los siguientes. Constituyen “un hecho extraordinario” en la vida de los sujetos, un hito que divide la vida y del que señalan con todo cuidado las circunstancias de lugar y sobre todo tiempo […] Los sujetos viven estos acontecimientos atribuyendo a la experiencia que los constituye un índice elevadísimo de realidad que les lleva a concederles mayor crédito que al mismo testimonio de los sentidos. Se trata de experiencias de Dios, de Dios en persona, más allá de los nombres y las representaciones con que el sujeto le conoce en la experiencia ordinaria (Martín Velasco, 1993b, p. 485).
Santa Teresa de Jesús vivió con abundancia esta clase de experiencias, tanto con apoyos perceptivos como sin ellos. Y es conocida la experiencia extraordinaria que vivió el filósofo Manuel García Morente, en ocasión de su conversión al cristianismo desde el ateísmo. A ella me he referido en otro lugar (Rosal, 2017).
c) La experiencia mística
La historia de las religiones muestra la presencia de esta clase de experiencias en muchas y diversas cosmovisiones religiosas. Pero tampoco faltan fuera de contextos no directamente religiosos, por ejemplo, en el marco de experiencias filosóficas o artísticas. Un párrafo descriptivo que nos ofrece Martín Velasco sobre lo más característico de ellas –refiriéndose a las formas religiosas– es el siguiente:
Sin ánimo de ofrecer una definición precisa ni una descripción exhaustiva propongo como resumen de los rasgos que he ido acumulando esta descripción aproximada: con el término “mística” designo una experiencia interior, inmediata, simple, pasiva, fruitiva –que tiene lugar en un nivel de conciencia diferente del que rige en la experiencia ordinaria de los objetos y sujetos en el mundo– de la unión del centro de sí mismo, con el absoluto, lo divino, Dios, el Espíritu (Martín Velasco, 1993b, p. 487).
Con estas descripciones sobre tres clases de experiencias queda brevemente resumido un hecho acontecido en múltiples ocasiones en la historia del cristianismo, que representa variantes de especial intensidad en la vivencia de la dimensión experiencial de la fe. Claro está que la experiencia religiosa sigue siendo un hecho real y central en la práctica del cristianismo, aunque sea en formas que no alcancen la intensidad de las tres clases de experiencias descritas.
1.2.5.4.Importancia de la intervención mística en el
diálogo interreligioso
Están comprobándose las consecuencias positivas de diálogos interreligiosos que versan principalmente sobre las experiencias vividas a partir de las espiritualidades de las diferentes religiones. Las experiencias vividas por personas con suficiente religiosidad, con la ayuda de sus formas de practicar la actitud receptiva respecto a la trascendencia, el silencio, el recogimiento, la meditación y la oración contemplativa, afectiva o discursiva. Este tipo de intercambios de experiencias, y a veces compartiendo juntos sus peculiares prácticas de meditación u oración tiende a contribuir a “la comunión entre los interlocutores y, con ellos y a través de ellos, con la realidad última en la que se saben sumergidos” (Martín Velasco, 1999, p. 471)
Es importante que no falte en ocasiones, la participación de personas con cierta experiencia mística, en esos diálogos.
De esa importancia dan buena muestra los resultados de mejor conocimiento mutuo, de fecundación recíproca, de enriquecimiento de los interlocutores que está produciendo el acercamiento de las espiritualidades orientales: hinduismo y diferentes formas de budismo, por una parte, y cristianismo, por otra; la ayuda que supone para no pocos cristianos el recurso a métodos y “técnicas” orientales para facilitar el recogimiento, la concentración y la relajación indispensables para el ejercicio de la oración; la fecundación que ha supuesto para no pocas personalidades hindúes de gran talla espiritual el contacto con el evangelio cristiano (Martín Velasco, 1999, pp. 468s.).
Nadie mejor para relativizar las diferencias teológicas, rituales, éticas, institucionales, que separan y a veces enfrentan a las religiones, que el místico que ha sentido la necesidad de envolver todas sus palabras en silencio, de purificar sus afirmaciones en la negación de los modos concretos de lo afirmado, y de trascender hacia una eminencia sin límites precisos lo mejor de lo afirmado sobre Dios (Martín Velasco, 1999, p. 471).
1.2.5.5.Requisitos de una fe religiosa no por herencia
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