Adicionalmente, fueron muchas las veces en las que me pregunté por el sentido de tanto esfuerzo… cuando el autor de estas líneas peina canas hace ya algunas lunas.
La pregunta, acerca del sentido de todo esto, tiene sus fundamentos. Cuando cada vez se lee menos, yo presento una obra de 1436 páginas. Cuando los estudiantes buscan "el resumen del resumen", yo les presento una obra muy extensa. Cuando los enfoques compiten por aportar terapias rápidas, fáciles, en línea con el "cómo aprender alemán en 10 días", yo presento una obra de 1500 páginas. Cuando las personas están buscando satisfacciones máximas – con esfuerzos mínimos – en línea con la "felicidad express", yo presento una obra extensa, cuya lectura demanda un esfuerzo no menor.
Como si lo anterior fuera poco, el valor del conocimiento válido tiende a transarse a bajo precio en nuestros territorios psicoterapéuticos.
Es así que, para algunos, la realidad es multiversa; no hay "una" versión más válida de la realidad. No hay "una" versión mejor de las cosas. Los "observadores" son constructores de realidades… más que descubridores. Por lo tanto, observadores – y observados – se mueven en un contexto de relativismos múltiples. Unos y otros van generando, en sí mismos, caleidoscopios cambiantes… cuyo "valor de verdad" es demasiado escaso. En este contexto, más relevante es el respetar la "verdad" de cada cual, aun cuando de "verdad" tenga muy poco… y aunque no vayamos acumulando conocimiento alguno. Es así que cada caleidoscopio muestra lo suyo; y, "lo suyo", pasa a ser respetable "per se"… por respeto a las personas, no por su validez.
Obviamente, si no tenemos acceso a "verdad" alguna, y si no tenemos acceso a conocimiento válido alguno… ¿para qué tomarse la molestia de escribir un libro de 1500 páginas?
A partir de estos considerandos, este libro – que en sus contenidos pretende ir de la mano de los tiempos – podría estar epistemológicamente "fuera de época". Adicionalmente, por su extensión, pareciera estar formalmente desubicado, y fuera de "timing". En el contexto sociológico actual, los potenciales lectores parecieran brillar por su ausencia.
De este modo, cuando el esfuerzo es tanto y los lectores pueden ser pocos, el sentido de perseverar escribiendo el libro se empieza a desvanecer.
Si lo anterior fuera todo, simplemente no habría libro. Todo habría terminado antes de comenzar. Sin embargo… lo anterior no lo es todo.
Más allá de los múltiples "peros", el escribir el libro sí tiene sentido. Tanto sentido tiene… que terminé escribiéndolo. Tanto sentido tiene que, desde mi óptica – poco imparcial – considero que es uno de esos libros que realmente vale la pena de ser leído. ¿Opinión fundamentada?... habrá que ver.
Exploremos brevemente los territorios que, en mi opinión, le dan sentido al libro. Por ahora, dejaremos fuera la temática epistemológica, la cual es abordada amplia y directamente al interior del libro.
Si me preguntan por las fortalezas que han venido mostrando los psicoterapeutas – a través del tiempo – mencionaría principalmente tres: la vocación de ayuda, los esfuerzos por ayudar, y… la creatividad. A estas fortalezas, por supuesto, es posible agregar muchas otras.
A través de los años, desde el recién explicitado trasfondo de vocación, de esfuerzos, y de talento creativo, han venido emergiendo un Sigmund Freud, un Ilich Pavlov, un B. F. Skinner, un Carl Rogers, un Gregory Bateson, un Albert Bandura, un Viktor Frankl, etc. A todos ellos – y a muchos otros – los valoro mucho. Aún más, a todos los recién mencionados los admiro. Y a todos ellos, y a muchos otros, les agradezco… aquello en lo cual nos han aportado realmente.
No obstante lo anterior, a ningún autor "le compro" todo... ni mucho menos. ¿Por qué? Porque, a la luz de una mirada panorámica y completa, cada autor se ha equivocado bastante más que lo que ha acertado. Digo esto, no a partir de la hipercrítica o de la descalificación, sino a la luz de la mejor investigación existente hoy en día.
Por otra parte, cuando las más variadas teorías y técnicas – de los diversos enfoques – conducen a resultados psicoterapéuticos muy parecidos, es porque lo "común" de los enfoques es lo que explica el resultado común. Cuando sistémicos, humanistas, cognitivistas, psicodinámicos, etc., llegan "casi" al mismo lugar – en términos de sus aportes a los pacientes – ese aporte común no lo explican ni la teoría sistémica, ni la humanista, ni la cognitiva, ni la psicodinámica, etc. El avance común lo explican los factores comunes. Lo constatable es que, en este contexto de resultados terapéuticos tan parecidos, los aportes específicos de cada enfoque pierden fuerza. En medio de este panorama, no parecieran ser demasiado relevantes ni las teorías específicas de cada enfoque, ni sus estrategias clínicas específicas.
Lo que sí establecería diferencias entre los resultados de los enfoques, son algunas técnicas específicas desarrolladas por algunos enfoques.
Adicionalmente, las teorías que se han venido generando, aportan en ciertos sentidos y perjudican en… muchos otros. Aportan, aquellas teorías que han logrado explicar bien algunos segmentos de la dinámica psicológica; aportan, cuando se las aplica a esos segmentos… en los cuales esas teorías funcionan. Perjudican, cuando esas mismas teorías son llevadas a explicarlo "todo", en circunstancias que son válidas solo para algunos segmentos. Es entonces cuando reducen y simplifican; y pasan a encauzar todo en una dirección estrecha. Es entonces, cuando esas teorías fuerzan las miradas, impidiendo que se perciban otros aportes valiosos. Y, puesto que prácticamente el 100% de las teorías existentes adolecen de estos defectos, las teorías han terminado por ser perjudiciales. Y, por ello, han venido cayendo en el desprestigio… incluso en el desuso.
Y, en el ámbito de la "integración", las cosas no parecieran estar funcionando mejor.
Es un hecho que la palabra integración "viste"; suena bien y resulta atractiva. Por lo cual, son muchos los psicoterapeutas que desean ser integrativos o se califican como integrativos. En los hechos, sin embargo, no queda en absoluto claro qué significa ser integrativo. Por lo pronto, dista de estar claro "lo" que se va a integrar. Es así como los criterios de selección, con respecto a lo que será integrado, tienden a ser pobres y muy disímiles. Por lo que, en la práctica, se ha venido "integrando"… casi cualquier cosa.
Y las teorías "integrativas" no han estado muy a tono con su nombre. O "subintegran", o "mezclan" esto con esto otro, o "combinan", o "juntan", o bien "pescan de aquí" y "pescan de acá".… Como lo sintetiza magistralmente el "Master of the house" en Los Miserables: "Mix it in a mincer and pretend it’s Beef". Dicho esto mismo, en español y aplicado a nuestra temática: "Mezclemos esto, y esto, en una mezcladora… y hagamos creer que es integración".
Por estos senderos, nos estamos encaminando a la gestación de cientos de teorías "integrativas", que mezclan muchas cosas… pero que integran pocas. Es así como "el mercado", se ha venido poblando de propuestas "integrativas" de toda índole. La mayoría de dudosa calidad; pero que cuentan con "consumidores" más que dispuestos a "comprar", y a aplaudir…
Un problema que contribuye a explicar el panorama que estoy exponiendo, es que el pensamiento crítico y autocrítico – en nuestros territorios psicoterapéuticos – ha pasado a constituir una "rara avis".
Es así que, en los territorios de la integración, se aplica aquello de "mucho ruido y pocas nueces". Es que hablar de integración – y atraer adeptos – es relativamente fácil; integrar realmente… no lo es tanto.
Por supuesto, algunas de las teorías integrativas que se han propuesto son mejores que otras. Aportes de Albert Bandura (1986), de Theodore Millon (2000), y de otros, pueden ser citadas como ejemplos de aportes comparativamente mejores.
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