En todo caso Leibniz ha creído necesario formular una nueva explicación para dar cuenta de la forma substancial. El dualismo cartesiano, como él lo ha entendido, le resulta incomprensible y piensa que la solución está en la doctrina del vinculum. El vinculum es aquí principio de unidad. Si bien la unidad de la que se está hablando se refiere al mundo físico de la ciencia moderna, Blondel piensa que esta doctrina va mucho más allá.
Llegados a este punto uno podría preguntarse si no es forzar las cosas establecer un nexo entre la postura de Leibniz y la filosofía de Blondel. Nédoncelle se hace cargo de esta objeción cuando él mismo se pregunta si no existe mucho trecho entre la física y la metafísica de los siglos xvii y xviii y el método de inmanencia de Blondel. “¡Estoy persuadido de lo contrario! —respondía Nédoncelle—, pues el giro espiritual que Blondel ha apreciado en Leibniz es el mismo de Blondel”.85 Justamente en la doctrina del vinculum Blondel ha visto, no meramente una explicación de Leibniz para los fenómenos físicos, sino una concepción general sobre la unidad del saber filosófico.
En efecto, hacia el final de su tesis Maurice Blondel se pregunta por el valor de la doctrina del vinculum. Aunque formulada en el siglo xvii tiene todavía a comienzos del siglo xx un valor. Según Blondel uno no puede eliminar la hipótesis del vinculum so pena de quedarse con componentes aislados. Uno quedaría condenado a no ver en el mundo sino una máquina de piezas yuxtapuestas. Vale la pena citar las palabras de Blondel:
Eliminar [la hipótesis del vinculum], implica para nosotros quedarnos con elementos analíticamente cognoscibles y aislables, sería, en suma, condenarnos a no ver en el mundo sino un mecanismo (y esto sería ya conceder mucho, pues el movimiento mismo implica una síntesis que trasciende los puntos sucesivos o yuxtapuestos). Ahora bien, si más allá de lo que la física puede decirnos, admitimos que la belleza de los colores o de los sonidos, que los datos de la conciencia o las obras maestras de la vida social tienen un sentido y una realidad, entonces hemos de vincular toda esta ciencia, toda esta vida a un Superadditum quid, radicalmente irreductible: en otras palabras, existen, conforme avanzamos en la jerarquía de los seres en los que vivimos, unidades nuevas, significativas y superiormente reales, que están fundadas sobre multiplicidades prodigiosas. Es preciso que estas unidades tengan una consistencia propia.86
Tras esta cita uno puede decir que Blondel ha encontrado en la doctrina del vinculum una idea valiosa. En esencia ha visto la necesidad de postular una unidad fundante a todos los niveles de los seres, pues sin la existencia de la unidad tendría que admitirse que todo es dispersión, piezas sueltas e inconexas. También se encuentra en Donald Rutherford, autor contemporáneo de un estudio sobre Leibniz, una valoración similar de la doctrina del vinculum cuando dice que “aunque hay lagunas en este cuadro general, ha de apreciarse aquí el esfuerzo admirable de Leibniz por mostrar sus intuiciones acerca de la independencia y la espontaneidad de las mónadas a la vez que mostrar cómo juntas forman un solo mundo”.87
1.3.1. El ser y los seres
Ahora bien, es importante notar, como hace Nédoncelle, que la doctrina del vinculum era conocida por los lectores de Francisco Suárez, entre ellos Leibniz. Así que Leibniz no la inventó como parece dar a entender Blondel.88 Sin embargo, el estudio de Blondel sobre Leibniz es muy interesante, pues aunque no descifra el pensamiento de Leibniz, sí “esclarece el de Blondel”.89
Así, de hecho, en otro artículo sobre la filosofía de Blondel,90 Nédoncelle explica cómo el filósofo dijonés en su obra de 1935, L’Être et les êtres, ofrece un estudio ulterior sobre la unidad substancial o, en otros términos, sobre el ser. La noción de ser que Blondel maneja aquí es la de aquello que de alguna manera perdura a través del cambio, aquello que posee una “especie de armadura” resistente al cambio y que puede ser concebido como un “soporte fijo”.91 Así que se puede decir que, al hacer su búsqueda del ser, Blondel está buscando unidades substanciales o substancias individuales.
De entrada, descarta la idea de la no-existencia, por tratarse de una pseudoidea. Enseguida se dirige al estudio del ser. A Maurice Nédoncelle le parece que Blondel ha despachado demasiado pronto la cuestión de la desaparición existencial (évanouissement). Uno se pregunta, en efecto, por qué el ser deja de ser. Pregunta que por entonces ya trataban Martin Heiddeger y Karl Jaspers. Pienso que con razón se aborda esta cuestión cuando se toma en cuenta que la duración en el tiempo, esto es, la temporalidad entra en la definición misma del ser. Así que hace falta un estudio del tiempo para dar cuenta de la existencia y de la evanescencia siempre; mas, sobre esto, se dirá algo posteriormente. En todo caso Blondel emprende su búsqueda del ser comenzando por la materia. Como era de esperarse no concede una auténtica unidad substancial a los seres materiales inertes. Le parece que son demasiado cambiantes y están compuestos de piezas fácilmente intercambiables.
Junto a la materia se aprecian los seres vivos. Estos presentan una consistencia e integración mucho mayor, pero de todas formas no tienen la permanencia que sería propia del ser. Enseguida Blondel habla de las personas. En este caso se trata de saber si la persona es el ser mismo, “un ser capaz de consolidarse y de bastarse como substancia constituida en su unidad, su autonomía y su persistencia definida y definitiva”.92
Uno supondría, dice Nédoncelle, que las personas tendrían para Blondel el rango de ser, pero no es así. Cuanto Blondel arguye es que la persona tampoco tiene una unidad tal como para considerarla ser. Cuando habla de la persona se está refiriendo a la “unidad del yo”.93 Esta es en realidad aparente y “parece estar hecha de polvo”.94
Quizás uno se sorprende de esta afirmación blondeliana. Sin embargo, enseguida se ve por qué procede de este modo. Si se tiene presente su estudio sobre Leibniz, fácilmente se aprecia cómo Blondel está evitando caer en la trampa de las mónadas incomunicables. Blondel ha sustituido con una perspectiva interpersonal la monadología que a la saga de Leibniz parecía afectar todo estudio de la persona.95 En efecto, si hiciera de cada persona una unidad substancial acabada, luego tendría problemas para explicar sus mutaciones y, más aún, su influjo mutuo. Cada mónada tendría que ser impermeable a las variaciones causadas por agentes externos.
Es de notar aquí que Blondel está en contra de aquella idea del ser como algo autónomo y autosuficiente. Como explica Nédoncelle, esta idea es uno de los puntos más sugerentes del trabajo de Blondel. En contra de una larga tradición filosófica que parte de Xenófanes, Blondel no piensa que se deba concebir al universo o, para el caso, a cada uno de los seres que lo componen, como un todo acabado. Nédoncelle nota que ni cada uno de los que llamamos seres ni el mundo en su conjunto es autosuficiente. La experiencia y la ciencia hacen ver que el “mundo es relativo, abierto, contingente”.96
Quedaría incompleto el resumen hecho por Nédoncelle del texto de Blondel, L’Être et les êtres, si no se alude al dogma de la Santísima Trinidad. Para Blondel resulta claro que si cada una de las personas de la Trinidad de las que habla la fe católica no son seres absolutamente independientes la una de la otra, entonces tampoco puede pensarse que las personas son un ser acabado o cerrado cada una. Conque si en Dios la persona no es un ser totalmente independiente, habrá que desconfiar de las posturas que erigen a cada persona humana como un absoluto. Justamente aquí estará la crítica de Blondel al personalismo filosófico, pues considerará que éste erige a la persona en un absoluto. Mas la crítica de Blondel al personalismo es considerada por Nédoncelle en otro lugar.97
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