Edith Stewart - El orgullo de una Campbell

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El orgullo de una Campbell: краткое содержание, описание и аннотация

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Arthur Stewart huyó de Escocia después de la derrota en Culloden. Lleva más de un año viviendo en París, junto a su colega Ferguson y al príncipe Estuardo. Pero siente el deseo de regresar a su país y establecerse como doctor. Pero su llegada va a ser de lo más agitada posible.Cuando Amy ve aparecer a Arthur para atender a su hermana, no cree que sea el más indicado por su juventud. Ese será el primer encontronazo entre ambos, pero no el único. Al parecer el doctor parece estar dispuesto a sacarla de sus casillas, cada vez que coinciden. Pero el amor es caprichoso y cuando se besan… la confusión y atracción se adueña de ambos. Él está dispuesto a cortejarla, pero sabe que ella es una Campbell y que su naturaleza le impedirá aceptar a su lado a un seguidor de los Estuardo.¿Será Amy capaz de apartar el orgullo de una Campbell y dejarse llevar por el corazón?

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—Eso me ha comentado Malcom. ¡Gracias a Dios, o de lo contrario no encontraría esa tranquilidad que vengo buscando!

—Descuidad. La encontraréis. Aunque las cosas van a ponerse peor una vez que todas las disposiciones de Londres entren en vigor.

Colin apretó los labios en un claro gesto de preocupación y sacudió la cabeza.

—Eso temo.

—¿Combatisteis en la última rebelión? —Colin hizo la pregunta sosteniendo su mirada de manera fija, sin apartarla de la de él ni un solo instante—. No hace falta que respondáis si os es incómodo. Ni en qué bando.

Arthur asintió. Sabía que el pertenecía a los McGregor, leales al príncipe pero que había cambiado su apellido al casarse con una Campbell. Por lo tanto, salvo que hubiera cambiado de ideas, lo consideraba un aliado. Cogió el vaso que él había vuelto a rellenar y lo levantó en alto para hacer un brindis.

—Los McGregor lo hicisteis por el rey al otro lado del mar.

Colin se sobresaltó por un momento porque no esperaba semejante brindis. Ni tampoco que un recién llegado supiera quién era él y por quién había peleado en la rebelión. Sonrió complacido al escucharle referirse al Estuardo con aquella frase que sus seguidores habían empleado para brindar a su salud, y alzó su vaso para brindar.

—Por el rey al otro lado del mar. Por Carlos Eduardo Estuardo —reiteró con orgullo y una sonrisa antes de que vaciar su contenido—. ¿Quién diablos sois? ¿Cómo sabéis mi verdadero clan? Podéis decírmelo, estáis entre amigos.

Arthur se aseguró de que no hubiera oídos indiscretos en la casa. No sabía si podía confiar en los demás habitantes de Cawdor Bajó el tono de su voz hasta el susurro.

—Pertenezco a los Stewart de Appin.

Colin abrió sus ojos como platos al escucharlo.

—¡Por San Andrés! ¿Qué diablos hacéis aquí? ¿Por qué habéis venido a esta región? ¿No estaríais más seguro en capital?

—En parte. Dejé mi trabajo de médico en Edimburgo para alistarme como cirujano en el ejército del príncipe.

—De ahí vuestra destreza a la hora de traer a mi hija al mundo —sonrió complacido porque él le estuviera confiando su secreto.

—Sí. Aunque admito que nunca antes asistí a un parto —le confesó con naturalidad.

—Supongo que habréis visto toda clase de heridas si combatisteis en la última rebelión.

—Suponéis bien.

—¿Estáis huyendo de los casacas rojas?

Había un toque de preocupación en el tono y en la mirada de Colin, que Arthur se apresuró a borrar.

—No. Ferguson y yo hemos llegado de París, donde coincidimos con el príncipe y sus más leales allegados. Por eso sé quién sois. El hecho de que una Campbell se haya casado con un McGregor no ha pasado desapercibido para su majestad. Aunque se encuentre en el continente.

—¿Habéis estado con Carlos Estuardo?

—Así es.

—¿Y por qué habéis vuelto? Ya os digo que la vida que vais a llevar en Inverness, no va a tener nada que ver con la que llevaríais en París.

—Lo sé.

—Entonces, ¿qué hacéis aquí? Escocia no es la nación que conocíamos —le dijo con un tinte de amargura.

—Pero vos encontrasteis algo que ha merecido la pena. Una esposa, una hija y un hogar. No es tan malo a mi modo de ver.

—Cierto. Pero no fue nada fácil conseguirlo. No quise marcharme de esta tierra porque es parte de mí. No podría vivir en otro lugar.

—Por ese mismo motivo hemos vuelto Ferguson y yo. La echábamos de menos, como acabáis de decir.

Colin sonrió con cierta amargura.

—Me alegra saber que sois leal a la causa, aunque se perdiera a pocas leguas de aquí, en el páramo de Culloden.

—No vale la pena lamentar lo sucedido. No tiene sentido. Confío en vuestra discreción —le dijo mirando a Colin con firmeza.

—No os preocupéis. Aquí no correréis peligro. Estáis entre amigos, ya os lo he dicho. Los Campbell ya no son el clan que era antaño. La nueva política de Londres para las Tierras Altas y para todos los clanes ha hecho recapacitar a muchos.

Arthur levantó la mirada para fijarse en la persona que se dirigía hacia ellos. Se levantó de inmediato con gesto de educación y se quedó contemplándola con interés y curiosidad.

Colin hizo lo propio al ver a Amy dirigirse a ellos.

—¿Algún inconveniente con Brenna? —preguntó Colin.

—No. Descansa de manera plácida después de dar de comer a la niña —respondió pasando la mirada por los rostros de los dos hombres—. Solo bajé por si quieres ir con ella.

—Id. Hoy en un día feliz para Cawdor y los Campbell —le anunció Arthur haciendo un gesto con la cabeza.

—Tenéis razón. Y gracias a vos. Seguiremos charlando.

—Como gustéis.

En un momento, Arthur se encontró a solas con Amy, que parecía algo dubitativa. Algo que le llamó la atención porque no la tenía por una muchacha temerosa, a juzgar por cómo se había comportado con él. No quería hacerle pasar un mal rato por quedarse callado mientras la contemplaba.

—Celebro que ambas se encuentren bien.

—Sí, la pequeña duerme. Y mi hermana estaba acompañada de Audrey.

—Espero que pasen buena noche ambas. Puedo dejaros escrito lo que tenéis que hacer.

Amy frunció el ceño sorprendida por aquel comentario.

—¿Cómo? ¿No vais a quedaros aquí esta noche?

Aquella cuestión lo pilló desprevenido porque no esperaba semejante invitación.

—¿Por qué? No creo que surjan complicaciones. Es más, subiré a verlas en un momento para comprobar que todo está bien y me marcharé. Vos misma acabáis de asegurarme que así es —le hizo un gesto con la cabeza sin poder dejar de contemplarla. Le llamaba la atención el contraste de su cabello oscuro con su tono blanquecino de piel, y esa mirada tan resplandeciente.

—Pero… Podrían surgir complicaciones durante la madrugada. ¿Y qué haríamos? —le preguntó presa de los nervios por si se planteaba esa situación.

—Mandarme aviso a Inverness. Colin ya sabe dónde estoy. Fue él mismo el que me trajo a Cawdor, como vos misma pudisteis ver.

—Es cierto. Pero… —se quedó callada pensando en la manera de hacerle cambiar de opinión. No estaba tan segura de que fuera buena idea que él se marchara.

Lo vio acercarse más a ella. Se fijó en sus rasgos, en su cabello revuelto y su mirada a través de las lentes y su tímida sonrisa.

—Comprendo que estéis preocupada por vuestra hermana y vuestra sobrina. Pero os aseguro que estarán bien. Solo necesitan descansar y alimentarse. No temáis. Aunque os parezca joven, tengo bastante experiencia. Sé lo que digo.

—Pero os escuché decir que era vuestro primer parto —le recordó expectante.

Él no pudo evitar seguir sonriendo.

—Tenéis buena memoria, señorita Campbell.

—Pero no significa que os lo esté echando en cara, señor…

—Munro. Pero prefiero que me llaméis Arthur.

—Ya os pedí disculpas por mi atrevimiento cuando expresé mis pensamientos en voz alta. Pero sigo creyendo que sois algo joven para ser un doctor.

—Si me comparáis con el anterior que había en Inverness, es lógico ya que este ha dejado de practicar la medicina debido a su edad —Se estaba divirtiendo con aquella impetuosa señorita Campbell. Sí. No esperaba encontrarse a alguien así—. ¿Sois de esa clase de personas que juzgan a las demás por su aspecto?

Ella arqueó una ceja con suspicacia al escucharlo referirse a ella de aquella forma.

—No siempre, pero reconozco que vos habéis despertado mi curiosidad.

—Espero que para bien.

—Sin duda.

El sonido de pasos acercándose al salón hizo que Arthur se volviera para encontrarse de frente con Colin McGregor.

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