Alexandra Granados - ¡No te enamores del jefe!

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¡No te enamores del jefe!: краткое содержание, описание и аннотация

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Roselyn Harper solicita puesto en la Ross Reserve Edition S.L, la mejor Editorial que hay en San Francisco. Y va a volcarse en su trabajo, porque no quiere escuchar la palabra «hombres» después de ganarse un corazón roto, cortesía de Blake Cox.
¡Ni en sueños va a volver a enamorarse!
Pero para su desgracia, el destino tiene otros planes. El flamante director editorial, Logan Ross, está a punto de cruzarse en su camino, y así cambiar sus prioridades. ¿Quien no sucumbiría a semejante hombre? ¿Qué pasará cuando las hormonas manden por encima de la lógica? ¿Serías capaz de sacrificar quién eres, y lo que eres por amor?

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Él suspira, mirando de reojo una vez más mi experiencia.

—¿Sabe idiomas?

—Inglés, Español y algo de Alemán —murmuro con una sonrisa. Parece sorprenderle mi respuesta porque la expresión de su rostro cambia para bien—. También sé algo de textos antiguos. Me especialicé en la época actual, pero tengo varios cursos de transcripción de textos antiguos. Así que también podría defenderme en ese aspecto si fuese necesario.

Él silba ante la seguridad con la que hablo y ya no me sonrojo. Estoy diciendo la verdad. Recuerdo el libro que recibí tres meses atrás, que aún sigue guardado en uno de los cajones de mi antigua casa en Illinois y la tristeza me sobreviene.

Blake sigue viviendo allí y yo sigo alejada de esa casa y de mis pertenencias en consecuencia.

—Sólo quiero una oportunidad —insisto con voz clara y alta—. Sé que valgo para el puesto y es mi ilusión.

—¿Tres cualidades que hagan de usted una perfecta asistente?

—Responsable, metódica y proactiva —contesto enseguida.

Él sonríe mientras se vuelve a colocar las gafas en su sitio. Enseguida me pide disculpas al ver que su móvil comienza a vibrar en su bolsillo.

—Conteste —le digo aceptando la interrupción.

Me levanto con educación de la silla y le dejo hablar con tranquilidad. Camino hacia la máquina de cafés y miro más allá del ventanal con atención. Desde la planta en la que estamos, se puede ver muy bien los coches entrar y salir del edificio. Mi cuerpo tiembla de expectación de poder venir aquí todos los días para trabajar. Las manos me hormiguean de ganas de firmar algún contrato vinculante que me haga estar unida a Ross Reserve Edition S.L.

Vuelvo a recordar el manuscrito que aún no he podido leer y cierro un instante los ojos de pesar. La ruptura de mi relación con Blake no ha sido todo lo civilizada que debería. Mi error fue haber salido de la casa que compartíamos. Desde que me fui de allí, él se ha atrincherado allí, alegando que fui yo quién abandonó el hogar y que quién que quedarse en consecuencia allí es él mismo.

Eso pasa por haber puesto la casa a nombre de los dos , pienso cabizbaja.

—¿Señorita Harper?

Me doy la vuelta rápidamente al oír impaciencia en la voz del Director de Recursos Humanos. Vuelve a pedirme perdón por la interrupción y yo le digo enseguida que no hay problema.

—Mire señor Payne… —murmuro volviendo al lugar dónde yo estuve antes—. No quiero hacerle perder el tiempo. Yo sueño con trabajar aquí. Desde que supe que había una vacante, no he hecho otra cosa más que investigar su línea de negocio, sus propuestas de Marketing, y la forma de tratar de mejorar la rentabilidad de las ventas de libros.

—¿En serio?

—Claro. Me encantaría trabajar aquí y yo cuando me propongo algo suelo conseguirlo —le digo y ahora sí lo creo—. Por eso tal vez tenga que reconocer que estaba tan emocionada de venir aquí hoy, que creo que anoche soñé demasiado y se me pegaron las sábanas.

Él alza una ceja sorprendida por mi impulso de decir la verdad y no me arrepiento.

—Sí, pude llegar a tiempo y el destino me hizo acudir tarde y lo siento, pero una cosa sí le aseguro, señor Payne. Si usted me da una oportunidad yo le aseguro que no se arrepentirá. Me dedicaré cien por cien a realizar mis tareas diarias y lograré cumplir los objetivos que sean necesarios.

Digo el discurso con tanta pasión que hasta yo misma me emociono al escucharme. Aunque parece que sólo me pasa a mí, porque el señor Alan Payne me está mirando con una expresión rara.

Maldición.

—Está bien, al menos lo he intentado —susurro recogiendo mi bolso—. Gracias por su tiempo. Esperaré una llamada si surge alguna otra vacante.

Camino hacia la puerta decepcionada y cuando pongo la mano en el pomo, la voz profunda del jefe de RRHH, llama mi atención.

—Señorita Harper, ¿su coche es un Mustang negro?

—Sí —le respondo sorprendida.

Me giro para preguntarle porqué me lo pregunta y no me da tiempo a abrir la boca. Se levanta del asiento y cogiendo todos los papeles, me muestra una sonrisa que me crea mariposas en el estomaguito de lo hermosa que me parece. ¡Guau, con el señor serio!

—Como le decía la vacante para la que venía usted ya está cogida, pero aún así tenemos otro puesto para usted —me dice sorprendiéndome de lleno—. Si desea trabajar con nosotros, mañana esperamos que se presente a mi primera hora para firmar el contrato.

—¿En serio?

Él afirma y yo actúo con impulso.

Dejo caer al suelo mi bolso y la carpeta con mis documentos y me echo a sus brazos para darle un abrazo de oso. Él carraspea en mi oído incómodo con mi gesto y yo me alejo de su fuerte pecho, dando aún saltitos de alegría. ¡Me contrata!

—Prometo que no le decepcionaré —le digo agachándome enseguida para coger mis cosas del sueño—. Llegaré pronto mañana. A las ocho en punto estaré aquí.

—Mejor a las nueve —me corrige él ocultando una sonrisa de compromiso—. Mi secretaria Alyssa se lo agradecerá. Ella le enseñará el lugar. Cuando llegue pregunte por ella.

Yo afirmo feliz y queriendo no liar más las cosas, salgo del despacho, agradeciéndole de nuevo la oportunidad.

A partir del día siguiente, voy a trabajar para la Editorial Ross Reserve Edition S.L. ¡Viva!

CAPÍTULO 2

“Si te dan una mala noticia, pon buena cara

aunque por dentro sientas que se rompió tu corazón.

No dejes que la desesperanza gane la batalla.

Aunque haya oscuridad en el mundo,

es bien sabido que el bien siempre triunfa”.

Salgo del edificio como flotando en una nube y no quito de mi rostro la expresión de felicidad ni aún entrando dentro de mi coche. Me pongo el cinturón de seguridad y observo el reloj digital que marcan las diez de la mañana. ¡El tiempo se me ha pasado volando!

Miro por el espejo retrovisor la entrada de la Editorial y me emociona saber que al día siguiente yo voy a ser una trabajadora más que cruce esas puertas sabiendo que tengo todo el derecho a estar allí. Es una sensación asombrosa.

Recuerdo la expresión sorprendida de la recepcionista cuando le di un beso enorme de agradecimiento al pasar por la planta baja y comienzo a reír como una tonta. ¡Seguro que ha pensado que soy una loca bipolar!

No le doy importancia. Arranco el coche, y poniendo el manos libres para poder llamar por teléfono, marco el número de Pamela Sídney mi mejor amiga. Mientras escucho sonar los tonos, pongo el intermitente a la izquierda y salgo del aparcamiento feliz.

—Mi dulce Roselyn —susurra ella contenta—. ¿Qué tal la entrevista, querida?

—Genial. Tienes ante ti a una mujer que ya tiene trabajo.

—¿En serio?

—Empiezo mañana.

Pam sonríe y celebra en voz alta la buena noticia, mientras yo le resumo lo sucedido. Ella se queda patidifusa al escuchar la versión resumida. Me avergüenza oír de sus labios que no parecía yo la persona que se enfrentó al Director de Recursos Humanos.

—Quería el trabajo —me defiendo encogiéndome de hombros—. Y lo intenté.

—Enhorabuena, nena. Por fin podrá ver el mercado editorial lo que gana contigo en sus filas.

Un coche me da un bocinazo al incorporarme yo mal en una intersección y le pido perdón al hombre con un gesto de inocencia.

—No hables y conduzcas a la vez —me regaña ella con un chasquido. Pongo los ojos en blanco. Sé que lo dice por su trabajo—. Eres una poli muy pesada.

—Detective privado —me corrige Pam entre risas—. Y ahora mismo tengo que ir a hacer fotografías a un cabrón que le está poniendo los cuernos a su mujer. ¡Nos vemos en un par de semanas, cuando regrese a San Francisco! Mientras tanto, ¡procura que no te hagan muchas novatadas las primeras semanas!.

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