La zona del norte, fronteriza con los tarascos, los chichimecas y Metztitlan, se hallaba ocupada por las provincias tributarias de Atotonilco, Axocopan, Xilotepec y Xocotitlan. Por tanto, era esta una zona en la que la guerra y la asistencia para la misma era la principal actividad de sus habitantes por deseo de los señores mexicas. La producción local se centraba en textiles, con toda probabilidad fibra de magüey, trajes de guerrero, cuyas plumas debían importar, y granos para la alimentación. En todas ellas parece que las relaciones comerciales eran intensas, en especial en Xilotepec, algo menos en Axocopan, mientras que Tulancinco, un centro especialmente importante en la provincia de Atotonilco, disponía de un mercado ampliamente conocido. Su conveniente localización geoestratégica hizo que los mexicas la utilizaran como una escala en sus expediciones militares a la costa del golfo, lo cual no fue óbice para que se rebelara en alguna ocasión. En esta región, solo la provincia de Xilotepec estaba razonablemente bien fortificada con una fortaleza y una guarnición de soldados, aunque también existían en Xocotitlan pequeños asentamientos agrupados a lo largo de la frontera, si bien alejados con respecto a la capital de la provincia, mucho más apartada de la frontera.
Por último, las provincias que hacían de frontera con Tlaxcala eran Tlatlauhquitepec, Tlapacoyan, Cuauhtochco y Tepeacac. Las dos primeras enfrentaban a Tlaxcala desde el norte. Aunque estas provincias limitaban directamente con Tlaxcala, parece que la mayor carga de las escaramuzas y la guerra la soportaba la pequeña provincia estratégica de Tetela, emparedada entre estos tres reinos. Cuauhtochco marcaba el límite sur de Tlaxcala, quizá con poca eficacia, ya que esta superaba las defensas de esta provincia y, repetidamente, incitaba a la rebelión a la más lejana Cuetlaxtlan. Tlaxcala y Tepeacac compartían una frontera particularmente larga y contenciosa. Tlatlauhquitepec y Tlapacoyan, producían algodón en abundancia, lo que parece haber atraído a la Triple Alianza y haber señalado estas áreas para ser conquistadas. Cuauhtochco pagaba su tributo en cacao y una gran cantidad de algodón, aunque hay alguna duda acerca de si estos productos se daban en la provincia o eran importados. Sea como fuere, el algodón en bruto lo pagaban solo otras tres provincias y cuatro eran las que enviaban cacao como tributo. Los recursos de Tepeacac eran bastante diferentes y, en algunos casos, únicos: madera, cal, canutos para fumar y pieles de venado. Por otro lado, con los mexicas se incidió en que tanto Tlapacoyan como Tepeacac dispusiesen de mercados bien abastecidos, en especial de productos de lujo, tras la conquista y que dispensaran de facilidades a los comerciantes en tránsito por sus tierras. Con todo, aunque los recursos y el comercio seguro que eran incentivos para la conquista mexica, la posición estratégica de estas tierras a lo largo de la frontera de Tlaxcala debe de haber sido un estímulo aún más fuerte. El imperio necesitaba súbditos leales que rodearan a su enemigo más tradicional y estas cuatro provincias, por lo general, sirvieron bien a los poderes de la Triple Alianza. Cuauhtochco se fortificó fuertemente con puestos militares y guarniciones y Tepeacac parece haber sido reorganizada de forma interna para dar a la fiel ciudad de Tepeacac preeminencia en la provincia.
EL DESARROLLO POLÍTICO. LOS REINADOS MILITARES: DE ITZCOATL A AHUITZOTL 32
Tras vencer en la guerra tepaneca, Itzcoatl (1427-1440) se decantó por un reparto poco equitativo de las nuevas tierras obtenidas, pues el propio tlatoani las obtuvo para no depender de las instituciones primigenias de poder, es decir los calpulli , 33 o comunidades de parentesco o linaje dirigidas por un líder ( teomama ) que controlaban los asuntos internos y se repartían el poder mexica antes de la centralización del mismo. Además, Itzcoatl cedió muchas tierras a los notables mexicas e inició, así, una diferenciación social muy marcada con el resto de la población, los macehualtin . Lo que se hizo, en definitiva, fue lograr que los líderes de los calpulli se integrasen en un nuevo orden imperial marcado por la centralización política y militar. Pero incluso la nueva prosperidad económica del tlatoani le permitiría recompensar a los comunes, de modo que estos respondieran a sus requerimientos. De esa manera, fue apareciendo una nueva organización social fiel a los intereses del emperador 34 e incluso se constituyó una guardia de corps. Por otro lado, a partir de Itzcoatl, el máximo mandatario mexica no solo contó con parte del tributo de sus súbditos directos mexica, sino también con tributos y tierras de las provincias que se fueron sometiendo, así como del beneficio de la venta en los mercados de los productos obtenidos en sus tierras.
Igual de importante fue su alteración del orden habitual de sucesión, cuando se decidió otorgarle mucha más trascendencia a las cualidades militares de los posibles candidatos en lugar de la primogenitura directa, pero siempre dentro de un cierto orden dado por el linaje reinante. De ese modo, en realidad, los candidatos a la sucesión salían de los dos máximos responsables militares: tlacateccatl y tlacochcalcatl . El primero parece ser más importante que el segundo, puesto que tres tlatoani lo fueron: el propio Itzcoatl, Moctezuma I y Moctezuma II. En definitiva, Itzcoatl consiguió centralizar el poder político, religioso y militar en su persona y, después de él, en sus sucesores en el cargo, además de colocar a personas afines, de su linaje, en los principales cargos militares.
Tras el tlatoani , la figura más importante era el cihuacóatl , o encargado de los asuntos internos de la administración y, en ocasiones, regente. Con dicha figura y las tres anteriores, es decir el propio emperador y las dos máximas autoridades militares, se formaba el Consejo de los Cuatro que regía el imperio. Dentro del mismo, estos tres últimos conformaban el Consejo de Guerra. También existía un tlatocan o Consejo Mayor, con entre 12 y 20 miembros, donde se discutían aquellos aspectos que afectasen a todos los estratos sociales, si bien existían consejos específicos para los asuntos jurídicos, económicos y religioso-educativos.
Según Marco A. Cervera Obregón, el armamento mexica apenas varió desde la caída de Azcapotzalco y hasta la conquista cortesiana. Los arcos y flechas que conocían de antiguo se unieron a las armas tradicionales mesoamericanas como el átlatl , las hondas 35 y las macanas cortas. Sustituyeron las puntas de piedra de sus picas por un cuerpo de forma ovoide de madera donde insertaban hojas de obsidiana hasta alcanzar una tercera parte de superficie de corte del total de 200 centímetros de largo que tenía la pica. Aunque quizá lo más significativo fue la invención –o adopción– en el siglo XV de una macana más larga y ancha, de madera, con hojas de obsidiana a ambos lados. De obsidiana se fabricaban las puntas de flecha, dardo, macana y lanza, de modo que el estado se preocupó de controlar su producción y distribución en forma de tributo, como las piedras especiales para arrojarse con hondas (o temalatl ). Se han encontrado evidencias de glandes de piedra –de entre 3,7 y 4,6 centímetros de diámetro y un peso de 21,7 a 23,9 gramos– y de cerámica, más pequeñas –de 1,4 a 2,8 centímetros de diámetro–. Los mexicas conservaron los escudos redondos, tipo rodela, llamados chimalli , de 20 a 75 centímetros de diámetro, y las defensas de algodón acolchado a modo de jubón ( ichcahuipilli ) que cubría el torso y la cintura, o algo más abajo, pero dejando las extremidades libres para el combate. Así, el guerrero mexica podía recibir heridas de corte, pero no tanto las más difíciles de curar de tipo perforante. 36
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