Nuestra meta es inspirar a que cada vez más personas se sumen a la visión del centro y sus aliados estratégicos; tratar de modificar la historia empresarial mexicana al transformar la mentalidad de quienes dirigen y marcan el rumbo de los negocios en el país. Estoy convencida, hoy más que nunca, de que para que el tema de inclusión de la mujer en los negocios deje de ser un debate y se convierta en una realidad, debemos todos —hombres y mujeres— sumarnos al cambio; lograr que los avances no sean pequeños éxitos, sino realidades absolutas. El presente nos llega de golpe y el futuro está a la vuelta.
Hoy, con La nueva era de los negocios, mujeres rumbo a la Alta Dirección, festejamos los años que han pasado y los que vendrán. Rendimos homenaje a las empresas que nos han ayudado a construir juntos la historia de la institución y del Centro. Celebramos a los hombres que han abierto el camino al talento femenino, y a todas aquellas mujeres que, conscientes de su contribución, humanizan al sector empresarial mexicano. Agradecemos a Catalyst por colaborar con el Centro para desarrollar esta publicación. También agradecemos a las empresarias y ejecutivas que amablemente nos compartieron su historia para darle vitalidad a esta publicación. Asimismo, damos las gracias al Consejo del CIMAD por su compromiso y pasión para promover la misión del Centro. Finalmente, agradecemos al IPADE por impulsar los temas relacionados con el talento femenino en la Alta Dirección.
Gracias al CIMAD creo en que, muchas veces, las cosas que parecen imposibles se hacen posibles al no tener miedo de desafiar supuestos, a confrontar lo aprendido, a romper paradigmas. En un documento llamado “Los siete pasos hacia una inclusión consciente” leí una frase que enmarca el objetivo de la publicación que tienes en tus manos: “Si contratamos a las personas que valoren a las personas encontrarán la forma de optimizar todo el potencial humano, incluidas las mujeres” (ManpowerGroup, 2015, p. 15). Ojalá este libro sirva de inspiración.
MARÍA DEL CARMEN BERNAL
Directora del Centro de Investigación
de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Annan, K. (2005). “Mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas, con motivo del Día Internacional de la Mujer”. Recuperado en agosto de 2016 de: http://www.cinu.org.mx/prensa/comunicados/2005/PRO5016msje_annan_mujer.htm
ManpowerGroup (2015). “Los siete pasos hacia una inclusión consciente. Una guía práctica para facilitar una mayor participación de mujeres en posiciones de liderazgo”. Recuperado en agosto de 2016 de: https://www.manpowergroup.com.mx/uploads/estudios/7Pasos_Inclusion_Consciente.pdf
INTRODUCCIÓN
EL DESPERTAR DE LA VOZ FEMENINA
Las nuevas generaciones tienen
menos estigmas (…) ocupar altas
posiciones no es un privilegio que se
gana o se exige, sino que se construye
y se acepta por ambos lados
ADRIANA MUÑOZ GONZÁLEZ
Project Manager para la VP global
de Tecnología y Operaciones de Cemex
Generación: Medex[1] Monterrey 2013-2015
La víspera de la Navidad de 1952, en la Cámara de Senadores se debatía la propuesta del recién llegado presidente, Adolfo Ruiz Cortines, para otorgarle a la mujer el derecho a votar y ser votada a escala municipal, estatal y federal. La Cámara de Diputados había aprobado la iniciativa y ahora correspondía a los senadores discutir la viabilidad de la propuesta.
En las discusiones había posturas de todos los tonos: paternalistas, permisionistas, quienes justificaban la acción o, de plano, la negaban. En el entorno se respiraba un cierto aire de sospecha y temor ante la propuesta de algunos cuantos senadores de darle a la mujer un lugar en la vida pública a través del voto.
Según una recopilación de Raúl Trejo Delarbre (2003), un viejo político aguascalentense, Aquiles Elorduy, se refería al papel de la mujer mexicana de aquella época en estos términos:
La mujer mexicana, la madre mexicana es la que forma el corazón del niño, es la que educa su espíritu, es la que le imparte su religión, y eso es una gran cosa en una sociedad. El hombre no tiene esas misiones en el hogar ni puede tenerlas, porque sus ocupaciones públicas le impiden dedicar su tiempo a estas cuestiones.
Tienen que concurrir a los mítines, tienen que estar en las discusiones sobre puntos políticos, tienen que leer todas las cuestiones políticas, tienen que empaparse de la historia política. Todo esto forzosamente las distrae de las ocupaciones hogareñas. Tengo miedo, tengo miedo, tengo pavor; tengo nietas que adoro y que considero están en un peligro inminente dentro de la liviandad que actualmente reina en la sociedad mexicana.
El miedo era latente y real: las mujeres iban a votar, a participar en la vida pública y a “descuidar el hogar”. Sí, corrían los inicios de los años cincuenta y la sociedad mexicana, tal como la conocíamos, estaba a punto de transformarse.
PARTEAGUAS PARA LA INCLUSIÓN
No solo en México ocurrían cambios. El mundo entero comenzó una transformación que abarcó varias décadas. A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos trazó un nuevo futuro para los afroamericanos, liderados por Martin Luther King.
Esta contienda racial despertó la voz de una población marginada y oprimida, y también abrió la brecha para el movimiento feminista.
Después de una revolución social que reclamaba el trato justo e igualitario de derechos civiles, sin importar el color de piel o la raza, el Congreso de Estados Unidos de América aprobó la petición: la Ley de Derechos Civiles fue decretada en 1964 y prohibió la discriminación por raza, color de piel, religión, sexo o nacionalidad, así como la segregación racial en lugares públicos.
La ley fue un parteaguas para las mujeres que buscaban mayor participación social, política y laboral, pero no tenían las herramientas legales que respaldaran su lucha activista.
Una de las críticas constantes de este movimiento eran las funciones limitadas que las mujeres habían adoptado durante décadas: matrimonio y crianza de los hijos. Por ello, comenzaron su búsqueda de nuevos cometidos sociales, mayores responsabilidades y un trato justo y equitativo en su relación con los hombres.
La historia de México y Latinoamérica en el tema de las luchas sociales por una mayor igualdad y equidad difiere mucho de la de Estados Unidos, país que otorgó el voto a la mujer 30 años antes que los países de la región.
En México, la demanda por el sufragio femenino se materializó en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el 17 de octubre de 1953, durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines. Dos años más tarde, en las elecciones del 3 de julio de 1955, la mujer mexicana ejerció su derecho al voto en las elecciones federales.[2]
Tabla 1. Democratización tardía Países latinoamericanos con sufragio femenino y año de aceptación
PAÍS |
AÑO |
Uruguay |
1927 |
Ecuador |
1929 |
Ecuador |
1932 |
Guatemala |
1946 |
Venezuela |
1946 |
Argentina |
1947 |
Chile |
1949 |
Costa Rica |
1949 |
México |
1953 |
Colombia |
1957 |
El retraso político y cultural en temas de inclusión de la mujer que enfrenta México refleja una sociedad y una cultura que se resisten a transformar los estereotipos tradicionales de la mujer y del hombre que la cultura asigna a los miembros de una sociedad, y que desde tiempos inmemoriales se imponen con el fin de que asuman como propia la imagen mental que deberían tener de sí mismos (Llanes, 2010).
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