Si bien la dignidad colectiva no exonera a nadie de su posición individual frente a su propia dignidad, es importante comprender que la influencia, la presión de grupo, la propaganda y el discurso del poder pueden llevar al individuo a un comportamiento despojado de sí mismo y puesto al servicio de un objetivo “común”. Cuando la dignidad nos abandona, ya no se la puede reconocer en nada ni en nadie; nos sumergimos en el oscuro bosque oscuro, el cual puede pensarse como la representación de un todo, de un entorno, de un sí mismo.
En entrevista al diario La Vanguardia , Galeano indicó:
Habrá que preguntarse hasta qué punto soy capaz de amar y de elegir entre la dignidad y la indignidad, de decir no, de desobedecer. Capaz de caminar con tus propias piernas, de pensar con tu propia cabeza y sentir con tu propio corazón, en lugar de resignarte a pensar lo que te dicen. (Sanchís, párr. 10)
La pérdida colectiva de la dignidad puede entenderse como obediencia, es decir, como la imposibilidad de las naciones y los individuos latinoamericanos para ser originales, para generar su propia identidad: “Solo los que mandan tienen el derecho de ser patriotas. En cambio, los países dominados, condenados a obediencia perpetua no pueden ejercer el patriotismo” (Galeano, s. f., párr. 17).
En medio de la desesperanza que puede causar el sentimiento de indignidad colectiva, Galeano nos propone el fortalecimiento de la solidaridad como valor social fundamental para enfrentar la amenaza del discurso del poder y la alienación generada por la propaganda. “Maldita sea la exitosa dictadura del miedo, que nos obliga a creer que la realidad es intocable y que la solidaridad es una enfermedad mortal, porque el prójimo es siempre una amenaza y nunca una promesa” (“E. Galeano: ‘Maldita sea la exitosa dictadura…’”, párr. 1).
Como se ha señalado, la dignidad es intrínseca al ser humano, hace parte de su esencia, y poseerla o no determina su ser. Ahora bien, el ser humano es un ser social, relacional: solo a partir de la relación con el otro, con lo externo a sí mismo, logra reconocerse como tal. Por eso la dignidad cobra valor fundamental en el colectivo, en el nosotros.
Existe una dignidad colectiva –de la familia, del país, de la cultura, de las formas de convivencia…–, dignidad que se teje alrededor de valores y creencias compartidos que permiten a las colectividades identificarse, crecer, diferenciarse y hacer historia. Esta dignidad históricamente construida por los pueblos puede perderse, o ser despojada por otros. Es lo que ocurre justamente en el caso de las guerras, externas e internas, que con frecuencia generan y padecen los pueblos, y que dan lugar a la pérdida de la dignidad de víctimas y victimarios.
Al profundizar en la búsqueda de diferencias o similitudes entre las perspectivas europea y latinoamericana de la dignidad, no se encuentran antagonismos, pues ellas parten de fundamentos distintos: la mirada filosófica de Kemp y Rendtorff (2000) y la mirada sociopolítica de Galeano (Sanchís, 2012; Galeano, 2011), respectivamente. Pero sí hay puntos en común, entre ellos la preocupación por el despojo de la dignidad, tanto individual como colectiva, preocupación expuesta por Volpi en Oscuro bosque oscuro. Esta novela explora dos caras: el despojo de la dignidad de los personajes y el despojo de la dignidad del pueblo de Vosej, que no puede rescatarse a sí mismo de la guerra.
Los hombres del batallón 303 de la policía de reserva
apenas hablan entre sí,
algunos se conocen desde hace décadas pero apenas se hablan,
se saludan con una leve inclinación de cabeza,
buen día, buenas noches, qué tal,
evitan confidencias y quejas y temores,
la apacible vida en el puerto ya no les concierne,
cada uno se muestra firme y decidido, cada uno patriota verdadero,
cada uno policía,
apenas se habla, siguen la rutina, repiten los ejercicios como pueden,
a lo más, se burlan unos de otros, de la torpeza de uno,
de la mala puntería de otro,
qué tonto eres, qué estúpido,
el pasado ya no importa, ya no importan sus familias,
se miran de reojo, comparten su debilidad o su cansancio o su
mala puntería,
se saludan y apenas se sonríen,
buenas noches, buenas noches,
cada uno el mayor patriota, cada uno el más
diestro policía. (Volpi, 2009, p. 57).
La vulnerabilidad, la autonomía, la integridad y la dignidad confrontan a los personajes constantemente, en las diferentes situaciones en las cuales víctimas y victimarios se encuentran y desencuentran, hasta el punto que a veces los victimarios terminan siendo víctimas.
6 de agosto
escribes estas líneas aunque te aterra imaginar
que alguien las lea,
que alguien te denuncie,
que alguien se entere de lo ocurrido en Vosej,
pero necesitas contar lo que has visto,
contarlo aunque nadie lo lea,
contarlo para comprobar que no fue una pesadilla,
contarlo para no olvidar lo que has hecho,
contarlo para guardar aquí, en este miserable cuaderno
de pastas amarillas,
lo que queda de ti y de tu memoria. (p. 99)
Es así como hablamos de la dignidad de unos, y a la vez la dignidad de todos; de una dignidad, y a la vez muchas dignidades.
La mirada europea de la dignidad, representada por la propuesta de Kemp y Rendtorff (Siurana, 2010), se basa en reconocer a cada persona individualmente como un punto clave, en permitir el desarrollo del sentido de pertenencia a cada ser humano y en comprender y respetar los principios en bioética y bioderecho de la autonomía, la dignidad humana, la integridad y el reconocimiento de la vulnerabilidad, todo ello en el marco de la solidaridad y la responsabilidad (pp. 129-130). En estos términos, la vulnerabilidad expone al ser humano a la posibilidad de ser despojado incluso de su propia dignidad. Es decir: según la concepción europea, aquello que se denomina dignidad humana , que debería ser inherente al ser humano, es una atribución de la que puede ser despojado, o de la cual puede despojar a otros.
Considerar a la vez la mirada europea de la dignidad –en su sentido de pertenencia a cada individuo– y la mirada latinoamericana –que señala a los colectivos humanos como poseedores de una dignidad propia que puede perderse por interés o por despojo– nos permite comprender cómo los seres humanos constantemente nos debatimos entre lo que somos y lo que debemos ser como individuos para los demás y con los demás. Esto determina el conflicto del ser, que va más allá de la guerra: se nos presenta en el día a día.
El despojo de la dignidad (reflexión final)
No es fácil leer Oscuro bosque oscuro . No es grato ni nos reconcilia con la vida, pero es importante hacerlo para desenmascarar el alma humana, para enfrentarnos con nosotros mismos y mostrarnos de manera contundente que no hay límite a la crueldad, que muchos fantasmas forman parte de nosotros, de nuestro pasado y de nuestro presente.
Volpi nos pone ante la responsabilidad de quien lee, interpreta y vive la historia narrada, y por eso constantemente nos llama, nos convoca, nos sacude y nos incita a participar en el batallón de reserva. Con esto no solo nos recuerda nuestra propia vulnerabilidad, nuestras debilidades y ausencias, sino que perturba nuestra paz y comodidad como lectores. Sentirnos buenos, nobles y dignos no nos brinda ninguna seguridad. Si nuestros fundamentos éticos no están suficientemente estructurados podemos ser víctimas del discurso del poder, perder nuestra dignidad y despojar a los demás de la suya.
Tú también despiertas, lector, en las barracas,
tú también has dejado atrás a tu familia,
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