Juan Domingo Argüelles - ¡No valga la redundancia!

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Lo que nos toca escuchar (y soportar) todos los días: «Yo mismo». El «mutuo diálogo». Lo que tienes que leer «antes de morir». Lo «bastante frecuente». Lo «actualmente en vigor». Las «falsas mentiras» de las «grandes multitudes». El «robo ilegal» de «productos orgánicos». «Repetir lo mismo», así sea un «rumor no confirmado». ras el catálogo de errores en el uso común del español que Juan Domingo Argüelles elaboró en
Las malas lenguas, este nuevo volumen continúa su recorrido por las expresiones que el descuido, la insistencia en calcar formas de otras lenguas, la pandemia de la corrección política y la simple ignorancia de las palabras y sus significados han sembrado en los medios informativos, las redes sociales e incluso libros de toda índole.Como señala el autor en su prólogo,
¡No valga la redundancia! « va dirigido a unos pocos millares de personas a quienes el cuidado del idioma les interesa, sea porque es su ámbito profesional o bien su gozo, además de su prodigioso instrumento de comunicación». En esta ocasión, se concentra en «los sinsentidos y redundancias, los pleonasmos y ultracorrecciones» que leemos y escuchamos todos los días. Con mordaz sentido del humor y un espíritu tan crítico como didáctico, este libro es a la vez una obra de consulta y un divertido recordatorio de lo que ocurre cuando olvidamos, ignoramos o desdeñamos la precisión en el lenguaje.

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картинка 47Google: 1 730 000 resultados de “hermosa belleza”; 1 720 000 de “profundo pesar”; 292 000 de “calor infernal”; 264 000 de “lamentable accidente”; 195 000 de “dulce miel”; 143 000 de “terrible tragedia”; 140 000 de “brillante sol”; 139 000 de “lamentable pérdida”; 134 000 de “hondo pesar”; 92 700 de “lamentable fallecimiento”; 74 000 de “miedo atroz”; 65 200 de “sonora carcajada”; 58 000 de “lamentable muerte”; 47 500 de “accidente lamentable”; 44 300 de “afilados colmillos”; 41 100 de “negra oscuridad”; 39 700 de “odio ciego”; 33 100 de “colmillos afilados”; 19 200 de “amarga hiel”; 15 900 de “asesinato atroz”; 12 100 de “dolorosa herida”; 10 600 de “aguacero torrencial”; 10 400 de “hiel amarga”; 9 150 de “tumba helada”; 7 430 de “miedo pavoroso”; 7 120 de “aguacero repentino”; 4 610 de “ruidosa carcajada”; 4 500 “frío cadáver”; 4 440 de “dulce miel de tus besos”; 2 370 de “gozoso placer”; 1 070 de “inquietante angustia”. картинка 48

10. adolescente, ¿adolescente joven?, ¿adolescente muy joven?, joven, ¿joven adolescente?, ¿persona adolescente?

El término “adolescente joven” es tan absurdo como su sinónimo, y a veces opuesto, “joven adolescente”. Ambos son sinsentidos de los ámbitos de la psicología, la salud y la autoayuda. Quien es “adolescente” es “adolescente”, y quien es “joven” es “joven”. No hay que mezclar una cosa con la otra, aunque a los terapeutas y consejeros familiares les encanten estas barbaridades. Peor que “adolescente joven” es, en estos mismos ámbitos, “adolescente muy joven”, pues el oxímoron raya en la ridiculez. Como están las cosas, tal vez pronto se hable de “niño muy adolescente”. Todo esto da grima. El adjetivo y sustantivo “adolescente” (del latín adolescens, adolescentis) significa “que está en la adolescencia”, y el sustantivo femenino “adolescencia” (del latín adolescentia) designa el “período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud” (DRAE). Ejemplo: Francisco es un adolescente, ya casi un joven. El adjetivo y sustantivo “joven” (del latín iuvĕnis) significa lo siguiente: “Dicho de una persona: Que está en la juventud”. En consecuencia, el sustantivo femenino “juventud” (del latín iuventus, iuventūtis) designa al “período de la vida humana que precede inmediatamente a la madurez” (DRAE). Ejemplo: Adriana es una joven, ya dejó de ser una adolescente. El DRAE no precisa las edades para diferenciar las etapas “adolescente” y “juvenil”, pero, de acuerdo con los convencionalismos más confiables, la “adolescencia” es la etapa comprendida entre la “pubertad” y la “edad adulta”, esto es entre los 12 y los 18 años, y la etapa “juvenil” es la comprendida entre la “juventud” y la “madurez”, es decir entre los 18 y los 29 años. A partir de los 30 se inicia la “madurez” que, hacia los 60, abrirá las puertas de la “vejez”. Queda claro que un “joven” no es un “adolescente” ni mucho menos un “niño” (de 11 años o menos), y que una persona “madura”, aunque se comporte con puerilidad o con desenfado adolescente o juvenil, no es, por supuesto, un niño ni un adolescente ni un joven, sino alguien que no ha conseguido asumir su madurez y que, probablemente, llegue a viejo comportándose como si estuviera en la escuela secundaria. Los oxímoros “adolescente joven”, “adolescente muy joven” y “joven adolescente” son barbaridades o, al menos, inexactitudes en el uso de la lengua. No confundamos las cosas. Podemos decir y escribir: Un adolescente de 13 años o Una adolescente de 17 años; también: Un joven de 22 años o Una joven de 25 años, pero nada gana nuestro idioma, porque nada precisa y, en cambio, sí lleva a la confusión, con las expresiones “adolescente joven”, “adolescente muy joven” y “joven adolescente”. Es cierto que el adjetivo “joven” posee la acepción secundaria “de poca edad, frecuentemente considerado en relación con otros” (DRAE), pero la lógica nos obliga a no utilizar este adjetivo para modificar los nombres de los períodos que, por convención, se dan a la vida humana (niño, púber, adolescente, joven, maduro, anciano o viejo), pues, así como no hay viejos jóvenes, tampoco hay niños jóvenes. En su acepción secundaria, el adjetivo “joven” casi siempre se usa en función comparativa. He aquí el ejemplo del DRAE: El más joven de todos era yo. Y en este ejemplo se entiende que el pronombre “todos” no implica necesariamente, en el contexto oracional, la “juventud” de los aludidos, sino la menor edad de uno de ellos en relación con los demás, con la probabilidad de que nadie, realmente, en ese indefinido “todos”, sea “joven”. Otra barbaridad es decir y escribir “persona adolescente”, pues la “adolescencia”, como ya hemos visto en la definición, es un “período de la vida humana”; en consecuencia, no hay árboles adolescentes ni peces adolescentes ni microbios adolescentes y ni siquiera chimpancés adolescentes, aunque mucho parecido tengamos con los chimpancés. La “adolescencia” es privativa de los seres humanos; por tanto, no hace falta anteponer el sustantivo “persona” (“individuo de la especie humana”) al adjetivo “adolescente”; basta con usar “adolescente” y “adolescentes” como sustantivos. Ejemplos: El adolescente presenta una crisis de personalidad; Los adolescentes suelen desconfiar de sus padres. La expresión “persona adolescente” es, con absoluta seguridad, una redundancia que surgió con el denominado “lenguaje inclusivo o de género”; absurdamente, pues “adolescente”, lo mismo si es adjetivo que sustantivo, es invariable tanto para el masculino como para el femenino; el género lo marca, especialmente, el artículo: “el adolescente”, “la adolescente”, “unos adolescentes”, “unas adolescentes”. Si decimos y escribimos “personas adolescentes” para abarcar lo mismo a los hombres que a las mujeres “adolescentes”, ello es rizar el rizo, pues con decir y escribir “adolescentes” ya estamos abarcando ambos géneros.

Las formas equívocas “adolescente joven”, “adolescente muy joven” y “joven adolescente”, que se producen a partir del mismo procedimiento torpemente eufemístico y redundante de llamar a los viejos o ancianos “adultos mayores” o “adultos en plenitud”, cada vez se extienden más en las publicaciones impresas, en el lenguaje necio de profesionistas, y, sobre todo, en internet. En un libro leemos lo siguiente:

картинка 49“Debió cortar por lo sano desde el principio y no alentar esos sentimientos en una adolescente muy joven y sensible”.

Tan claro y preciso que es nuestro idioma como para decir, correctamente:

картинка 50no alentar esos sentimientos en una adolescente sensible.

картинка 51He aquí unos pocos ejemplos de estas barrabasadas que atentan contra la lógica y dañan la precisión de la lengua: “Salud de los adolescentes jóvenes”, “perfil de las condiciones de vida de los adolescentes jóvenes”, “la incapacidad de los adolescentes jóvenes”, “salud cardiometabólica en adolescentes jóvenes”, “vidas sexuales y reproductivas de adolescentes jóvenes”, “la participación política de jóvenes adolescentes”, “ansiedad manifiesta en jóvenes adolescentes con sobrepeso”, “el impacto de Instagram en los jóvenes adolescentes”, “madres jóvenes adolescentes indígenas”, “jóvenes adolescentes en situaciones de vulnerabilidad psicosocial”, “tengo una sobrina joven adolescente”, “la oración del joven adolescente”, “ninguna joven adolescente necesita exámenes ginecológicos”, “el sueño en el adolescente joven”, “¿qué es ser adolescente joven hoy?”, “la percepción del adolescente joven”, “un adolescente muy joven está hablando en serio”, “la adolescente muy joven”, “partos entre adolescentes muy jóvenes”, “las necesidades de salud sexual y reproductiva de adolescentes muy jóvenes”, “protocolo internacional para personas adolescentes”, “la privación de la libertad de las personas adolescentes”, “¿cómo piensan las personas adolescentes?”, “cómo hablar de sexualidad con personas adolescentes”, “perspectivas éticas del cuidado a personas adolescentes”, “Instituto de las Personas Adolescentes y Jóvenes”, “la posición de la persona adolescente en el sistema social”, “derecho penal de la persona adolescente”.

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