123 Pörtner, R., 2001; Louthan, H., 1997; Patrouch, J. F., 2000; MacHardy, K. J., 2003.
124 Para un debate acerca de este punto, vid . Wilson, P. H., 2008, 554-586; Schulze, W. (ed.), 2002. Para lo siguiente, vid . Wilson, P. H., 2009; Asbach, O. y Schröder, P. (eds.), 2014. La Unión y la Liga se abordan con mayor detalle en las páginas 564-565.
125 Polišenský, J., 1991. Para un relato de una de las víctimas de la defenestración, vid . Wilson, P. H. (ed.), 2010, 35-37. Los tres sobrevivieron a la caída.
126 Wilson, P. H., 2008, 473-514; Schilling, H. (ed.), 2007; Brendle, F. y Schindling, A. (eds.), 2006. Véase también la informativa monografía de Berg, H., 2010.
127 Información más detallada con respecto a estos puntos en Wilson, P. H., «Meaningless conflict? The character of the Thirty Years War», en Schneid, F. C. (ed.), 2012, 12-33 y «Was the Thirty Years War a “total war”?», en Charters, E. et al . (eds.), 2012, 21-35.
128 Bireley, R., 2014, en particular 91-166; Brockmann, T., 2011; Albrecht, D., 1998; Lockhart, P. D., 1996.
129 Urban, H., 1968; Frisch, M., 1993. Véase también 457-458.
130 Schuberth, I., 2007; Reichel, M. y Schuberth, I. (eds.), 2007; Cramer, K., 2007. Para un sumario de los motivos de Suecia durante el conflicto, vid . Ringmar, E., 1996.
131 Öhman, J., 2005. Para lo siguiente, véase también Croxton, D., 1999 y 2013.
132 Los textos completos de ambos están disponibles traducidos en varios idiomas en [ www.paxwestphalica.de]. La redistribución de territorios se trata en las páginas 220-229. Las páginas 441-443 cubren más en profundidad el impacto de la constitución imperial.
133 Fuchs, R. P., 2010.
134 Schlaich, K., 1977.
135 Luh, J., 1995, 17-43. Con respecto al debate del lugar de la religión en la política a partir de 1648, vid . Stievermann, D., 1991, 177-99.
136 Whaley, J., 2012, II, 63.
137 Fulbrook, M., 1983; Gawthrop, R. L., 1993.
138 Mader, E. O., 2007, 403-440; Peper, I., 2010.
139 Para un ejemplo detallado, vid . Haug-Moritz, G., 1992.
140 Haug-Moritz, G., «Corpus Evangelicorum und deutscher Dualismus», en Press, V. (ed.), 1995, 189-207; Wilson, P. H., 2014, 3-48.
141 Esto es lo que ocurrió en Augsburgo, según sostiene François, E., 1991. Las otras tres ciudades biconfesionales eran Biberach, Dinkelsbühl y Ravensburg. Véase también Whaley, J., «A tolerant society? Religious toleration in the Holy Roman Empire, 1648-1806», en Grell, O. P. y Porter, R. (eds.), 2000, 175-195.
142 Neuhaus enumera los cambios con mayor detalle en Neuhaus, H., 1997, 30-31. Véase también Ziegler, W., 1992, 252-281. Durante la Reforma protestante solo desaparecieron a causa de la secularización directa siete abadías imperiales. Seis dejaron de formar parte del imperio mediante su incorporación a la Confederación Suiza. Véase también 409-414.
143 El último que hizo esto fue Isny en 1782.
144 Brück, H., 1887-1901, I, 3.
145 Schraut, S., 2005.
146 Duggan, L. G., «The church as an institution of the Reich», en Vann, J. A. y Rowan, S. (eds.), 1974, 149-164, 154-155. La proporción de miembros del pueblo llano en la Iglesia medieval era, probablemente, mayor, pues desconocemos los orígenes sociales de 421 obispos. Véase también Blisch, B., «Kurfürsten und Domherren», en Dumont, F. et al . (eds.), 1998, 879-897; Christ, G., 1989, 257-328.
147 Gatz, E. (ed.), 1996, 163-171; Bönisch, G., 2000.
148 Epstein, K. W., 1966, 276-285, 605-615.
149 Blanning, T. C. W., 1974; Wilson, P. H., 1998; Nowosadtko, J., 2011.
150 Beales, D., 2003; Printy, M., 2009.
151 El papel del febronismo en la política imperial lo aborda con mayor detalle von Aretin, K. O., 1993-2000, III, 237-297. Con respecto a la Liga de Príncipes, véase también 482, 640-642.
152 Dalberg, por ejemplo, ofició una misa para celebrar las victorias de Napoleón contra Prusia en Jena y Auerstädt en 1806. Acerca de este y otros hechos ulteriores vid . Hausberger, K. (ed.), 1995; Färber, K. M., 1988; Menzel, G., 1974, 1-126; Decot, R. (ed.), 2002; Härter, K., 2006, 89-115. Véase también 641-654 y la parte que trata la Confederación del Rin (660-663).
153 Smith, W. H. B., 1974, 12-13.
154 Existe un ejemplo detallado de esto en E. Klueting, E., «“Damenstifter sind zufluchtsörter, wo sich Fräuleins von adel schicklich aufhalten können”. Zur Säkularisation von Frauengemeinschaften in Westfalen und im Rheinland 1773-1812», en Schilp, T. (ed.), 2004, 177-200.
155 von Aretin, K. O., 1993-2000, III, 518-521.
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*N. del T.: En latín en el original.
LAS COLUMNAS DE HÉRCULES
No más allá de Metz
En el otoño de 1552, Carlos V pasó tres meses horribles asediando Metz con el mayor ejército que jamás llegó a comandar. Los franceses habían tomado la ciudad cinco meses antes en alianza con los príncipes protestantes que se oponían a la impopular solución de Carlos para la tensión religiosa del imperio. El 31 de julio, los príncipes habían obligado a su hermano menor, Fernando, a aceptar la Paz de Passau y Carlos necesitaba una gran victoria para restituir su prestigio. Pero sufrió su peor derrota. Con sus fuerzas mermadas por enfermedades y deserciones, el 1 de enero de 1553 levantó el asedio de Metz. Este hecho demostró los límites de la autoridad imperial y aceleró el proceso político que culminó dos años más tarde en la Paz de Augsburgo. 1
Durante el asedio, los franceses remarcaron tales límites de forma simbólica y se burlaron de Carlos con una imagen de un águila imperial encadenada entre dos pilares con el lema Non Ultra Metas , un ingenioso juego de palabras, pues quería decir «no más allá de Metz» pero también «sin pasar de los límites» pues Metas significa a la vez «Metz» y «límites». El escudo ridiculizaba el motivo inventado en 1516 con ocasión del ascenso al trono de España de Carlos, que utilizaba ideas ya expresadas por Dante. Según la antigua leyenda, Hércules había marcado los límites del mundo conocido emplazando sendos pilares a uno y otro lado del estrecho de Gibraltar. Las pseudogenealogías de los apologistas de los Habsburgo afirmaban que Carlos era descendiente directo de Hércules, entre otros nobles héroes. En 1519 se añadió a la divisa de los dos pilares el lema Plus Ultra («más allá») para simbolizar a un tiempo la idea tradicional de imperio que abarca toda la civilización cristiana y la nueva idea de España, que, en aquella época, estaba conquistando su imperium del Nuevo Mundo en México y Perú ( vid . Lámina 10).
Resultaba obvio, incluso en el momento en que esta enseña era diseñada, que el mundo conocido se dividía en numerosos Estados separados. Lo que no estaba claro era hasta qué punto cada uno era independiente y si debían interactuar como iguales. Tales cuestiones estaban presentes desde la fundación del imperio, pero nunca se desarrollaron lo suficiente como para dejar sin sentido las pretensiones imperiales, o para socavar la autoridad del emperador dentro de sus propios territorios.
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