Un matrimonio por Escocia
Edith Stuart
ÍNDICE
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
Epílogo
AGRADECIMIENTOS
Primera edición en formato digital:
Septiembre 2021
Título Original: Un matrimonio por Escocia
©Edith Stuart, 2021
©Editorial Romantic Ediciones, 2021
www.romantic-ediciones.com
Diseño de portada: Olalla Pons
ISBN: 9788418616594
Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright , en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.
Edimburgo, Escocia, 1314
Guerras de la independencia,
Robert Bruce y sus principales caballeros permanecían reunidos en el salón del castillo de Edimburgo. Este había sido arrebatado a los ingleses por las tropas de Thomas Randolph, conde Moray. El rey escocés seguía con su particular cruzada de recuperar todas las fortalezas que todavía estaban bajo dominio inglés. Tenía la mirada fija en el mapa desplegado sobre la mesa. Su atención se fijaba de manera obsesiva en un solo punto: Stirling y su fortaleza.
—Solo nos restan dos fortalezas para tener los principales castillos de Escocia bajo nuestro dominio —dijo señalando uno de los últimos reductos ingleses en Escocia—. Y toda la nación pasará a estar en nuestras manos. Lograremos expulsar a los ingleses de una maldita vez.
El resto de hombres permanecían callados contemplando el mapa y escuchando a su rey.
—En lo que va de año hemos logrado arrebatarles a los ingleses los castillos de Roxburgh, Linlithgow y hace unas semanas este de Edimburgo. Los hombres están cansados de pelear, pero también lo están ansiosos de terminar esta ambiciosa empresa, señor —le informó James Douglas con cierta preocupación.
—Necesitamos tropas de refresco. Hombres procedentes de otros clanes que remplacen a los caídos en las batallas si pretendemos continuar la guerra —aseguró el conde de Moray—. El rey Eduardo tiene miles de soldados a su servicio. De Gales, de Irlanda y Francia a los que añadir grupos de mercenarios y lamentablemente algunos clanes escoceses —finalizó diciendo con repulsa por lo que eso significaba.
—Si pudiéramos atraernos a parte de esos clanes partidarios de Comyn y de Eduardo de Inglaterra —exclamó Edward Bruce, el hermano del rey.
—Es algo imposible a mi modo de ver después de lo sucedido entre vos y él —apuntó Douglas mirando a Bruce y recordando lo acontecido en hacía ocho años en la iglesia de Greyfriars en Dumfries. Nadie supo con exactitud qué sucedió entre ellos, solo que Robert Bruce apuñaló a Comyn frente al alta mayor. Desde ese momento los seguidores de este apoyaron a Eduardo de Inglaterra porque consideraba a Robert Bruce un asesino que conduciría a la nación al desastre.
—¡Qué más quisiéramos! El tiempo ha pasado, pero muchos de ellos no han olvidado lo sucedido. Llevamos años luchando por la libertad de Escocia y algunos clanes se obstinan seguir apoyando a los ingleses —se lamentó el rey Robert apoyándose contra el respaldo de su silla. Tenía la mirada ausente y el gesto turbado. El conde de Moray tenía razón: necesitaban aumentar sus tropas. Pero, ¿cómo demonios iba a hacerlo?
—Podríais intentar convencer a alguno de sus líderes ofreciéndoles algo a cambio. Algo que no puedan rechazar como el castillo de Stirling una vez que esté en nuestras manos —le aseguró James Douglas mirando de manera fija a su señor.
Robert pareció reaccionar. Frunció el ceño en un primer momento y después miró a su consejero con extrañeza.
—¿Habláis en serio? ¿Ofrecerle el castillo de Stirling?
—Sería un botín que pocos estarían dispuestos a rechazar, señor —le aseguró con total convicción.
—Si os soy sincero no me agrada la idea de dejarlo en manos de alguien que apoya a Eduardo de Inglaterra. Podría devolvérselo a este una vez que el Murray se asentara en el trono —le confesó con temor a que eso pudiera suceder—. Y entonces todos nuestros esfuerzos y las vidas que se han perdido y se perderán en su toma, habrán sido en vano.
—Hablad con el jefe del clan Murray. Siempre os apoyó, y cuando sucedió lo de Greyfriars se mantuvo neutral mientras los demás tomaron partido por uno u otro pretendiente. Luego, quiero creer que las circunstancias de la guerra lo empujaron a aliarse con los Comyn buscando el bienestar de su clan. Ofrecerle el castillo de Stirling a cambio de su ayuda —le sugirió Edward Bruce—. No podrá negarse a ello. Ya lo veréis.
—No será nada sencillo convencerlo para que se una a nosotros. Pese a que en su día tuviera su apoyo —comentó el rey sacudiendo la cabeza.
—Si los Murray se unen, tal vez algún clan más lo haga —sugirió el conde de Moray—. Pensadlo.
—Sí, pero debo ofrecerle algo más que un castillo. Además, quiero tener cierto poder sobre este. No puedo dejarlo en manos de un seguidor de los Comyn, ya os lo he dicho —murmuró el rey dejando su mirada puesta en James Douglas, quien se la devolvía con expectación por lo que estuviera considerando.
—¿Qué más podríais ofrecerle? —le preguntó este.
—Murray tiene una hija —dijo el conde de Moray.
—Sí. Bronwyn —le informó Edward Bruce—. Al parecer no está casada.
James Douglas esbozó una cínica sonrisa.
—¿Por qué os estáis riendo? —preguntó el rey con curiosidad.
—Ofrecerle un compromiso entre su hija y vuestro hijo —aseguró Edward Bruce señalando al jefe Douglas.
Este frunció los labios y asintió antes de echarse a reír.
—¿Con mi hijo? ¿Estáis borracho?
—No, ni lo más mínimo. Pero pensadlo con detenimiento por un segundo. Ese compromiso nos otorgaría tener poder sobre Stirling y su castillo. Con el joven Douglas al frente de este casado con Bronwyn Murray, todos ganamos. Y sería una manera de recompensar su lealtad y su pericia en el combate —resumió el hermano del rey contemplando como el semblante del viejo Douglas cambiaba a medida que pensaba en esa proposición.
Robert Bruce permanecía callado escuchando la exposición de los hechos de su hermano. Bien pensado, este tenía toda la razón. Un matrimonio en la hija del jefe Murray y el joven Douglas contentaría a ambos clanes. Y Stirling y su fortaleza estarían bajo el mando un clan leal a Escocia.
—Id a buscarlo —pidió el rey con autoridad haciendo un gesto con el mentón para que su propio padre fuera a por él—. ¿Estás seguro? —le preguntó a su hermano Edward cuando James Douglas se hubo marchado.
—Si ponéis a un Douglas al frente del castillo de Stirling, podréis dormir tranquilo porque ningún inglés se atreverá a intentar tomarlo dada la fama de ese clan —le aseguró Edward Bruce al rey conociendo la clase de hombre que era William.
Este permanecía en el patio del castillo junto a varios de sus leales seguidores. Su padre era el jefe del clan, pero él tenía su grupo de amigos y de fieles guerreros que le seguían en la batalla. Su destreza con la espada era más que conocida, de igual manera que su astucia y su fiereza en el combate. Se había distinguido como uno de los soldados más despiadados del ejército del rey Robert en su cruzada particular por recuperar los castillos de la nación.
Читать дальше