1 ...7 8 9 11 12 13 ...25 Aunque Axayacatl continuó con las conquistas en tierras huastecas y consolidó su dominio sobre Tepeacac y Cuetlaxtlan, no obstante Axayacatl acabó siendo derrotado por los tarascos en su intención de continuar la expansión en el noroeste del imperio. Si en 1476-1477 los mexicas lanzaron una campaña contra los tarascos para frenar su expansionismo y llegaron a tomar varias posiciones fronterizas, incluida Taximaroa, y avanzaron hasta Charo, la respuesta de los tarascos consistió en retomar aquellas tierras, fortificar mucho mejor su frontera oriental y trasladar a la zona población matlatzinca y otomí que había huido del dominio mexica. Es decir, que siguieron una política de reasentamiento de población en sus fronteras igual que la practicada por sus rivales. 46
Axayacatl, después de morir en 1481, fue sucedido por su hermano Tizoc, que apenas reinó hasta 1486, cuando fue envenenado, probablemente, al no disponer de un perfil expansionista, aunque sí acometió algunas conquistas menores como las conseguidas en tierras de los huastecas, en Puebla, donde obtuvo Atezcahucan, o en el actual estado de Guerrero. Más bien lo que sucedió fue que su hermano Ahuitzotl, un afamado guerrero, consiguió ponerse al frente de una de las facciones que disputaron el poder entre los mexicas. 47 En opinión de José Lameiras, la política de Tizoc fue continuista con respecto a la de Axayacatl, quien quiso rehuir el compromiso político y militar en beneficio del administrativo y burocrático a la hora de retener el poder. Así, Tizoc, mucho más proclive a una política «pacifista», fracasó, además, en su campaña inaugural contra Metztitlan. 48
Ahuitzotl (1486-1502) consiguió encauzar la situación al aplastar las revueltas existentes entre 1488 y 1489 –se rebelaron antiguos tributarios como Teloloapan, Oztoman y Alahuiztlan; tras recuperar Telolopan, sus habitantes aseguraron que habían sido engañados por los naturales de las otras dos y comenzaron a colaborar con los mexicas en la guerra; Ahuitzotl, tras tomar ambas ciudades, ordenó la masacre de sus habitantes, menos los niños, que fueron distribuidos por todo el imperio–, lo que reforzó su prestigio, al igual que la consecución de una gran masa de cautivos que fue inmolada en la inauguración del gran templo central de México-Tenochtitlan, una obra de gran envergadura iniciada por Moctezuma I. Sin duda, la necesidad de aplacar la ira de los dioses del panteón mexica, y en especial del dios del sol y de la guerra, Huitzilopochtli, propició estos sacrificios masivos, pero también la necesidad de los mexicas de reafirmarse como el gran poder central que eran y enviar un claro mensaje a los anteriormente sublevados. Con todo, la expansión constante que caracterizó la época de Ahuitzotl fue un claro síntoma de que la búsqueda de botines y mercados, el control de nuevas tierras y de hombres, de víctimas para los sacrificios rituales, se había convertido en un fin en sí misma. Se ansiaban cada vez más riquezas, más productos exóticos, como el cacao, de modo que la expansión de 1491-1495 se dirigió hacia el sur y se acercó al entorno del Pacífico en busca de dicho producto, tan demandado por las élites mexicas. Fue entonces cuando se conquistaron Cihuatlan –primero cayó Otlatlan y, quizá dividiendo sus fuerzas en dos, una de ellas fue a por Coyocac y Acapolco, mientras que la otra avanzó hacia Petlatlan, Xihuacan, Yztapan, Apancelacan y Zacattula, en el límite fronterizo con el mundo tarasco–, 49 Oaxaca, 50 Tehuantepec, rebelada en 1497, y Xoconochco. En la frontera con los tarascos fundó colonias militares en la zona de Oztoman. También se iniciaron aquellos años las expediciones comerciales a Xicalanco, en tierras mayas. Allá, y en Cimatlan, se localizaban guarniciones mexica, que fueron las primeras en informar a Moctezuma II del ataque sufrido por Juan de Grijalva en Champotón. 51 El caso de lo ocurrido en Oaxaca es significativo. El tlatoani envió un ejército en 1497 para vengar el asesinato de comerciantes mexicas y aliados. Se les ordenó no solo matar a 2000 personas por cada comerciante muerto, sino aniquilar a todos, adultos o niños, porque era demasiado lejos para conseguir hacer marchar a los cautivos de retorno a México-Tenochtitlan. Sin embargo, unos 1200 fueron llevados de dicho territorio. 52
Serpiente bicéfala de mosaico de turquesa. Es posible que se trate de una representación de Xiuhcoatl, la serpiente de fuego, el arma más poderosa del dios de la guerra Huitzilopochtli, principal deidad mexica y original de esta cultura.
En política interna, la necesidad de emprender obras hidráulicas para asegurar el suministro de agua en Tenochtitlan, 53 unos trabajos que precisaron de la ayuda del tlatoani de Tetzcoco ante los primeros fracasos en las mismas, pues hubo inundaciones, también tuvieron como consecuencia la muerte del señor de Coyohuacan, asesinado por orden de Ahuitzotl por contradecirle en sus planes hidráulicos. Al ser familiar el de Coyohuacan del tlatoani de Tlacopan se generó una nueva tensión. Lo que, en el fondo, era una situación no solo habitual sino en auge, ya que el imperio estaba alcanzando cotas de extensión nunca antes igualadas en Mesoamérica. Así, según Isabel Bueno, el imperio hegemónico de los mexicas no triunfaba solo gracias a su superioridad militar o bien por su superior organización económica-social, sino más bien por una combinación de ambos elementos, de manera que cada territorio sometido realizaba aportaciones diferentes:
A unas provincias se les exigía tributos en productos y servicio, a otras refuerzos para sus tropas, o abastecimiento del ejército con todo lo necesario. Así quedaban integradas en una vasta red que estaba tejida con sangre y miedo, mutuos beneficios comerciales y socioculturales, alianzas matrimoniales e intrigas. 54
Sangre y miedo. Tzvi Medin, en una sugestiva monografía, ha insistido en que «el espectáculo recurrente de los sacrificios humanos», en su cotidianidad y monumentalidad como la definió David Carrasco, era una especie de «aviso mortal y aterrorizante que ocupaba un lugar muy especial dentro del horizonte existencial de tal sociedad». La perpetuación de las estructuras sociales, pero también de las políticas, era esencial, de ahí que junto con el sacrificio de los guerreros capturados en batalla y de los esclavos no mexicas, también se sacrificasen niños y esclavos de origen nahua, además de mujeres –en un tercio de los festivales, según Carrasco, se sacrificaban féminas–. En la religión mexica, el dios Huitzilopochtli derrotó a su rival Coyolxauhqui en su lucha por la montaña sagrada, y lugar de nacimiento del dios, Coatépetl. Esta era simbolizada por el propio Templo Mayor. Al cortar la cabeza y los miembros de Coyolxauhqui, Huitzilopochtli hizo que estos rodasen montaña abajo, el mismo efecto que se buscó al dotar a las pirámides de una subida empinada: los restos de los sacrificados también rodaban hacia abajo vertiginosamente. En los años de Itzcoatl y de Tlacaelel se afinaron estas prácticas y se convirtieron en el modelo político-religioso mexica; la identificación imperial con ese terror institucionalizado, basado en los sacrificios, fue total. 55 De hecho, según Medin, una de las claves, sino la clave, del funcionamiento del imperialismo mexica fue el impacto del terror imperial; en otras palabras, «la implantación del espanto y del pavor paralizantes en tanto una parcela esencial del espacio de la conciencia colectiva de los pueblos supeditados». 56 Y una manera de demostrarlo es comentar que en la celebración antes mencionada del tlatoani Ahuitzotl en el momento de la finalización del Templo Mayor 57 se sacrificaron por lo bajo 20 000 personas en varias jornadas, apenas tres, si bien la cifra se ha querido elevar hasta las 80 400. 58 Recientemente, mediante un cálculo hábil a partir de la lectura cuidadosa de las fuentes, Jesús Ruvalcaba ha podido defender que en las famosa jornadas de consagración del Templo Mayor se sacrificaron 2300 personas. 59
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