Lewis Grassic Gibbon es el seudónimo literario de James Leslie Mitchell (1901-1935), uno de los escritores más destacados de las letras escocesas. Nacido en Auchterless, en el noreste de Escocia, creció rodeado de un paisaje rural de verdes colinas y tierras fecundas. Empezó a trabajar como periodista en el Aberdeen Journal y en el Farmers Weekly; tras haber servido en la Real Fuerza Aérea británica, se instaló en Welwyn Garden City para dedicarse a la escritura a tiempo completo. A pesar de su muerte prematura, cuando tan solo tenía treinta y tres años, su obra, compuesta de novelas, relatos y ensayos, es prolífica. Grassic Gibbon combinaba en sus historias el flujo de conciencia, el realismo social y un lirismo genuinamente escocés. Su Trilogía escocesa, de la que Canción del ocaso (1932) es la primera parte, se ha erigido en una obra cumbre de la literatura escocesa del siglo xx y fue elegida como el libro favorito de los escoceses en una encuesta de la BBC.
Miguel Ángel Pérez Pérez nació en 1963 en Valencia y ha vivido siempre en Alicante, en cuya universidad se licenció en Filología Inglesa; luego fue profesor de Traducción Literaria y Literatura Inglesa durante veinte años en esta misma institución. Asimismo, desde 1988 es profesor de instituto. Ha traducido, entre otros, a Jane Austen, Charles Dickens, Anthony Trollope, Henry James, Thomas Hardy, Oscar Wilde, Wilkie Collins, H. G. Wells, Henry Fielding, Tobias Smollett y Anne Brontë.
CANCIÓN DEL OCASO
TRIOLOGIA ESCOCESA 1
Primera edición: marzo de 2021
Título original: Sunset Song
© de la traducción: Miguel Ángel Pérez Pérez
© de la nota del editor: Jan Arimany
© de esta edición:
Trotalibros Editorial
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ISBN: 978-99920-76-05-7
Depósito legal: AND.371-2020
Maquetación y diseño interior: Klapp
Corrección: Raúl Alonso Alemany y Oriol Gálvez
Diseño de la colección y cubierta: Klapp
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LEWIS GRASSIC GIBBON
CANCIÓN DEL OCASO
TRIOLOGIA ESCOCESA 1
TRADUCCION DE
MIGUEL ÁNGEL PÉREZ PÉREZ
PITEAS - 3
Para Jean Baxter

PRELUDIO
Las tierras de Kinraddie las ganó un joven noble normando, Cospatric de Gondeshil, en tiempos de Guillermo el León, 1
cuando los grifos y otras bestias semejantes todavía recorrían la campiña escocesa y la gente se despertaba en sus camas al oír a los niños gritando porque un enorme lobo que había entrado por una ventana cubierta por un pellejo les estaba rajando el cuello. Una de esas bestias tenía su guarida en la cañada de Kinraddie, y de día se tumbaba en los bosques, y su asqueroso hedor se olía por todo el campo, y en el ocaso algún pastor lo veía con sus grandes alas medio plegadas sobre su enorme barriga, y su cabeza, que era como la de un gran gallo, pero con orejas de león, se asomaba vigilante por encima de un abeto. Y se comía ovejas, hombres y mujeres, y sembraba el terror, y entonces el rey dijo a sus heraldos que ofrecieran una recompensa a aquel caballero que acudiera y pusiese fin a las maldades de la bestia.
Y así el noble normando, Cospatric, que era joven y sin tierras, valiente y con buena armadura, se montó en su caballo en la ciudad de Edimburgo, y desde esos lejanos lares del sur subió al norte atravesando el bosque de Fife, adentrándose en los pastos de Forfar y pasando por la Gran Piedra de Aberlemno, la que se erigió cuando los pictos derrotaron a los daneses; y en ella se detuvo y contempló las figuras, en su momento brillantes y entonces apenas desvaídas, de los caballos y las cargas, y la derrota aplastante de esos toscos extranjeros. Y tal vez rezara una breve oración ante esa piedra y luego siguiera hacia los Mearns, pero la historia no cuenta más de su recorrido a caballo, salvo que al final llegó a Kinraddie, un lugar atormentado, y le dijeron dónde dormía el grifo, allá abajo en la boscosa cañada de Kinraddie.
Sin embargo, de día el grifo se escondía en los bosques y únicamente de noche, bajando por un sendero entre los carpes, podría encontrarlo Cospatric, agachado sobre un montón de huesos en su cubil. Y Cospatric esperó a que se hiciera de noche y cabalgó hasta el borde de la cañada de Kinraddie y encomendó su alma a Dios, desmontó y cogió su lanza para jabalíes, bajó a la guarida y mató al grifo. Y mandó recado a Guillermo el León, que estaba bebiendo vino y acariciando a sus hermosas amancebadas en la ciudad de Edimburgo, y Guillermo lo nombró caballero de Kinraddie y le entregó toda la amplia parroquia para que fuese su heredad, y le concedió permiso para construirse un castillo allí y para que tuviera una cabeza de grifo como emblema, y para que él y su descendencia contuviesen a todas las bestias y a la gente ordinaria y díscola.
Así que Cospatric le dijo a los pictos que le construyeran un resistente castillo en un lugar protegido de las colinas, con los montes Grampianos inhóspitos y oscuros detrás, y drenó la cañada y se casó con una dama picta y tuvo hijos y vivió allí hasta su muerte. Y su hijo, que tomó el nombre de Kinraddie, miró un día desde la muralla del castillo y vio que el Conde Mariscal subía marchando desde el sur para unirse a los hombres de las Highlands en la batalla que se libró en Mondynes, donde ahora se encuentra el molino de harina; y llevó a sus hombres y allí combatió, y aunque no se dice en qué bando tal vez fuera en el ganador, pues eran muy astutos los Kinraddie.
Y el bisnieto de Cospatric se unió a los ingleses contra el forajido Wallace, y cuando a continuación este subió marchando desde las tierras del sur, Kinraddie y otros nobles de entonces alojaron a los ingleses en el castillo de Dunnottar, que se alza sobre el mar más allá de Kinneff, bien construido y resistente, y alrededor del cual el mar rompe en pleamar y el estruendo de las gaviotas resuena día y noche. Muchas armas, harina y carne llevaron con ellos, y allí se instalaron bien fortificados, ellos y sus campesinos, y arrasaron los Mearns 2
para que el Forajido que osaba rebelarse contra el buen rey inglés no encontrase provisiones para su ejército de hombres toscos y sin tierras. Pero Wallace llegó por el valle rápidamente y, al saber lo de Dunnottar, lo sitió, pero era un lugar muy resistente y él no tenía paciencia con esos lugares. Así pues, a altas horas de la noche, mientras el estruendo del mar ahogaba el ruido de su estratagema, escalaron las rocas de Dunnottar y la muralla, sus bandoleros escoceses y él, y tomaron Dunnottar, masacraron a los nobles allí reunidos y a todos los ingleses, se hicieron con su carne y sus armas y se marcharon.
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