Bajo este paraguas más amplio, examinaremos el Padrenuestro en el contexto en el que, según el evangelio de Mateo, Jesús enseñó su oración modelo a los discípulos. Las siguientes serán las preguntas sobre las que descansará nuestro estudio del Padrenuestro:
• ¿Qué nos enseña el Padrenuestro sobre el contenido y los alcances de la oración cristiana?
• ¿Qué lecciones permanentes, para los discípulos de todas las épocas, quiso dejar Jesús con esta oración modelo?
• ¿Es el Padrenuestro una oración pasadista, desmovilizadora socialmente, despolitizada, y que invita a la resignación y al acomodo?
• ¿Tiene el Padrenuestro una dimensión social y política que pone en tela de juicio los diversos estereotipos sobre la oración cristiana y la misión de los cristianos en el mundo?
Los estudios bíblicos reunidos en este pequeño libro buscan responder las preguntas planteadas afirmando que el Padrenuestro es una oración actual, contextual, liberadora y hondamente misionera. Entre otras razones, porque:
En la oración del Señor encontramos prácticamente la correcta relación entre Dios y el hombre, el cielo y la tierra, lo religioso y lo político, manteniendo la unidad del único proceso […] En la oración de Jesús, la causa de Dios no es ajena a la causa del hombre, y la causa del hombre no es extraña a la causa de Dios […] Por eso consideramos al padrenuestro como la oración de la liberación integral (Boff 1986: 12–13).
Seguimos así el surco trazado por las primeras comunidades de discípulos que tuvieron al Padrenuestro como uno de los elementos centrales de su vida comunitaria:
En la comunidad primitiva, el padrenuestro se convirtió pronto en oración comunitaria; así lo demuestran tanto la antigua recopilación de la Didajé, donde se cita entre afirmaciones sobre el bautismo (7,1 ss) y la eucaristía (9,1 ss), como algunos pasajes de las cartas de Pablo y del evangelio de Juan, y con razón ha sido hasta hoy la oración de la Iglesia en todas las confesiones cristianas (Cullmann 1999: 76–77).
Así fue en efecto. La oración del Señor, el Padrenuestro, aunque con ciertas variantes que para nada cambian la esencia de su contenido, fue registrada en la Didajé (la Doctrina de los doce apóstoles). Esto indica que, desde una fecha muy temprana, las comunidades de discípulos conocían el Padrenuestro, lo citaban y lo transmitían.
En la Didajé el Padrenuestro se registra con estas palabras:
Padre nuestro celestial, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así en la tierra. El pan de nuestra subsistencia dánoslo hoy y perdónanos nuestra deuda, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el poder y la gloria por lo siglos (Didajé 8.2).
Una comparación con la versión del Padrenuestro registrada en los evangelios de Mateo y Lucas, demuestra que no existen diferencias significativas y que la trasmisión escrita u oral, o ambas, fue fidedigna. Habría que acentuar, además, que un dato interesante de la Didajé es que, luego de registrar el Padrenuestro, se aconseja o recomienda: “Así oraréis tres veces al día” (Didajé 8.2). De esta manera, se da a entender que, en las primeras comunidades de discípulos, la oración del Señor, además de conocida, fue parte de la liturgia o del culto común.
A la luz de la discusión previa, se puede afirmar, entonces, que estudiar el Padrenuestro, reflexionar sobre sus alcances pastorales y misioneros para el testimonio cristiano más allá de la frontera religiosa, ayudará particularmente a redefinir el rostro público de la comunidad evangélica y a un mejor ejercicio de la ciudadanía de los creyentes, que tienen también la responsabilidad de luchar por el bien común y la justicia para todos.
1De acuerdo con Oscar Cullmann: “Es opinión casi unánime que la lengua original del padrenuestro fue el arameo” (Cullmann 1999: 79). Joachim Jeremias añade: “… la lengua madre de Jesús fue una variedad galilea del arameo occidental, debido a que las analogías lingüísticas más cercanas con las palabras de Jesús las encontramos en los fragmentos arameos populares del Talmud y de los midrashim palestinenses, que son oriundos de Galilea. Aunque su fijación por escrito no tuvo lugar hasta los tiempos del siglo iv al siglo vi d. C., toda la probabilidad habla en favor de que, ya en los días de Jesús, el arameo galilaico hablado en la vida cotidiana se diferenciaba del arameo (judeo) de Palestina meridional por la pronunciación, las divergencias lexicográficas, las diferencias gramaticales, y por haber experimentado menos la influencia del lenguaje culto de las escuelas rabínicas. El pasaje de Mt 26, 73 presupone que a un galileo se le podía reconocer en Jerusalén por su dialecto” (Jeremías 2009: 16).
Pierre Grelot, por su parte, sostiene que “este formulario estaba en arameo, la lengua corriente, y no en la lengua sagrada del culto judío” (Grelot 1988: 304).
2Oscar Cullmanm, citando a E. Lohmeyer, acota lo siguiente sobre este asunto: “… la una, utilizada por Mateo, procede de Galilea, y la otra, utilizada por Lucas, de Jerusalén. La versión de Lucas fue escrita para los miembros de la comunidad primitiva a los que este evangelista califica de helenistas (Hech 6, 1ss), por los que él estaba claramente interesado” (Cullmann 1999: 78, nota al pie 62).
3Joachim Jeremías precisa, además: “con respecto a la longitud, el texto —más breve— de Lucas debe considerarse como más primitivo; con respecto a los elementos comunes, el texto de Mateo es el que debe considerarse como más primitivo” (Jeremías 2009: 231). Y Pierre Grelot afirma que “la recensión de Lucas cuenta con mayores posibilidades de ser la versión original” (Grelot 1988: 302).
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