Irene Recio Honrado - Alma
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Alma le enseñará a nuestra protagonista que toda leyenda tiene una parte de realidad, y que las viejas historias están más relacionadas con ella de lo que creía.
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El chico sonrió de medio lado y se acercó a mí lentamente, captando toda mi atención con su tranquilo caminar, paró a escasos centímetros de mí, y tuve que alzar la cabeza para mirarle a los ojos. Eran casi hipnóticos.
—Te has dado un buen golpe —dijo suavemente mientras me acariciaba la mejilla con el pulgar, di un respingo ante aquel contacto pero fui incapaz de moverme, me tenía completamente atrapada en aquellos ojos—. Podrías marearte por el camino, te acompañaremos hasta que te recojan. Aunque haya sido sin querer, te he salvado la vida, déjame asegurarme de que estás bien.
—Sólo tengo que ir a la carretera…—susurré.
Se apartó sonriente de mí y pegó una palmada al aire para luego frotarse las palmas.
—Pues no se hable más, hacia la carretera. Vamos Alex —dijo apartando sus ojos de mí para mirar a su amigo—, tenemos que acompañar a la señorita.
Para mi sorpresa, el moreno no dijo nada, únicamente se limitó a alzar una ceja.
—Me llamo Wis —se presentó el rubio mientras me hacía un ademán con la mano para invitarme a comenzar la marcha.
Empecé a andar y él se puso a mi lado.
—Es un placer, Wis —dije titubeante—. Yo soy Lor.
—Un nombre muy bonito, casi tanto como su dueña.
Miré al suelo sintiendo el ardor de mis mejillas. Un chico como aquel debía de tener a miles de chicas. No entendía por qué me decía aquellas cosas, seguramente se lo decía a todas con las que se cruzaba, pero eso no evitaba que me ruborizase.
—Por favor —resopló el moreno.
Caminaba detrás de nosotros con las manos metidas en los bolsillos de los tejanos. Wis se volvió hacia él.
—A diferencia de ti, mi querido Alex, yo sé apreciar la belleza.
—Lo que tú digas, Wis —farfulló el interpelado—. Aprecia la belleza que te dé la gana, pero sin torturar a mis oídos.
Seguí caminando hacia delante sin detenerme y de vez en cuando espiaba las facciones de Wis, que caminaba hacia atrás justo a mi lado. Le vi apretar la mandíbula y contenerse. Sin lugar a dudas no quería ser grosero con su amigo, tal vez porque yo estaba delante. Pero me contentó ver que no solo me sacaba a mí de mis casillas. Escuché el ruido de un motor aproximarse. Wis se volvió de golpe hacia la dirección de dónde provenía, faltaban pocos metros para llegar a la carretera y me adelanté de una carrera.
Fui la primera en salir del bosque. Vi la furgoneta de Cyrus recorriendo la carretera lentamente, en cuanto me vio aceleró hasta llegar a mí para luego detenerse con la ventanilla del copiloto bajada. Tenía el teléfono móvil en la oreja.
—Ya la veo —dijo a su interlocutor—. Enseguida vamos —colgó y guardó el teléfono. Luego me echó un vistazo y preguntó — ¿Qué ha pasado, preciosa?
Wis y Alex salieron de la espesura en ese momento y se detuvieron inmediatamente detrás de mí. Cyrus alzó el rostro al verlos y volvió a mirarme interrogante.
—JB se puso nervioso y yo sufrí un pequeño percance: estaba subida a un árbol y me caí. Gracias a ellos, que pasaban por ahí, no me he hecho daño —expliqué haciendo un breve resumen. Con “ellos” no me refería para nada a Alex, pero no quería ser grosera, yo había recibido una buena educación—. Se han empeñado en acompañarme hasta que me recogieses, para asegurarse de que llegaba sana y salva.
—Eso está bien —dijo Cyrus volviendo el rostro hacia los chicos mientras asentía complacido. Entrecerró los ojos y los volvió a mirar con detenimiento—. No os he visto antes, ¿no sois de por aquí, verdad?
Wis se adelantó un paso y se inclinó levemente hacia la ventanilla para que Cyrus le viese bien la cara. Sonrió al cowboy con aquella sonrisa deslumbrante.
—No señor, somos nuevos en Alma, llegamos esta mañana —le tendió la mano metiéndola en el interior del coche—. Me llamo Wis, y este —hizo un movimiento de cabeza para señalar a su amigo—, es Alex.
Cyrus estiró la mano que reposaba en el cambio de marchas y se reclinó un poco para apretarle la mano.
—Cyrus Wolf —se presentó—. Ha sido una suerte que estuvieseis cerca cuando Lor se ha caído. Normalmente a estas horas no hay nadie por aquí. Os habéis instalados muy rápido, si dices que habéis llegado esta misma mañana.
—La verdad es que no —respondió Wis—. Nos dijeron que en la montaña había una finca donde necesitaban mano de obra, y como aún no tenemos trabajo nos dirigíamos hacia allí. Aunque creo que nos perdimos un poco.
El corazón me dio un vuelco, se dirigían a casa cuando me encontraron. Cyrus se echó a reír con aquella estridente carcajada suya.
—Muy bien muchachos —dijo aun riendo—, no hay problema. Subid, a fin de cuentas todos vamos al mismo sitio —me miró— ¿verdad, preciosa?
Volví a enrojecer cuando sentí la mirada de aquellos dos sobre mis espaldas.
—¿No me digas que es donde vives? —inquirió Wis mirándome con aquella sonrisa de medio lado.
—Claro que sí— respondió Cyrus por mí—, la finca de los Blake es la única de la montaña, y esta señorita es la sobrina de la dueña. Venga subid, May se pondrá contenta cuando sepa que hay más gente dispuesta al trabajo.
—En eso estamos de acuerdo y necesitamos más ayuda. Así que…Adelante, subid —secundé.
Subimos al coche, me senté en el asiento del copiloto y los dos chicos en la parte de atrás. Por el retrovisor vi que Wis sonreía de oreja a oreja, mientras que Alex que no había dicho ni una palabra desde hacía mucho rato, mantenía el semblante serio, cosa que agradecí.
Cyrus se puso en marcha y entabló conversación con el único del dúo con el que se podía hablar. Wis le contó que se alojaban casi a las afueras de Alma, en una antigua casa que había pertenecido a su familia desde hacía generaciones y que estaba prácticamente en ruinas. Según él, se habían mudado allí para despejarse de la ciudad y así evitar que la casa se cayese a pedazos. Pero para poder convertirla en un sitio mínimamente habitable necesitaban dinero.
Permanecí callada todo el trayecto. En parte porque quería escuchar la historia de Wis, pero la realidad era que estaba tratando de imaginar a esos dos trabajando en la casa, como hacían los Tyler. Aunque Alex no me caía bien, su aspecto era como el de su encantador compañero. Dos chicos que daban una imagen de perfección como nunca antes había visto. Y no acababa de imaginármelos allí sudando la camiseta como en un anuncio de desodorante.
Por fin tomamos la recta hacia la finca, y mientras Cyrus explicaba que tenían que probar la cerveza de Johnson concentrado en la carretera, Wis aprovechó y se inclinó hacia delante para susurrarme.
—Vaya, princesa, vives en un palacio.
No contesté, naturalmente. Apreté la mandíbula y agradecí que desde atrás no podía verme la cara, que volvía a estar como un tomate. Cuando noté que volvía a sentarse correctamente en su asiento, me envalentoné, y eché una fugaz mirada hacia el retrovisor central para tratar de verle la cara con disimulo.
Para mi sorpresa los ojos que encontré mirándome, eran azules. Volví de inmediato la vista hacia la carretera.
Entramos en la finca y vi las obras del cobertizo detenidas, los Tyler aún no habían llegado. Cyrus aparcó la Pick-Up al lado del porche. Tía May estaba allí de pie esperándonos. Su aspecto había vuelto a la normalidad. Vestía tejanos y una camisa a cuadros. Su pelo trenzado descansaba sobre su hombro derecho y llevaba un sombrero de vaquero. Bajó los escalones del porche para reunirse con nosotros mientras yo habría la puerta para apearme del vehículo.
—Lor, cariño —suspiró dándome un rápido abrazo—, menos mal que estás bien. JB ha llegado hace diez minutos, qué susto me he llevado.
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