Edith Stewart - El orgullo de una Campbell

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El orgullo de una Campbell: краткое содержание, описание и аннотация

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Arthur Stewart huyó de Escocia después de la derrota en Culloden. Lleva más de un año viviendo en París, junto a su colega Ferguson y al príncipe Estuardo. Pero siente el deseo de regresar a su país y establecerse como doctor. Pero su llegada va a ser de lo más agitada posible.Cuando Amy ve aparecer a Arthur para atender a su hermana, no cree que sea el más indicado por su juventud. Ese será el primer encontronazo entre ambos, pero no el único. Al parecer el doctor parece estar dispuesto a sacarla de sus casillas, cada vez que coinciden. Pero el amor es caprichoso y cuando se besan… la confusión y atracción se adueña de ambos. Él está dispuesto a cortejarla, pero sabe que ella es una Campbell y que su naturaleza le impedirá aceptar a su lado a un seguidor de los Estuardo.¿Será Amy capaz de apartar el orgullo de una Campbell y dejarse llevar por el corazón?

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—¿Cómo habéis encontrado a vuestra esposa?

—Está despierta. Ha dado de comer a la pequeña.

—Subiré a comprobar que todo está en orden antes de retirarme.

—Colin, le comentaba al doctor que debería pasar la noche en Cawdor. Por si surgen complicaciones durante la madrugada —Se apresuró a comentar Amy a su cuñado y fijándose en cuál era la reacción del doctor.

—Sin duda. Es más, yo esperaba que lo hicieseis, como comenta Amy. Malcom puede llegar a Inverness y hablar con vuestro ayudante para explicarle la situación y que venga también. Hay sitio de sobra en este castillo. Y me sabría mal que no aceptaseis.

Arthur se quedó con la boca abierta sin saber qué decir. Lo cierto era que sería muy desconsiderado por su parte no aceptar la invitación de Colin. Y aunque no creía que sucediera nada esa noche, tal vez… Desvió la mirada hacia Amy, quien mostraba una sonrisa de orgullo y victoria. Pero lo que más le sorprendió fue su manera de mirarlo, y que lo hizo titubear.

—Bueno… No… no creo que surjan complicaciones.

—Insisto en que os quedéis y que mandemos recado a vuestro ayudante. Os saqué a la fuerza casi de la casa que vais a ocupar en la ciudad. Permitidme que os compense por ello.

Arthur asintió al verse perdido. No quería discutir con Colin. Le había confesado quién era y por qué estaba allí. Salvo por el encargo del propio príncipe.

—De acuerdo. Pasaré la noche en Cawdor. Y sí, sería bueno tener a Ferguson a mi lado. No me gustaría despertarla en mitad de la noche para que me ayudara —dijo mirando a Amy con cierta ironía y una sonrisa divertida.

—Tengo el sueño ligero. No habría problema alguno.

Sin duda que aquella muchacha no se dejaba intimidar ni acobardar y parecía tener la última palabra.

—Voy a ver a la madre y a la niña.

—Le diré a Audrey que prepare un par de habitaciones. Y a Malcom que vaya a buscar a vuestro ayudante.

Arthur no dijo una palabra más. Asintió mirando a ambos, pero en especial a Amy. Esta le devolvió la mirada con los brazos cruzados y las cejas formando un arco de expectación sobre su frente. Colin asintió y fijó su atención en ella sin que se diera cuenta. ¿Por qué se había quedado mirando al doctor con aquella cara? Se preguntó recelando del comportamiento de esta.

—¿Por qué me miras?

—Estaba pensando… Encárgate de avisar para que preparen más comida para esta noche. Ya que has sido tú la que ha sugerido que el doctor pase la noche en Cawdor.

Amy entrecerró los ojos mirando a Colin con recelo. No creía que hubiera dicho nada malo.

—Es lo más lógico en este caso. Pero tú también lo habías considerado.

—Sin duda. Lo que pasa es que me ha chocado un poco después de cómo lo recibiste.

—Ya le he pedido disculpas por mi comentario.

—No esperaba menos de ti. Que le hayas pedido que se quede esta noche aquí, cosa normal en el estado de Brenna, pero… me sorprende que le hayas insistido para que aceptara.

—Tú mismo acabas de responderlo —le interrumpió dejándolo con la palabra en la boca—. Algo de lo más normal teniendo en cuenta que mi hermana acaba de parir. Estaré en la cocina, por si me necesitas.

Colin se quedó aturdido por la respuesta de Amy. Era la clase de persona que no se callaba ni debajo del agua. Sonrió con toda intención viéndola alejarse hacia la cocina. Primero le echaba en cara a Arthur su juventud, y luego le pedía que pasara la noche en Cawdor para controlar la salud de su hermana. ¿Se sentía culpable de ello?

Amy se alejó de Colin con el ceño fruncido tras la conversación que acababa de mantener. ¿Qué había querido decirle con esa conclusión? Lo más lógico era que el médico pasara esta primera noche en Cawdor para comprobar que tanto Brenna como la niña estaban bien. ¿Qué le había insistido? Le había dicho Colin. No tenía esa impresión. Solo había comentado la situación tal y como ella la veía. Nada más, se dijo con una tímida sonrisa.

3

Arthur volvió a la habitación de Brenna para comprobar que todo estuviera en orden. No había dejado de sonreír desde que se despidió de la locuaz Amy. ¡Diablo de muchacha! Pensó sacudiendo la cabeza y llamar a la puerta con suavidad para no molestar. Audrey, abrió con una sonrisa.

—Pase doctor.

—Gracias. ¿Cómo se encuentra? —preguntó dirigiéndose a Brenna, que lo miraba confusa cuando él se acercó para poner la palma de su mano sobre la frente de ella—. Veo que no tiene excesivo calor.

Ella entrecerró los ojos como si intentara ubicar el rostro de aquel hombre. Hasta que recordó que era el doctor que había atendido el nacimiento de su pequeña.

—Cansada y dolorida.

—Es normal. Acabáis de dar a luz a una pequeña preciosa.

—Gracias por vuestra ayuda.

—Solo hago mi trabajo de médico. Quiero que descanséis y que durmáis toda la noche.

—Si la pequeña Mary me deja —le confesó con una media sonrisa.

—Cierto, ahora es cuestión de comer y dormir para ella. Yo me quedaré esta noche en el castillo a petición de vuestro esposo y de vuestra hermana, la cual ha insistido en ello —sonrió al pensar en ella una vez más.

—Es de agradecer, señor —comentó Audrey fijándose con atención en el gesto de él cuando se refirió a la hermana pequeña de su señora.

—¿Amy os ha pedido que os quedéis? —le preguntó Brenna mirándolo con el ceño fruncido sin entender nada.

—Sí. Veamos a la pequeña. Le ha dado de mamar, ¿verdad? —preguntó centrando su atención en la criatura, que dormía de manera plácida en su cuna.

—Sí. No veáis el hambre que tenía —comentó Brenna con una ligera sonrisa.

—Vos también deberías tomar algún caldo. Os vendrá bien para iros reponiendo —luego miró a Audrey—. ¿Podríais encargaros de ello?

—Sin duda que lo haré. Pediré en la cocina que lo preparen.

—Gracias. Por lo demás, mantened la habitación caldeada, para que ni la niña ni vos cojáis frío. Veo que os habéis cambiado de camisón.

—Estaba empapado en sudor por los esfuerzos —le comentó Audrey—. Le ayudé con ello.

—Perfecto. Si me necesitáis, mandadme llamar. Permaneceré aquí hasta mañana, si todo marcha bien.

—Gracias.

—No olvidéis darle un caldo —miró a Audrey para recordarlo.

—Ahora mismo.

Arthur salió de la habitación y resopló mientras descendía las escaleras hacia la planta baja donde volvió a ver a Amy. Esta levantó la mirada atraída por la curiosidad de saber quién bajaba, y él sonrió al verla preparándose para lo que tuviera que decirle.

Cuando ella lo vio sonreír se quedó al pie de las escaleras, contemplándolo bajarla con la mirada entornada con cautela.

—¿Por qué os quedáis mirándome y sonreís? —le preguntó con un toque de advertencia, que no pasó desapercibido para él.

—Oh, ha sido más bien una especie de acto reflejo cuando os he visto.

—¿Por verme? ¿Qué queréis decir? —Amy cruzó los brazos sobre su pecho y arqueó una ceja con suspicacia. No iba a ceder ni un ápice. Se había disculpado, pero ello no significaba que fuera a permitirle reírse de ella.

—Me preguntaba con qué clase de comentario ibais a sorprenderme esta vez.

Arthur se quedó contemplándola desde el primer peldaño de la escalera, lo que le obligaba a bajar su vista hacia su rostro. Volvió a detenerse en el color claro de sus ojos, que parecían ganar luminosidad a cada segundo que los contemplaba. Su tez pálida contrastaba de manera notoria con su cabello negro como la noche. Lo llevaba recogido de una manera improvisada, dejando varios mechones libres cayendo a ambos lados de su rostro.

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