Audrey no quitó ojo a la joven Amy desde el instante en que entró en la cocina. Esta pretendía pasar desapercibida para no tener que responder a incómodas preguntas. Por ese motivo se movía aquí y allá sin prestar atención a nada en particular. Estar allí era una excusa para no tener que permanecer más tiempo con el doctor, y sus mordaces comentarios.
—¿Te sucede algo, pequeña?
La voz de Audrey hizo que el tarro de especias que Amy tenía en su mano estuviera a punto de precipitarse al suelo.
—¿Qué te ha dicho el doctor? —le preguntó para distraer la atención de ella.
—¿Lo preguntas por la sopa? —Audrey le lanzó una mirada de curiosidad—. Que Brenna debe comenzar a comer un poco. ¿Y tú qué hacías en las escaleras?
La sirvienta no pudo evitar hacerle la pregunta, pero desvió su atención de la pequeña Campbell a la sopa para indicarle a la cocinera que echara algo más de agua.
—Oh, nada en particular.
—Pues para no ser nada se te veía bastante alterada. Como estuvieras discutiendo con él.
—Es que… casi me caigo por su culpa —le dijo de pasada, agitando una mano como si no le diera importancia.
—Por suerte es médico. De haberte sucedido algo en la caída, él te habría dicho qué hacer —Audrey le lanzó una mirada muy significativa.
—Sí, eso es cierto. Pero…
—¿Qué opinión te merece?
—¿Quién…?
—Arthur. El doctor.
—Ah… —Amy se mordió el labio pensando en lo que le parecía. No insistiría en el tema de su edad. Pensó en su manera de contemplarla a través de sus anteojos. Su sonrisa pícara, el hoyuelo, su aspecto…—. No sé. No lo he tratado lo suficiente como para decirte algo.
—Me parece un hombre que sabe lo que hace.
—Ha estudiado para ello. Solo faltaría que no supiera cómo tratar a sus pacientes—Amy permaneció con la boca abierta mirando a Audrey.
—Eso lo doy por sentado. Me estoy refiriendo a que sabe por dónde se anda. No vacila a la hora de tomar una decisión. ¿Te diste cuenta que pese a ser su primer parto, no dudó un solo instante? Dio las órdenes precisas para atender a tu hermana.
La joven Campbell frunció el ceño recordando esa escena en la habitación de Brenna. Audrey tenía toda la razón. No lo había visto vacilar en ningún momento. Sin duda que poseía la determinación y el aplomo suficiente para enfrentarse a una situación nueva y desconocida.
—Es posible.
Amy no quería pararse a pensar en él por más tiempo. Y se centró en ayudar a preparar comida para todos.
—Ha dicho que se quedará en Cawdor esta noche.
—Lógico.
—¿Qué tienes tú que ver en ello? —Audrey no iba a parar hasta que la joven Campbell le dijera qué estaba pasando con el médico.
—¿Yo? ¿Por qué? —Amy sentía los nervios adueñándose de su estómago. Abrió los ojos como platos mirando a Audrey. ¿Qué tenía que ver todo esto con el doctor y con ella?
—Le dijo a tu hermana que tú habías insistido especialmente en ello.
—¿Qué yo…? Pero si fue Colin quien se lo pidió —se apresuró a aclarar antes de que Audrey pensara en lo que no era—. Yo solo le pregunté si no había pensado quedarse dada la situación de Brenna y de la niña. Nada más.
—Pero, al parecer tú se lo pediste en dos ocasiones.
Amy abrió la boca para rebatir el comentario, pero al ver la mirada tan concluyente de Audrey, la cerró y sacudió la cabeza.
—¿Y qué? Estaba dispuesto a marcharse a Inverness. ¿Cómo podía dejar a Brenna y a la niña pasar la noche sin estar él?
Amy se mostró algo confusa y ofuscada por este hecho. Pero más si cabía por las constantes preguntas de Audrey al respecto de lo que opinaba del doctor.
—Porque es un médico que tiene más pacientes que atender. Por eso. Y porque acaba de llegar y necesita tiempo para instalarse.
—Ya.
—¿No pretenderás que se pase aquí los días?
—¡No, claro que no! ¿Por qué habría de quererlo? —miró a Audrey con el ceño fruncido sin lograr entender qué significaba aquella pregunta.
—Voy a subirle un poco de sopa a Brenna. Por cierto, ¿por qué querías venir a la cocina? No te veo preparar comida. Estás moviendo los tarros de especias de un lado para el otro sin ningún sentido —le aseguró sabedora de que su decisión había sido una disculpa para alejarse del doctor. Y no porque en verdad tuviera algo que hacer allí. Si supiera que había estado contemplando toda la escena entre ambos desde lo alto de la escalera… se dijo vertiendo el caldo en un tazón para subirlo a la habitación de Brenna.
—Bueno, alguien tiene que poner orden ahora que mi hermana estará convaleciente.
—Bien, pues comienza a poner orden por ti misma.
Amy parpadeó en repetidas ocasiones sin entender qué había querido decir Audrey. Bien era cierto que no tenía nada que hacer allí, en la cocina. Que todo se debía a querer alejarse del médico. Nada más. Algo que la desconcertaba porque por lo general, no acostumbraba a marcharse de aquella manera, como si estuviera huyendo cuando temía que no era capaz de controlar la situación. Y con el doctor Arthur mirándola fijamente, tenía esa sensación.
Arthur vio a Malcom y Ferguson llegar al trote que marcaban sus caballos. Se sintió algo más seguro sabiendo que su amigo y ayudante estaría con él. Y de paso dejaría de lado a la señorita Amy. Bastante tiempo había ocupado sus pensamientos, ya.
Los dos hombres detuvieron sus monturas delante de él y se apearon.
—Encontraste un caballo por lo que veo —le dijo Arthur señalando al animal.
—No veas lo que me ha costado —lo palmeó en la grupa y le pasó las riendas por la cabeza sin soltarlas.
—Dejad que lo lleve a las cuadras. Estará bien atendido mientras estéis aquí —le aseguró Malcom.
—Como gustéis. ¿Por qué has decidido quedarte en el hogar del clan Campbell? Cuando Malcom se presentó en la casa diciendo quién era y por el motivo que estaba allí, se me hizo raro creerlo. Me aseguró que me estabas esperando aquí, en Cawdor. ¿Por qué?
—Para velar por la salud de Brenna Campbell y la de su hija recién nacida.
—Pero, no dejamos de estar en las tierras de un clan que luchó en favor del rey Jorge —le recordó apretando los dientes y bajando la voz para que nadie lo escuchara.
—Lo sé.
—¿Y? No parece que te importe. Si llegaran a saber quién eres podrían denunciarte al preboste y encerrarte. O peor todavía, ejecutarte. Y el siguiente sería yo —le señaló con un dedo acusándolo de su irresponsabilidad.
—No temas, amigo. Nadie va a delatarnos —le aseguró posando su mano en el hombro de este—. He estado hablando con Colin McGregor y ya sabe quiénes somos. Y de dónde venimos.
—¡¿Qué?!
—Hemos estado charlando como dos viejas amistades después de atender el parto de su esposa. No va a pasarnos nada. De manera que tranquilízate. Estamos entre amigos.
—Sabe quiénes somos…
—Hemos estado poniéndonos al día en cuanto a la situación que se vive en Escocia después de la derrota en Culloden. Y de las nuevas normas que entrarán en vigor en unos días. No va a ver ningún problema al respecto. Además, nos iremos mañana a más tardar. En cuanto vea que Brenna Campbell no tiene ninguna complicación.
—¿Y si la tiene? O la niña. No tienes experiencia en recién nacidos.
—Alguna vez tendría que ser la primera, ¿no crees?
—Pero ¿en este lugar? —insistió levantando la mirada hacia lo alto del castillo y a continuación recorrió las tierras circundantes a este.
—No temas. Relájate.
Ferguson bufó como si fuera un gato. Su amigo se mostraba muy confiado en todo momento, o eso quería hacerle ver. Pero él seguía pensando que estaban en las tierras del clan más poderoso de Escocia leal al rey Jorge durante la última rebelión. ¿Por qué estaba tan seguro de que no los traicionarían?
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