Primera edición digitalen Panamericana Editorial Ltda.,
mayo de 2020
Primera edición Panamericana Editorial Ltda.,
mayo de 2016
Título original: Morgen wirst du sterben
© 2013 Gina Mayer
© 2013 Ravensburger Buchverlag Otto Maier GmbH, Ravensburg, Alemania
© 2015 Panamericana Editorial Ltda.,
de la versión en español
Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000
www.panamericanaeditorial.com
Tienda virtual: www.panamericana.com.co
Bogotá D. C., Colombia
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
Traducción del alemán
Olga Martín Maldonado
DiagramaciónDiego Martínez Celis
Fotografías de carátula
© Carátula: Best Photo Studio, Alen-D
y Roksolana Zasiadko;
guardas: Cpr62
Diseño de carátula
Rey Naranjo Editores
Producción libro electrónico
eLibros Editorial
ISBN 978-958-30-5214-9 (impreso)
ISBN 978-958-30-6105-9 (epub)
Prohibida su reproducción total o parcial
por cualquier medio sin permiso del Editor.
Hecho en Colombia - Made in Colombia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Epílogo
Muchas gracias
La autora: Gina Mayer
A TRAVÉS DE LA REJILLA veo la planta seca en la matera que la señora Franz puso en el alféizar de la ventana de la escalera y una lata de gaseosa aplastada al lado. Y a Sören, que baja corriendo. Él está en mi curso, pero no es mi amigo. La semana pasada me metió la cara en la caja de arena del parque hasta que se me llenaron de arena los ojos y la nariz y la boca, y casi me ahogo. Pero uno no se ahoga tan fácilmente, según él.
Sören clava la mirada en la rejilla y en mi ojo izquierdo. Yo me aparto, del puro susto, y casi me caigo del taburete. Pero él no puede verme desde afuera. ¿O sí?
Cuando vuelvo a mirar por la rejilla, alcanzo a ver su cabeza en la escalera; después desaparece. Veo la planta seca, la lata aplastada y un moscardón que choca contra la ventana.
No veo a papi.
Mamá está en la cocina, hablando por teléfono con Harry. La oigo pelearse. “No puedo trabajar bajo presión”, se queja. “¡Es imposible, no soy una máquina!”. Después grita “¡mierda!”, arroja el teléfono a la mesa y azota las puertas del armario, como si ellas tuvieran la culpa.
Harry no es amigo de mamá sino algo distinto, pero no sé qué exactamente.
—¡A comer! —grita mamá—. ¿Me puedes decir por qué te la pasas pegado a la puerta? ¡Eso no hará que llegue antes!
Lo sé. Pero quiero ver cómo su cabeza aparece justo en el lugar por donde acaba de desaparecer la de Sören. Papi sabe que estoy detrás de la rejilla y me sonríe al subir por la escalera.
MARILYN MONROE ERA TALLA CUARENTA Y DOS.
Esa era la frase que mantenía viva a Sophia. Su mantra. Cuando se sentía particularmente mal, la murmuraba para sus adentros.
Como ese día. Era lunes, y los lunes siempre se sentía mal. Los lunes tenía Educación Física en las dos primeras horas y debía cambiarse en el vestuario.
Desvestirse. Eso era lo peor. En el grupo de voleibol había otras veinte chicas, y todas eran talla treinta y seis. Menos Britta, que era treinta y dos. Y Sophia, por supuesto. Sophia era talla cuarenta y dos, como Marilyn Monroe.
Esa era considerada una talla especial en la actualidad. Las mujeres talla cuarenta y dos eran gordas. Pero Marilyn, la diosa, el símbolo sexual, no era gorda sino perfecta. Pero aquellos eran tiempos pasados, por desgracia. Al igual que ese ideal de belleza. Y Marilyn Monroe estaba muerta.
Sophia se bajó los jeans . Pero estos no se deslizaron suavemente por sus caderas como los pantalones entubados que Luzie acababa de quitarse; tuvo que “pelarlos” de sus muslos y sus pantorrillas como la piel de una salchicha. Luzie se sacó la blusa por la cabeza y la colgó del perchero. Y solo entonces empezó a buscar la camiseta en el interior de su morral. Estaba en ropa interior, pero aun así se tomó todo el tiempo del mundo para aquella búsqueda. Y bien podía tomárselo, pues tenía un cuerpo tonificado, bronceado e increíblemente esbelto.
Pero el asunto era muy distinto en el caso de Sophia. Ella tenía que apresurarse, quitarse los jeans y ponerse la sudadera inmediatamente para que las demás no alcanzaran a ver sus piernas blancas y flácidas.
—¿Lista? —preguntó Emily entonces.
—Un segundo —respondió Sophia y sacó la chaqueta de la sudadera.
Después se puso roja al darse cuenta de que no le había preguntado a ella, sino a Luzie. La época en que Emily la esperaba se había acabado.
—Lista.
Luzie se apresuró, se vistió, agarró la botella de agua y corrió al gimnasio con Emily sin siquiera volverse a mirarla.
—Marilyn Monroe era talla cuarenta y dos —murmuró Sophia.
Y se sobresaltó cuando alguien se rio detrás de ella.
Britta.
Britta era bajita, flaquita y pecosa, y usaba retenedor, aunque ya tenía dieciséis años. Y llevaba años tratando de hacerse amiga suya, pero lo último que Sophia necesitaba era una amiga menos popular que ella.
—Es una leyenda —dijo Britta.
—¿Qué? —preguntó Sophia.
—Eso de que Marilyn Monroe era talla cuarenta y dos. No es cierto. Era treinta y ocho.
—Mentira —dijo Sophia, insegura.
—Treinta y ocho ya es un montón. Es decir… para una actriz. Hoy sería impensable. Gordísima —dijo Britta antes de salir.
Era su venganza porque Sophia no la había invitado a su cumpleaños. Pero eso no era ningún consuelo. Marilyn Monroe era talla treinta y ocho.
El silbato del profesor Baumgart resonó en el gimnasio y las suelas de goma rechinaron en el piso. Sophia habría querido ponerse a llorar.
Después de la clase de Educación Física seguía el recreo. Enseguida Física. Mal. Pero al menos no tenía que cambiarse para eso.
Sophia salió del gimnasio apresuradamente, con el morral de deportes bajo un brazo y el de los cuadernos bajo el otro. Se sentía asquerosa, como siempre después de Educación Física, porque nunca se duchaba sino que simplemente se secaba el sudor. Luego se echaba desodorante, y listo.
No había que mirarse al espejo. Solo había que salir. Y atravesar el patio central con la cabeza gacha.
—¿Sophia?
Ella se detuvo, miró alrededor y se encontró con puras caras desconocidas.
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