Pedro Antonio Benítez Mestre - Maurice Nédoncelle - Una filosofía de la historia

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Maurice Nédoncelle: Una filosofía de la historia: краткое содержание, описание и аннотация

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Es sabido que un tema acaparaba la atención de los pensadores a principios del siglo XX: la historia. Mientras tanto entraba en escena el personalismo filosófico, corriente interesada en rescatar a la persona de las ideologías. Ocupando un lugar propio dentro del personalismo, no siempre en acuerdo con los demás personalistas, destaca la figura de Maurice Nédoncelle. Su filosofía de la persona y del amor plasmada en su libro sobre la reciprocidad de las conciencias es cada vez más conocida; pero lo que no había sido analizado hasta ahora es su pensamiento sobre la historia. Con este estudio se da a conocer por primera vez la filosofía de la historia de Maurice Nédoncelle. La interpretación propuesta por el autor es quizás novedosa y hasta un poco audaz, pero está convencido de que Nédoncelle profesó una filosofía de la historia y de que muchas de sus afirmaciones filosóficas brotan del deseo de dar respuesta a las interrogantes sobre la historia en la que convergían los intereses de otros filósofos. Lo que interesará al lector es descubrir el gran valor de una reflexión sobre el sentido del devenir temporal que pone al centro las relaciones interpersonales.

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La objeción suscitada consiste en decir que la concepción de fenomenología utilizada aquí no es rigurosa, por lo cual no es posible calificar al personalismo de Nédoncelle de fenomenológico. Es por ello que Carlos Díaz opinaba, sin rodeos: “Después de lo dicho hubiera sido mejor —a nuestro juicio— para Nédoncelle hablar de opción teórica personalista que de ‘fenomenología’ del personalismo, como él mismo acaba reconociendo en cabeza ajena”.31 Así que Díaz piensa que el mismo Nédoncelle estaría rechazando el uso de la fenomenología dentro de su mismo quehacer filosófico. Mas lo que Nédoncelle rechaza es la separación radical entre fenomenología y metafísica. Sólo si se tiene una concepción de la fenomenología totalmente incapaz de abrir el acceso al ser, entonces se debe rechazar esa fenomenología; en cambio, para Nédoncelle es válido hablar de fenomenología entendiendo este término a la manera de Bradley en su método filosófico, tal como muestran estas palabras:

El punto de vista de Bradley parecía más defendible que el de aquellos de quienes hemos hecho el examen [los fenomenólogos que separan totalmente fenomenología y metafísica]: él se contentaba con exigir que los datos no fuesen contradictorios [en la objeción que se viene comentando Díaz copia este párrafo, pero omite esto que sigue] a fin de que lo aparente se desvanezca ante la realidad. Por ello no excluía a priori el enraizamiento del dato en el absoluto, sino que estimaba por el contrario que, si hay un absoluto, debe ser perceptible en el dato.32

Como es de esperar discrepo de la crítica que Díaz hacía a Nédoncelle en aquella época,33 pues en el fondo reproduce la crítica de Ricoeur ya mencionada y merece la misma respuesta. A fin de cuentas, si no hay filosofía rigurosa, ¿con qué criterio se juzga la validez o no de una propuesta como la de Nédoncelle? Nédoncelle mismo se ha hecho cargo de la objeción al explicar que no admite el modelo husserliano de fenomenología como único. Se puede ir más allá de la fenomenología de Husserl, sin por ello renunciar al rigor de la reflexión y de la especulación filosóficas. Así que resulta más coherente hacer como Liddle, llamando “meta-fenomenología”34 a la propuesta de Nédoncelle, simplemente para desmarcarla de la fenomenología de Husserl.

Por lo demás se entiende, como se verá enseguida, el problema planteado por Nédoncelle al hablar de fenomenología si, en vez de querer empatarla forzosamente con la fenomenología de Husserl, se la encuadra en las reflexiones de Blondel. Así que al margen de la fenomenología husserliana es posible decir que a partir de una experiencia sensible tanto del mundo físico exterior como de la propia conciencia —experiencia que Nédoncelle califica de fenomenológica— se accede ya en un primer grado al ser. Este acceso al ser es llamado ontología o metafísica. Sobre todo esto es preciso aclarar que a principios del siglo xx en filosofía había una oposición férrea entre psicología y ontología, de modo que no fue sino por obra de la fenomenología que las cosas cambiaron.35 Justamente Nédoncelle se adhirió a este cambio a fin de superar la oposición. Así que en último término hay, en Nédoncelle, un camino que va de la fenomenología a la metafísica. Toca, pues, hablar de esta metafísica.

1.2.2. Algo de metafísica

De entrada, es preciso recordar que Nédoncelle durante mucho tiempo se declaró antimetafísico, rechazando así una concepción de la metafísica corriente en su tiempo y que podríamos identificar como aquel sistema de pensamiento que se aferra a una serie de conceptos heredados de la tradición filosófica, pero que no dan razón del ser concreto. Más adelante Nédoncelle hablará de metafísica, pero dándole otro sentido. De allí que, como dice Burgos, sea “im-

portante precisar que Nédoncelle no hizo metafísica en el sentido clásico de la palabra. Lo que le interesaba era el ‘estudio fenomenológico y filosófico de la persona’, es decir, una profundización teórica en la estructura del hombre”.36 Es precisamente aquí donde conecta Nédoncelle con Blondel y éste a su vez con Leibniz, pues los tres al elaborar una metafísica estaban en busca de una noción de substancia que diera cuenta del ser personal y no meramente del ser físico.

Ahora bien, Nédoncelle piensa que se accede al ser personal a través de la fenomenología. Al punto debe enfatizarse que dicha fenomenología no se detiene en el puro aparecer sino que es el auténtico camino hacia el ser, ser que identifica con la persona. Con esto dicho, una vez más queda claro que “cuando Nédoncelle habla de fenomenología no se está refiriendo al método técnico de Husserl de intuición de las esencias, sino a algo más general, a un modo de acercarse a la realidad a través de la riqueza de la experiencia, sin reduccionismos conceptuales y con la apertura necesaria para intentar introducir en la propia filosofía lo que la experiencia demuestra”.37

Si se preguntara por qué Nédoncelle ha rechazado hacer metafísica en el sentido clásico, se encontrará la respuesta en sus observaciones sobre el dato de conciencia. A su modo de entender los conceptos usados por la metafísica no se han creado a sí mismos, sino que dependen del sujeto que los ha elaborado. Sólo un realismo ingenuo creería que el concepto es tal cual la realidad externa. La metafísica que Nédoncelle critica es la que piensa que el concepto con el que se designan los objetos de conocimiento no depende ni en su origen ni en su consistencia del sujeto cognoscente. En realidad, es todo lo contrario, pues cuando la persona conoce, todo parte de su propia experiencia personal, y por tanto se debe decir que la metafísica comienza allí donde empieza el estudio de las experiencias personales. Ciertamente este punto de partida es el más remoto, pero no debe ser descuidado. Nédoncelle lo explica en estos párrafos.

Los metafísicos evitan ordinariamente entrar en el dominio del psicólogo. No tienen ninguna gana de abandonar el orden de las cosas e ideas impersonales. Quizás esta tímida actitud ha sido una de las razones (y es la menos legítima) por las cuales la psicología se ha podido separar tan fácilmente de la filosofía. Cuando el metafísico se fatiga de especular, ensaya justificar la pausa que se concede creando una pretendida impenetrabilidad de lo cognoscible.

En revancha, la mayoría de los progresos filosóficos se han conseguido por la apropiación de un campo que había sido reputado no-filosófico. Por esto es oportuno remontar la corriente que entraña el divorcio de estas dos disciplinas, y llevar lo más lejos posible en filosofía la consideración psicológica por excelencia, la de la persona.38

En último término se advierte el peligro de querer colocar la reflexión filosófica en la periferia del conocimiento, en una especie de zona neutral respecto al sujeto cognoscente;39 si bien esto no significa reducir la filosofía a un mero conocimiento pre-reflexivo o a la experiencia vulgar. En efecto, no faltaron en vida de Nédoncelle quienes observaban este peligro y argüían que con este énfasis en el dato de conciencia no hay metafísica posible, pues todo conocer es subjetivo. De donde, advertido ese peligro, habría que darle prioridad a la metafísica por encima de la fenomenología. Sobre lo cual escribía Nédoncelle lo siguiente:

Se me ha puesto alguna dificultad al método que yo preconizo. Algunos dicen que una metafísica general precede a la filosofía de la persona y que a partir de los resultados obtenidos por una y por otra se puede llegar a determinar la naturaleza del amor. El orden que yo he seguido es a la inversa. Es más inductivo que deductivo; supone un vaivén e incluso una ósmosis entre la fenomenología y la metafísica [...]. Es toda la cuestión de la experiencia metafísica que se nos pone aquí y que no puede ser esquivada.

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