De tal suerte que el resultado analítico consistió en una deconstrucción de las visiones verticales y unilaterales sobre el espacio como patrimonio, concebido y normado más desde la rigidez propia del Estado, de sus instituciones, de los funcionarios e, incluso, de muchos académicos. Acá, en contravía, los hábitats quibdoseños y sus genealogías, en su proceso de constitución y simbolización, son estudiados, leídos y consignados desde varias ópticas o focos de lectura que concurren al mismo nivel de interpretación y de análisis. Se trató, en resumidas cuentas, de explorar y de enfrentar el espacio del poder contra el poder del espacio social alrededor de los trazos, marcas y rizomas que va dejando la estela de la presencia, ocupación, construcción y permanencia de las entidades sociales comunitarias que se van desplazando desde distintas áreas circundantes a Quibdó y se van asentando en la ciudad, pero en territorios que, por su naturaleza obtenida, desafían las nociones dominantes teóricas de lo urbano, concretando ese escenario que hemos dado en llamar la ciudad no ciudad.
La exploración de los tejidos territoriales de la ciudad no ciudad avanza, en términos generales, a lo largo de dos momentos muy bien acotados, y que constituyen las tres partes o secciones de este libro, que bien se pudieran sintetizar en la confrontación o tensión entre la “óptica de la experticia” de conocimiento experto hegemónico de las élites y el despliegue de los saberes locales como dispositivos fundamentales en la construcción de territorio, por lo general, circundante a la retícula establecida por el poder de la óptica de la experticia. De esta manera, entonces, en la primera parte, se analizan las retóricas del atraso que terminan por darle sustento a la necesidad del progreso y por ende a la erección de la ciudad dominante con sus íconos grandilocuentes. Luego, se interpretan aquellos dispositivos hegemónicos de las élites blancas para planificar un proyecto de ciudad “blanca”, erigiendo edificios y monumentos que a su vez son referentes del paradigma de la modernidad; es lo que la autora llama “modelo de disposición”, que se puede asociar al hecho de la construcción y referenciación del espacio urbano desde un discurso y una posición de privilegio y poder.
El segundo momento constituye esa otra mirada desde abajo, desde el mismo sabor de la tierra y de los conocimientos o prácticas locales de los pobladores. Acá Natalie habla de los “andamiajes locales constitutivos de territorio urbano”, esto es, las maneras como se teje y se da sentido a un territorio desde estructuras sociales como la familia extendida, el conocimiento ancestral, las creencias religiosas, las expresiones lúdicas, las técnicas agrícolas y de pesca, la experiencia adquirida en las alternancias itinerantes y, en fin, el despliegue de un universo de saber tradicional en aquellos espacios ocupados y que constituirán el nuevo anclaje de la familia y la comunidad.
Y es que construir territorio desde los saberes locales, desde las redes y prácticas significativas, tiene, ni más ni menos, el propósito vital de proporcionarle cabida, sustento y un armazón al hecho de crear o reforzar la comunidad, la familia y las redes de cohesión comunitaria que, por lo mismo y ya lo habíamos señalado, implica no solo expandir las articulaciones comunitarias de connotación regional o local que trascienden el escenario de Quibdó, sino que además, y esto es de la mayor importancia, refuerza la adscripción, la cohesión, vital con el territorio. Por eso se habla de territorios de vida, hilados desde lo más profundo del saber acumulado en esa relación orgánica con los espacios que proveen el sustento.
De tal manera que, visto en conjunto, este libro propone y materializa un modelo teórico y metodológico de análisis, diríamos un estudio de referencia, para comprender de una forma holística los procesos formativos y constitutivos de los espacios y de los territorios, poniendo en situación de interpelación, de tensión, los proyectos propios de la hegemonía del poder frente a las epistemologías locales, para usar el concepto del senegalés Yoro Fall, que producen, enuncian y materializan los saberes acumulados, en una dinámica continua de habitar y transmitir. En este escenario, se pudo vislumbrar un esfuerzo provechoso de interdisciplinariedad que, partiendo de la arquitectura, se articula con los estudios culturales, además de otros intersticios disciplinares que supuso entronques transdisciplinares. De esta forma, las nociones y la problemática del patrimonio, quizás el eje articulador de este trabajo, pudieron ser deshilvanadas críticamente, para arribar al puerto en el cual la constitución de territorio, matriz de memoria y de patrimonio, debe ser aprehendida poniendo en cuestión las distintas formas de leer y percibir el territorio en tanto contenedor de poderes, contrapoderes, conocimientos expertos y saberes vitales que son producidos, apropiados y transmitidos en el marco de la relación entre las comunidades y los hábitats.
RAFAEL ANTONIO DÍAZ DÍAZ
Departamento de Historia
Pontificia Universidad Javeriana
Quizás deba empezar anotando que el interés por llevar a cabo el presente trabajo nace de la inquietud, pero también de cierta inconformidad que, como profesional de la arquitectura que toma como campo de profundización el patrimonio cultural inmueble, me lleva a cuestionarme acerca de la manera en que se suele aproximarse a la lectura de este. Debo aclarar, entonces, que mi formación específica en y para la intervención de aquellos denominados “monumentos arquitectónicos” me conduce, en una primera instancia, a acercarme a su comprensión, entendiéndolos como objetos enmarcados en discursos expertos y que pueden poseer atributos y características únicas, principalmente referidas a su materialidad y externalidad y, por lo tanto, con lo que estos representan, es decir, como piezas excepcionales dignas de ser asumidas bajo la denominación de monumentos. Sin embargo, pronto esta lectura técnica entra en tensión en la medida en que me hallo o me enfrento a los contextos de implantación, así como a los grupos locales que se encuentran en directa relación con estos, esto es, encontrarme frente a objetos que, más allá de la aleatoriedad, la materialidad y la forma, hacen que cuestione las diversas relaciones que los atraviesan, constituyen y sustentan.
En este contexto, trabajos y estudios referentes al manejo del patrimonio material (específicamente asociados a los bienes inmuebles y los centros históricos catalogados como bienes de interés cultural de la nación colombiana), en los que tuve la oportunidad de participar como profesional en patrimonio, se constituyeron en labores en y desde las cuales se confería a un equipo, conformado por profesionales de diversas disciplinas, el poder —entre otros— de señalar qué y cómo debía ser manejado e intervenido, determinando catalogaciones, lineamientos, normalizaciones, entre otras formas de patrimonialización tendientes a su reconocimiento y manejo. Una “experticia” en tanto forma de conocimiento experto respaldada y avalada, pero que, a su vez, obedecía, acataba y cumplía los discernimientos estipulados y emanados por una perspectiva hegemónica que, de manera conducente e inductiva, trazaba así mismo la manera de hacerlo, constituyéndose en última en el ente que aprueba y toma la decisión final; hegemonía representada en un Estado que encarna el poder de proteger y salvaguardar los valores asociados a la identidad y la memoria de la nación.
Sin embargo, dichas experiencias, prácticas y discursos en torno a la determinación y el manejo del patrimonio inmueble, más allá de sumarse y acumularse de manera progresiva en la medida de los transitares, aumentando gradualmente la experticia particular en torno al tema, condujeron a generar una serie de cuestionamientos acerca de la pertinencia y la forma de emprender dichas lecturas y acercamientos. Así, son formas de aproximación al patrimonio material inmueble que llevaron a la emergencia de tensiones en tanto entradas y salidas alrededor del tema de lo patrimonial, es decir, entre lo que se suponía y estipulaba debía hacerse y aquello que realmente se encontraba, tensiones generadas a partir de la puesta en marcha de aquello asumido como válido y de aquello que se encontraba y hallaba en la indagación y aproximación a los bienes inmuebles en directa correspondencia con los grupos humanos y sus contextos en tanto territorios.
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