La gestión del conocimiento (knowledge management) es un concepto utilizado en el mundo empresarial que busca transferir el saber y la experiencia existentes a los empleados de la organización, de modo que pueda ser utilizado como un recurso que esté disponible para otros y así alcanzar con mayor facilidad los objetivos.
Cuando las cualidades del líder son atributos del jefe el éxito de la misión está asegurado. Cuando esto no se da, el fracaso del grupo es algo más que probable, cuando no inminente.
El factor de cambio que más influye en el liderazgo no son las nuevas tecnologías ni la innovación derivada de ellas: es la educación, pues la inteligencia artificial nunca podrá competir con la estupidez natural de algunas personas. Educar consiste en aceptar y creer en la capacidad del ser humano de evolucionar, cambiar y perfeccionarse, enfrentándose con esperanza al determinismo histórico, sociológico, psicológico y antropológico. Es confiar en la libertad del individuo, más allá de los condicionamientos que amenazan su desarrollo como persona. Deseo que algún día la educación y el ansia por aprender despierten más pasión que el fútbol y la política.
«La última de las libertades humanas, la libertad esencial, aquella que nadie nos puede arrebatar, es la de elegir nuestra actitud sean cuales sean las circunstancias que nos rodean, por difíciles, dolorosas o complejas que sean tales circunstancias. Y es precisamente esta libertad que no nos puede ser arrebatada la que hace que la vida tenga
sentido y propósito.
Si existe tal libertad, incluso ante el dolor y la muerte, el ser humano no está totalmente condicionado y determinado, sino que es él quien determina si ha de entregarse a las situaciones o hacer frente a ellas. En otras palabras, el ser humano en última instancia se determina a sí mismo; no se limita a existir, sino que siempre decide cuál será su existencia».
Viktor Frankl
La palabra «educar» tiene un doble sentido etimológico, y en ambos el líder puede realizar su trabajo en relación a sus seguidores:
1 Educare: nutrir, alimentar, criar, ejercitar, desarrollar y perfeccionar. Consiste en enriquecer y construir desde fuera las actitudes preexistentes en la persona
2 Educere: guiar, conducir, encaminar, orientar y sacar. Ayudar a que el individuo extraiga del interior lo mejor de sí mismo
«Possunt quia posse videntur», pueden porque les parece que pueden; este es el resultado de los esfuerzos de un verdadero formador, educador o líder. Su éxito se mide por la autoestima, la confianza y el sentimiento de competencia que es capaz de desarrollar en sus alumnos o seguidores, no solo por los conocimientos que transmite. Los profesores son los principales líderes que la sociedad necesita.
Los seres humanos no nacemos felices ni infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra y, en gran parte, esto depende de nuestra elección, poniendo o quitando los medios para ello. La otra opción es la pasiva: no hacer nada y dejar que la propia felicidad esté en manos de decisiones ajenas renunciando a nuestra libertad. Aprendemos a elegir en función de la propia experiencia, la educación recibida y los límites que imponen las circunstancias, principalmente las religiosas y las políticas.
Las personas somos una «estructura abierta al cambio». Nunca acabamos de «modificarnos» gracias a que seguimos aprendiendo (ya sea algo bueno, malo, justo, injusto...) Lo importante es el rumbo que tomamos en función de cómo influye en nuestros valores aquello que aprendemos.
No revivas el ayer, ya se ha ido para siempre. Concéntrate en el presente y comienza a andar hacia el futuro. Al pasado dale de vez en cuando una breve mirada por el espejo retrovisor para saber de dónde vienes, recordando los buenos ratos y, ¿por qué no?, para no olvidar las lecciones de la Historia y de los malos momentos que has sido capaz de superar. Pero centra tu atención en el camino que quieres recorrer y en los medios de que dispones.
«No se puede dirigir empresas del siglo XXI con estructuras del siglo XX y directivos del siglo XIX».
John Kotter
En los últimos tiempos el mundo ha experimentado profundos cambios que han afectado significativamente a los esquemas que hasta hace poco se creían permanentes e inamovibles, muy especialmente en el campo del conocimiento.
El torero El Gallo3 se relacionaba con lo mejor de la sociedad de su tiempo. Cierto día alguien quiso presentarle a José Ortega y Gasset y al preguntar él quién era este señor le contestaron que era el más eminente filósofo español del momento. Entonces, el matador pidió que le explicaran en qué consistía su profesión. «Los filósofos se dedican a pensar», le contestaron. Asombrado, El Gallo contestó: «Hay gente pa tó».
Ya inmersos en el siglo XXI, nos encontramos con ciclos económicos caracterizados por los vaivenes de la Bolsa, una alta competitividad ante la globalización y una actividad empresarial muy intensa. Los expertos del management recomiendan modos de dirección más sensitiva, resaltando la importancia del capital humano. A medida que nos adentramos el siglo XXI, varias tendencias económicas y demográficas están causando un gran impacto en la cultura de las organizaciones; estas nuevas preferencias y los cambios dinámicos hacen que las empresas y sus directivos tengan la urgente necesidad de reorientarse hacia inesperados rumbos, de manera no solo local sino también mundial, pues los países y las regiones, únicos esquemas de referencia hasta el momento, comienzan a tornarse obsoletos y pierden validez y eficacia ante las nuevas realidades.
No se ha dirigido siempre del mismo modo; de hecho, la dirección moderna se ha desarrollado hace muy pocos años; la globalización, la apertura económica, la emergencia de una nueva Europa, la competitividad... son fenómenos nuevos con los que debe convivir y a los que se tienen que enfrentarse las organizaciones. En la medida en que la competitividad sea un elemento determinante para el éxito, los gerentes o líderes aumentarán sus esfuerzos para alcanzar más altos niveles de productividad y eficiencia. No me digas las horas que trabajas, dime los resultados que consigues.
A mediados del siglo XX, ser propietario de una empresa convertía de forma automática al individuo en «amo y patrón» de la misma, incluso con esos exactos calificativos. Esto fue desapareciendo cuando personas emprendedoras empezaron a convencer a otras de que aportaran el capital y ellos las ideas y el trabajo para llevar a término un proyecto.
En la actualidad las fronteras desaparecen, las prácticas protectoras comerciales son cada vez menos aceptadas y los negocios un reto que se desarrolla en el tablero internacional. Por esto las organizaciones globales necesitan otro tipo de líder para ser dirigidas: personas capaces de superar las barreras locales, nacionales y culturales dentro de las cuales han nacido.
El proceso de internacionalización e interdependencia de las economías ha hecho que las relaciones y los intercambios sean más sencillos y fluidos, pero al mismo tiempo exigen el conocimiento cultural e histórico de aquellos con los que se interactúa. Los líderes empresariales necesitan comprender que un solo patrón de trabajo no es suficiente para los colaboradores de las nuevas generaciones, que cada vez necesitarán viajar con mayor frecuencia, y sin embargo, carecen de una formación humanista importante, que desgraciadamente se ha sacrificado en los sistemas educativos en beneficio de la tecnología, tan necesaria para relacionarse con otros pueblos y otras culturas, con su arte, historia y costumbres.
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