J. a lo largo de la entrevista nos enseñó cómo ella se reconstruyó su mundo al interior del Centro. Como “La única mujer” ocupó un lugar privilegiado en su familia y en especial, para su padre. Cursó y terminó su licenciatura en administración, trabajaba, iba al gimnasio, hasta que se casó. Con el marido resultó una relación tortuosa de celos y violencias, que concluyó trágicamente luego del homicidio de su hija de siete meses.
Adjudicará la autoría del crimen al esposo, quien luego habría intentado repetirlo con ella; pero la amnesia le impide recordar, no hay relato al respecto. Desde hace un tiempo manifiesta estar recuperando la memoria, pero en lo que respecta al acto, no hay palabras, el mismo se habría borrado de la existencia si no fuera porque ella está en la cárcel. Se puede decir que al respecto no hay “hecho de historia” (no hay subjetivación de un sentido, apenas una incipiente construcción delirante en relación al esposo, pero más bien su amnesia intenta asentar que el hecho no fue vivido, y no le permite un decir sobre el hecho).
“La única mujer” en el Centro lleva siempre con ella un espejito que le sirve para retocar su maquillaje y arreglar su imagen. ¡Qué solución tan singular! Muy activa, toma todos los cursos, asiste a todas las clases, hace gimnasia, va a coro, a la capilla, se mantiene actualizada con sus estudios, confecciona espejos bajo pedido, y tiene planes para cuando salga en libertad. Muy reservada respecto de su intimidad, solo deja saber que tiene una relación que, aunque no se ven y no hablan porque él viaja mucho, recibe sus detallitos amorosos a través de sus familiares. “No le puedo decir nada más”, e s otra clase de indecible.
Habla del Centro como si fuera un resort all inclusive, solo le molesta que en esta parte psiquiátrica haya poca ventilación y se sienta el aire un poco enrarecido –“cuando eso está así, yo me salgo un ratito al patio y se me pasa”– ; igualmente, con los baños, “para mí es muy importante que huelan bien”. Asimismo, transmite el relato de su vida lleno de recuerdos bonitos y agradables: los pasteles de su madre, los hermanos –“era la niña de mi padre”–, la familia muy unida de su madre, su boda, la música y el canto –el alcoholismo del padre y las tragedias familiares (la muerte de su abuela materna pocos días después de dar a luz y cuyo nombre ella lleva, su depresión durante el embarazo y la tragedia que la llevó al reclusorio), quedan ocultas por lo bello de aquellas vivencias y luminosidades. Su discurso es tan esperanzador que, al finalizar la entrevista, conquistó los aplausos espontáneos del público, para luego hacer una ¡segunda! entrada sorpresiva con el fin de exponer a los presentes los espectaculares espejos que diseña, “Pueden escoger los colores que gusten, yo los hago bajo pedido” – anunciará–. De este modo J. nos ha dado una verdadera lección de cómo se puede estabilizar el goce mediante el semblante y cómo a través de su nominación sintomática –“La única mujer”– se las ingenia para insertarse en la estructura.
Finalmente, podemos decir que las voces ¡hablan y tienen una historia que contar! Una experiencia analítica del orden de un retorno a Freud, tan elemental como volver a valorizar la función de la palabra en el campo del lenguaje. Viene al caso la siguiente cita de Lacan: “Para recordar cosas inmediatamente evidentes, la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en el plano humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra. Si la violencia se distingue en su esencia de la palabra, se puede plantear la cuestión de saber en qué medida la violencia propiamente dicha –para distinguirla del uso que hacemos del término agresividad– puede ser reprimida, pues hemos planteado como principio que solo se podría reprimir lo que demuestra haber accedido a la estructura de la palabra, es decir a una articulación significante. Si lo que corresponde a la agresividad llega a ser simbolizado y captado en el mecanismo de lo que es represión, inconsciencia, de lo que es analizable e incluso, digámoslo de forma general, de lo que es interpretable, ello es a través del asesinato del semejante, latente en la relación imaginaria”. (16)
Quizás hacer oír esas voces de las violencias y que se articulen en palabras sea el compromiso del psicoanálisis.
Quizás porque el psicoanalista hace de objeto a en persona es que tiene la capacidad de lograrlo.
Ahora bien, ¿por qué puede tener ganas de hacerlo?
Llegamos ahí como por azar.
Pero una vez ahí, algo se despertó.
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Tizio, H., “Precariedades”, en Freudiana Nº 49 , enero-abril, Barcelona, 2007.
1- Lacan, J., Hablo a las paredes , Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 96.
2- Lacan, J., “Valor representativo del crimen paranoico” (1933), en Intervenciones y Textos , Manantial, Buenos Aires, 1985, p. 6.
3- Miller, J.-A., “Lacan y la voz”, en Freudiana 21 , septiembre-diciembre, Barcelona, 1997.
4- Miller, J.-A., “Nada es más humano que el crimen”, Intervención realizada en la mesa redonda del 29 de abril de 2008 en el Anfiteatro de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, a propósito de la presentación del libro de Silvia E. Tendlarz y Carlos García, “¿A quién mata el asesino?”, en Revista Virtualia Nº 18 , Fuente: www.eol.org.ar/virtualia/http://www.eol.org.ar/virtualia/
5- Ibid .
6- Miller, J.-A., “Ironía”, en Revista Virtual Consecuencias Nº 7 , fuente: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/alcances/Ironia.html
7- Lacan, J., “Psicoanálisis y criminología” (1950), en Intervenciones y Textos , Manantial, Buenos Aires, 1985, p. 22.
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