Saco la ropa del ropero y ordenándolo todo en su lugar correspondiente – me propongo ponerme a planchar al día siguiente para que ninguna prenda tenga demasiadas arrugas—, me dejo caer de golpe en la cama. A continuación cojo el despertador y lo pongo a las siete de la mañana en punto. Sé que Alan Payne me pidió que estuviera a las nueve allí, pero mañana no quiero que suceda ningún imprevisto.
Quiero aparentar ser una mujer eficiente, puntual y profesional en cuanto entre por la puerta de Ross Reserve Edition S.L.
Tomo ahora entre mis manos mi móvil, y hago lo mismo con la alarma del mismo. Voy poniendo hasta diez avisos, con diez minutos de diferencia, para asegurarme de estar despierta a primera ahora. Ja. ¡Ahora quién va a decir que soy dormilona!
Reviso rápidamente las notificaciones que pueda tener en mi correo electrónico y en las redes sociales y se me crea un fuerte nudo en el estómago, al ver la fotografía y el nombre de Blake Cox en todas y cada una de ellas. Parece que se ha enfadado al ver que he privatizado todas mis cuentas.
Leo uno de los últimos correos que tengo firmados por él en mi bandeja de entrada y me quedo sin habla al ver lo cabreado que en realidad está.
De: Blake Cox.
Para: Roselyn Harper.
Asunto: ¡Contéstame de una puta vez!
Rosy, estoy empezando a pensar que no quieres saber nada más de mí. ¡Estoy tratando de localizarte para felicitarte por tu nuevo trabajo y no hay manera! Eres una zorra desaparecida. Te he mantenido durante años, soportando tus caprichos y ahora por un simple error mío, del cual estoy profundamente arrepentido, te marchas y organizas todo esto. Ponte en contacto conmigo. Ha surgido algo con la casa. Espero tu puta llamada.
Te quiere, Blake.
Me estremezco en la propia cama al leer ese último “te quiere, Blake”, porque yo sé que no dice la verdad. Si me quisiera no me insultaría así. Envío rápidamente el correo al buzón de archivado, al igual que el resto que me ha enviado, y cogiendo unos auriculares, pongo la primera lista de reproducción de música que encuentro.
La música me relaja para dormir y ahora mismo es lo que necesito. Sé que si hubiera pasado algo realmente grave con la casa, la empresa de alarma que tengo contratada me hubiese avisado, o bien la aseguradora.
Las malas noticias a fin de cuentas son las primeras que terminan difundiéndose, pienso abrazando con fuerza la almohada a mi pecho. Comienzo a escuchar el primer estribillo de la canción que se ha conectado de forma aleatorio y cierro los ojos pensando en Alan Payne y en el tipo de trabajo para el que me habrá contratado en su trabajo.
Estoy deseando que pasen las horas para demostrar todo lo que valgo. Al menos profesionalmente en la vida me va bien. Es mi último pensamiento antes de caer rendida en el mundo de Morfeo.
“Si elevas las manos y crees en ti mismo
puedes lograr lo que quieras. Incluso sostener el mundo.
Sencillo de hacer, pero sólo si tienes la suficiente
fuerza de voluntad para ello”
E l despertador suena a las siete de la mañana en punto. Abro los ojos de forma inmediata al recordar qué día es. ¡Mi primer día de trabajo me espera!
Me quito las sábanas de encima, y medio dormida voy al cuarto de baño. Hago mis necesidades rápidamente, me ducho, me lavo los dientes, me adecento olorosamente hablando y regreso a mi habitación con el albornoz puesto.
Observo mi rostro en el espejo y mientras me seco el pelo tranquilamente, me pongo a pensar en mis funciones. Imagino que al estar ocupado el puesto para el que yo iba en un primer momento, Recursos Humanos me habrá colocado en algún otro lugar que tenga funciones similares, ¿no?
—El puesto de secretaria y recepcionista ya está ocupado —murmuro, recordando a las dos mujeres que vi ayer, salir junto a Alan Payne en las revistas de actualidad—. A fin de cuentas hay más de siete plantas de diferentes departamentos en el edificio, y todo relacionado con los libros, la edición, impresión y revisión de textos. Es imposible que no me pongan en un lugar que no me guste.
Vuelvo a optar por hacerme un recogido en el pelo, y me maquillo cuidadosamente, poniendo especial atención en usar colorete. No quiero que en esta ocasión mis mejillas delaten mi vergüenza si vuelvo a sonrojarme.
Voy a mi recién ampliado armario y elijo para este primer día, coger un conjunto de pantalón, camisa y americana de color negro. Clásica, y profesional. Justo la impresión que quiero dar.
—Creo que estoy un poco nerviosa —susurro, cogiendo el móvil, mi cartera y las llaves de mi coche—. Cualquiera diría que voy a mi primer trabajo.
Dejo adecentada la habitación y salgo a la cocina para hacer el desayuno. Miro la hora y me siento contenta al ver que apenas son las ocho menos veinte de la mañana. Tengo mucho tiempo por delante. Me decido por hacer el plato favorito de mi madre esa mañana. Zumo de melocotón y huevos revueltos.
Durante un segundo pienso que tal vez debería haber hecho primero el desayuno antes de vestirme, pero no le doy importancia. Me pongo el delantal y en un par de minutos, la cocina huele deliciosamente. Tanto – y sé que está mal que yo lo diga—, que mi madre se levanta enseguida y acude como las polillas a la luz a coger su plato.
—Qué bonita sorpresa —me sonríe ella mirándome con ternura—. Está delicioso.
—Disfruta de la comida, mami.
Le doy un beso con mucho cariño y tras coger con un tenedor un trocito de huevo y me lo como, salgo de la casa al grito de “que tengas un buen día mamá. No trabajes mucho”.
A parco en la entrada de la editorial en el parking reservado para visitantes, ya que no sé si al ser trabajadora allí debo estacionar allí o en otro sitio, y apago la radio. Miro el cuadro de mandos y suspiro aliviada al ver que son las ocho y media. He llegado media hora antes. Bien. Hoy el tráfico ha estado decentemente bien.
Una buena señal.
Me perfumo un poco más en el cuello y en las manos para oler bien y cogiendo mi bolso y mis pertenencias personales, voy hacia recepción. Grace Amato, la recepcionista sonríe sorprendida al verme entrar por la puerta con la cabeza bien alta. Yo le devuelvo la muestra de calidez con otra sonrisa enorme.
—Buenos días, Grace.
Se ve que se sorprende al ver que recuerdo su nombre.
—Buenos días, señorita Harper. Esperábamos que viniera a las nueve —murmura complacida.
—El tráfico se ha portado conmigo estupendamente —bromeo, guiñándole un ojo—. Tanto que creo que he compensado el chasco de ayer.
Ella no dice nada, pero se nota que al menos ya no le caigo tan mal como ayer. Eso me gusta.
—Tengo aquí tu tarjeta de acceso, tu mando para el parking de trabajadores y la tarjeta de empresa para las comidas. Tienes que firmar la recogida.
Me quedo sorprendida y sin palabras ante las dos tarjetas que veo y el mando del garaje privado. No sé qué decir.
—¿En serio?
—Bienvenida a Ross Reserve Edition S.L. —me dice Grace sonriente—. Nuestro Director General quiere que sus empleados se sientan a gusto y como en casa en la empresa. También tendrás otros beneficios, pero ya será tu responsable directo quién te dé las buenas noticias.
¿Más aún?
Me quedo de piedra, sin saber qué contestar. Yo ya sabía que trabajar allí era una gran oportunidad que no debía dejar pasar y ahora estoy empezando a entender que mi intuición era cierta. ¡Guau!
Firmo enseguida los documentos que me da y me guardo en el bolso la tarjeta de acceso, y la tarjeta de crédito para las comidas. Miro embobada el mando del garaje.
—Da la vuelta con el coche, y en vez de entrar al aparcamiento de visitas donde tienes aparcado tu Mustang, sigue un poco más a la derecha y encontrarás una puerta de cristal enorme. Esa es la entrada al parking. Cuando te dirijas hacia allí, dale tus datos al jefe de seguridad y ve directa hacia al ascensor. Planta séptima. Allí te esperan.
Читать дальше