En todo caso, por sorprendente que parezca, somos capaces de reconocer distintos tipos de realidades, desde un objeto filoso hasta el peligro que puede representar en manos de alguien con rostro amenazador. De ahí que es ingenuo sostener que nos limitamos a almacenar imágenes en la mente como se guardan fotografías en una caja. “Al contrario, se etiquetan y se vinculan con una inmensa base de datos de conocimientos, con las que se puede evaluar e interpretar desde el punto de vista de lo que representan”.109
El estudio de Pinker demuestra que es erróneo definir el conocimiento como una neutra reproducción de la realidad en nuestra mente, pero que también es equivocado decir que los conceptos o categorías con las que nos referimos a las cosas son totalmente arbitrarias. Los ejemplos sobre el lenguaje y las imágenes aducidos por Pinker sirven para mostrarlo. En todo caso, lo que se ha querido mostrar aquí es que estamos ante el mismo problema detectado por Blondel, a saber, nuestro conocimiento no se limita a calcar el mundo sensible, pero tampoco le está desligado. De allí que al decir del mismo Blondel se pueda hablar de un realismo superior.
Quizás donde mejor se percibe esto es en los pasajes donde Pinker habla del cerebro humano. Si por un lado rechaza la idea de alma, como una especie de fantasma que accede inmaterialmente a la realidad, y es el encargado de formar los conceptos; de igual manera, hace notar que la complejidad del cerebro lleva a reconocer que estamos ante un caso excepcional, respecto al resto de los seres. Justamente esa singularidad del cerebro humano —aunque me parece mejor hablar de la singularidad de todo el sistema nervioso humano— es lo que lleva a Pinker a sostener la existencia de una naturaleza humana.
Con todo esto he querido resaltar que nuestra capacidad de percibir a las personas en sus rasgos más interiores (astuto, tolerante, justo, amable, etc.) y no sólo en sus propiedades externas (color, tamaño, etc.) está fundada en nuestra naturaleza misma, esto es, en la composición orgánica de nuestro sistema nervioso.110 Querer reducir a las personas a sus rasgos físicos, argumentando que eso es lo único objetivo, mientras que las valoraciones que se refieren al carácter son arbitrarias, no corresponde con la realidad de nuestros procesos cognitivos. Acertadamente Blondel postula un realismo superior para hablar de una vía cognitiva que capta, a partir de los rasgos externos de la persona, la complejidad superior que supone la existencia de un ser personal, la cual evidentemente no se reduciría a sus propiedades físicas.
Dicho lo anterior puede apreciarse cómo, con el personalismo, estamos ante una filosofía que busca dar cuenta del ser personal. Partiendo de los datos que impactan la sensibilidad se percibe un ser corporal, pero que no se limita a ser cuerpo, ni siquiera un mero cuerpo vivo, sino que se capta con realismo que se está ante un ser al que llamamos persona.
El mismo orden de ideas se encontrará en Maurice Nédoncelle, para quien un realismo superior es el mejor método de acceso al ser. De un modo u otro los problemas afrontados por el decano honorario de Estrasburgo tienen una estrecha relación con las cuestiones que hoy nos inquietan, como la existencia de una naturaleza y el acceso cognoscitivo al mundo que nos rodea. Por lo demás, con lo dicho hasta aquí queda claro que Nédoncelle no puede ser acusado de perder la batalla del concepto, como señalaba Ricoeur para el personalismo en general. Si algo aparece en el pensamiento de Nédoncelle es la preocupación por identificar metafísicamente al ser. Preocupación compartida por Leibniz y Blondel. No deja de ser discutible si el camino fenomenológico de Nédoncelle que desemboca en una metafísica sea el único, pero no cabe duda de que aquí hay un aparato conceptual nada desdeñable.
Con todo es menester describir más pausadamente el camino filosófico de Nédoncelle en este campo de la fenomenología y la metafísica. Al detenerme en ello romperé el hilo de la exposición que va de la experiencia fenomenológica al tiempo pasando por la naturaleza; sin embargo, creo que es necesario mostrar cuáles son los pasos de Nédoncelle en su quehacer filosófico para explicar la existencia de la persona. De esta manera quedará al descubierto a qué se refiere Nédoncelle cuando habla de ser personal y quedará igualmente demostrado que Maurice Nédoncelle no puede ser acusado de carecer de aparato conceptual.
Como se ha probado en otro lugar este autor es un personalista sui generis cuyos intereses metafísicos lo colocan en lugar aparte.111 Así que el siguiente capítulo, titulado “Ontología personalista”, puede ser visto como un paréntesis entre este capítulo y el dedicado a la naturaleza, en el cual retomaré el discurso.
1Cfr. Burgos, Reconstruir la persona, pp. 14-15; Emmanuel Mounier, “¿Qué es el personalismo?”, en Obras, vol. 3, Salamanca, Sígueme, 1990, p. 199.
2Cfr. Seifert, “Personalism and Personalisms”.
3Cfr. Ricoeur, Amor y justicia, pp. 87-95; Maritain, La personne et le bien commune, p. 170.
4Cfr. Mounier, “El personalismo”, p. 451.
5Véase Paul Ricoeur, “Meurt le personnalisme, revient la personne”, en Esprit, enero de 1983. Sigo aquí la versión en español aparecida en Ricoeur, Amor y justicia, pp. 87-95.
6Burgos, Reconstruir la persona, p. 19.
7Ricoeur, Amor y justicia, p. 87.
8Burgos, Reconstruir la persona, p. 16.
9Ibid., p. 37.
10Ibid., p. 21.
11Cfr. Ibid., p. 22.
12Yves Labbé, “Une relecture de Maurice Nédoncelle. Une philosophie religieuse de l’intersubjectivité”, en Revue des sciences religieuses 83, núm. 2 (2009): 156.
13Cfr. Ibid., p. 157.
14Cfr. Valenziano, Introduzione, p. 44.
15Nédoncelle (Desbiens), “Le mouvement philosophique en Allemagne”, p. 153.
16Cfr. Maurice Nédoncelle, “Intentionnalité de la conscience”, en G. Jacquemet (dir.), Catholicisme, hier, aujourd’hui, demain, vol. 5, París, Letouzey et Ané, 1962, pp. 1867-1870.
17“The varieties excel the common feature”: Herbert Spiegelberg, The phenomenological movement, a historical introduction, Hague, Nijhoff, 1960, p. 27.
18Nédoncelle, Sensation séparatrice, p. 161.
19Ibid, p. 162.
20Jean Pucelle, “Maurice Nédoncelle. Vers une philosophie de l‘amour et de la personne”, en Archives de Philosophie 1, núm. 1 (1959): 141.
21Armando Rigobello, “Maurice Nédoncelle”, en Grande antologia filosofica, vol. XXVI, Umberto Antonio Padovani (ed.), Marzorati, Milán, 1954, p. 479.
22Cfr. Nédoncelle, Sensation séparatrice, p. 162.
23Cfr. Amadini, Ontologia della reciprocità, p. 59.
24Ibid, p. 60.
25Marini, La relazione interpersonale, p. 12.
26Cfr. Flores, “La posibilidad de reflexión sobre el otro”, pp. 80-99. No pretendo aquí dar cuenta del pensamiento de Husserl, el cual por cierto, en este punto sobre la “experiencia del otro”, fue evolucionando. Me limito a indicar la lectura que hace Nédoncelle al respecto y que le sirve para exponer su propio pensar.
27Ibid., p. 96.
28Díaz y Maceiras, Introducción al personalismo actual, pp. 121-122.
29Ibid.
30Ibid., p. 122.
31Ibid., p. 124.
32“Il se contentait d’exiger les donées ne fussent pas contradictoires pour que l’apparence s’effaçât devant la réalité”: PN, Prefacio, pp. 17-18.
33La crítica de Díaz llegaba hasta este extremo: “Y dicho esto, que por nuestra parte supone una enmienda a la totalidad del método nedoncelliano, vemos sin más preámbulos”, Díaz y Maceiras, Introducción al personalismo actual, p. 124.
34Cfr. Liddle, “The personalism of Maurice Nédoncelle”, pp. 117-118.
35El mismo Nédoncelle refiere esto al hablar de la época de Henri Bremond. Véase Nédoncelle y Dagens, Entretiens sur Henri Bremond, p. 63.
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