Bruno Nero - Espejo para ciegos

Здесь есть возможность читать онлайн «Bruno Nero - Espejo para ciegos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Espejo para ciegos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Espejo para ciegos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Buenos Aires. El último capricho de una anciana es volver a su ciudad natal para visitar la librería más bella del mundo, otrora un espléndido teatro para medio millar de personas. Su inesperada decisión la sumerge en vívidos recuerdos. ¿Qué fue lo que realmente sucedió en una obra teatral que presenció ahí mismo hace tantísimos años? ¿Qué ocurre si la decisión más importante de su vida estuvo basada en un engaño?
Inmersa en un mundo de máscaras, disfraces y amoríos, con la ayuda de su lazarillo logrará conocer la verdad antes de que sea demasiado tarde.

Espejo para ciegos — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Espejo para ciegos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A todo esto, son las diez de la mañana.

—Y bien, ¿vamos a por ese café o prefiere que se lo traiga?

—¿Eh? —Unos ojos vedados la buscan en los infinitos espacios de la oscuridad, como si hubiera un rostro flotando por ahí que correspondiese al autor de la frase—. No, no, mejor dediquémonos a la misión que nos trae aquí. No quiero pisar el escenario. Al menos no de momento, porque para ello debo prepararme. —A la señora se la ve intranquila e incómoda—. Llévame adonde están las novelas. Alejémonos, Julia.

Es la primera vez que la señora habla de una “misión”. Ni siquiera en las catorce horas que pasaron sentadas lado a lado en el avión —tortuosas horas en que la constante preocupación privó a la asistente de pegar los párpados— le insinuó algo semejante. ¿A qué aludirá? Debe dejar pasar el comentario.

Inclina su cuerpo hacia adelante para imprimir suficiente impulso a la silla de ruedas. Continúan el rodeo del gran óvalo central para dar, aproximadamente a medio camino de vuelta hacia el vestíbulo, con un espacio abierto entre los estantes paralelos y perpendiculares al muro. Tres mullidos sillones y una mesita central están ahí para que los visitantes puedan degustar de algunas páginas puestas a airearse entre manos indecisas, parangonando la condición textil del texto que necesita ser probado con la vista tal como la tela con la yema de los dedos.

Dos de los asientos se encuentran libres. Julia no tarda en ocupar uno, dejando la silla de la señora junto a ella. El ocupante del sillón restante es un hombre barrigudo de unos sesenta años con barba incipiente y cabellos canos y cortos. Irradia su condición de jubilado como si fuese una característica palpable. Alza los ojos por sobre las gafas de lectura para sonreír bovinamente. Lo que Julia no puede saber es si el hombre se ha dado de sopetón con la desocupación y no sabe qué hacer con el ocio de sus días o si siempre ha visitado librerías a las diez de la mañana durante la semana.

En la pared por encima de ellos se lee un cartel negro con letras blancas, sobrio a más no poder:

NOVELA ROMÁNTICA

Cabe suponer que la sección es la más abarrotada de contemporáneos y clásicos. La silla de ruedas queda entre el sillón vacío y el ocupado por la muchacha. La anciana cabizbaja no parece haberse recuperado de su impresión. Tal vez le cueste todavía convencerse de haber vuelto a aquel lugar luego de tanto tiempo.

—Nos he conseguido un puesto privilegiado en medio de un sinfín de libros —dice Julia para levantarle el ánimo.

Junto a ellas, el lector barrigudo carraspea. ¿Le molestará la irrupción de las recién llegadas? Detalles así no se le escapan a la señora, toda oídos y avispada a pesar de los años. Esta vez prefiere callar cualquier comentario. Baja la voz hasta convertirla en un respetuoso susurro:

—Acércate.

Julia obedece, naturalmente. Curva la espalda para quedar a la altura del rostro fláccido de la dama. Presta oídos como haría el paje más solícito, elevando a la postrada a calidad de reina.

—¿Me contará qué ocurre?

—Si mi abuela me hubiese contado todo lo que ocurría… «Cada cosa a su debido tiempo, polluelo», estaría diciendo. La oigo aquí. —Se palpa una sien—. Ahora tengo su rol, por lo que te toca hacer de nieta, aunque no lo seas.

Julia frunce el ceño y como para escudarse de cualquier asomo de locura mira al lado, hacia el señor barrigudo. Este ya notó la ceguera de la dama, por lo que retiene cualquier asomo de incomodidad.

La señora continúa hablando:

—Presencié una obra de teatro aquí mismo. El tiempo ha estropeado su recuerdo, como una difusa humareda que forma figuras bellísimas. Me gustaría hallar esa obra.

—¿De qué trata?

—Recuerdo que giraba en torno a una compañía itinerante venida de lejos. Figúrate que las distancias eran cien veces mayores un siglo atrás. Quizá mentían y venían de la esquina, pero es que no había forma de saberlo. Actuaban con máscaras, pero la obra que desarrollaban sucedía para un público invisible tras bastidores. Calma, calma, me explico: la fantasía del drama consistió en darnos el privilegio de no asistir al drama en cuestión, sino que a los momentos ociosos de los actores. Por lo tanto, lo que nosotros vimos fueron las pasiones y los desencantos de los actores en su piel real, con todo lo que con ello te puedas imaginar. Hablaron de amotinarse contra el director, algunos expusieron sus miedos y otros confesaron sus amores, de manera tan rara que parecía real. Hoy por hoy difícilmente alguien se atrevería a apostar en algo así, porque le tienen aversión al riesgo y a lo original.

Una pausa indica el esfuerzo que le significa el recuerdo.

—Por aquí —prosigue acompañando la palabra con un vago movimiento de la mano, indicando con imprecisión las repisas que supone frente a ellas— debes hallar una novela que transcurre en Venecia en el siglo XVII o XVIII, la cual parte con un carnaval. Mejor dicho, con el Carnaval de Venecia. ¿Fuiste alguna vez? Cuánto me gustaría verlo; dicen que de noche los canales parecen abismos de mármol negro con diamantes incrustados y con bichos enmascarados de todas las especies pululando en ellos.

Por más que parezca delirante la oratoria, Julia la sigue.

—Nunca tuve la oportunidad.

—¡Nunca! Esa es una palabra para los viejos, querida niña, así que no la uses más. “Nunca” es sinónimo de la apestosa podredumbre del ser que te coarta de hacer cosas. Deja de repetirla que te hará mal. —La muchacha no pudo notar que el hombre barrigudo asentía junto a ellas, de acuerdo con las palabras que no quería oír—. La historia que debes buscar sigue a dos enamorados… Bien harías en imaginar a un Romeo y a una Julieta, pero en la historia que nos importa las bondades de él son mezquinas y las de ellas son superfluas, así como tampoco hay familia Montesco ni familia Capuleto. La trama sigue a una banda de pillos (saltimbanquis y ladrones) que sirven a los propósitos de sus amos. La Julieta estaba comprometida a un viejo, si mal no recuerdo. Cuando el Romeo se entera contrae una enfermedad de amor, porque se ha enamorado perdidamente de ella en el Carnaval. El resto es difuso, tanto que no sé si son parte de otras tramas.

Siguió una perorata gentil a modo de justificación por parte de él, pero también como educada manera de dar marcha atrás y volver a la lectura que es, primeramente, por lo que cualquier persona con dos dedos de frente visitaría una librería y se instalaría en un sillón con un libro abierto:

—Para nada, no se preocupe, usted no me interrumpe, es lo más bello recordar en conjunto, cuénteme qué literatura le interesa… ¿Que qué leo? Pues algo de poesía, me ayuda a expandir mi capacidad de sentir… Sí, más o menos, algo así. ¿Y usted?… Qué fascinante.

«Siempre termina siendo así», piensa la dama. «La etiqueta, la etiqueta, la etiqueta, cuando el pobre hombre lo único que quería era leer algo de poesía para ser mejor amante o mejor consejero».

Julia no ve llegar a Miguel, ocupada como está en oír la conversación que percibe a ratos. Cuando se gira, se encuentra con un ojeroso hombre rapado que lleva un aro plateado colgando de su oreja izquierda. Tras el saludo de rigor reitera su petición. Tuvo especial cuidado de mencionar los siglos diecisiete y dieciocho, convencida de que el margen temporal facilitaría la búsqueda.

—Si los personajes son parte de una tropa itinerante de actores, difícilmente habría una historia contextualizada en el siglo XIX o XX. —La mira de reojo, altanero por ser tesorero de altos conocimientos—. El dieciocho de enero de 1801 un edicto de la República Cisalpina prohibió el teatro de las máscaras.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Espejo para ciegos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Espejo para ciegos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Espejo para ciegos»

Обсуждение, отзывы о книге «Espejo para ciegos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x