Cuando percibas este tipo de “cosas” que te llamen la atención, como la entrada de Kato, deberías anotarlas y guardarlas en tu caja de herramientas del actor, ya que es muy probable que en algún momento las puedas utilizar como inspiración, como creo que es el caso de la entrada de Galgo.
Regresemos a Los mercenarios 3. Quiero resaltar la forma en que termina la primera escena de Galgo. Fíjate en su modo de girarse al final. Podrás observar una forma marcial de girarse que dimensiona al personaje como ex militar.
Además, en Los mercenarios 3 encontramos algo que sirve muy bien a este propósito de identificar las decisiones del actor y que es el motivo por el que la uso como ejemplo. En un momento dado encontramos a Barney y a Galgo en el hangar de un aeropuerto, mientras preparan el avión para la misión que van a emprender. Entre medias de los diálogos que sirven para seguir presentando al personaje Galgo, se nos informa de que es un miembro del cuerpo militar español de La Legión, cuando este simula desfilar como un “legionario” y canta la canción “El novio de la muerte”. Esta canción y la forma característica de desfilar de ese cuerpo del ejército español son claramente una aportación de Antonio Banderas, malagueño y conocedor, tanto del cuerpo militar como de su forma característica de desfilar y de la famosa canción —es posible que mencionar a Ponce de León también fuera una propuesta suya—. Claramente no son aportaciones del guionista, porque hubiéramos visto algo similar en el resto de personajes de su submundo.
En este ejercicio, que sirve para seguir desarrollando la habilidad de ver con los ojos de un actor, se trata de aprender a percibir lo que el actor, como artista creador de su personaje, le aporta. Después habría que valorar lo acertado o no de dicha aportación, y lo acertado o no de la forma en que se incorporó a la película. En este caso particular, desde mi perspectiva, no se incorporó de la mejor manera posible, lo que hace que sirva muy bien como ejemplo, ya que se percibe claramente y no debería hacerlo. Les faltó que esa aportación se trabajara más en el de guion.
Todas las escenas deben cumplir una función para el desarrollo de la historia. En ocasiones esa función es presentar a un determinado personaje. En este caso ya nos habían presentado al personaje, pero vuelven a mostrar una escena, que realmente no hace avanzar la historia, para profundizar en su presentación. Quizás para darle mayor relevancia a la presencia de un actor de la trayectoria de Banderas, pero deberían haber proporcionado dicha información a la vez que la historia avanzaba.
En cualquier caso, hay que reconocer que esa aportación le proporcionó un sello característico al personaje, al definirlo no solo como exmilitar, que es muy genérico, sino como legionario, que es más particular. Su aportación nos dice mucho más de lo que se nos dice sobre el resto de personajes de su submundo, lo que le hace sobresalir.
Además, como este libro pretende que aprendas a ver con los ojos de un actor, mencionaré que, desde mi perspectiva, la decisión de crear un personaje que no para de hablar y que mantiene un nivel de energía tan alto, atrae la mirada del espectador, pero no produce un resultado agradable. No la veo, por tanto, una decisión acertada. No involucra mi mente para intentar comprender, sino que me da mucha información, más de la que necesito, y con un nivel de energía demasiado alto.
Si lo que vemos y lo que escuchamos transmite el mismo mensaje, no necesitará de la atención completa del espectador. Este se pondrá a comer palomitas, a mirar el móvil o lo que sea
Es común que los actores “nos perdamos” en el personaje, y no siempre podremos confiar en que el director nos sepa dirigir. Esto se acentúa cuando se trata de grandes estrellas, como Antonio Banderas, pues, muchos directores, sin la confianza, conocimiento y experiencia necesaria, pueden no atreverse a “corregir”, a dirigir, a un actor tan prestigioso. Por otra parte, la decisión final de lo que se mostrará en la pantalla recaerá sobre el montador, que en muchas ocasiones no será el director.
Regresemos al asunto. En los cursos, cuando hablo de las propuestas de los actores, muchos lo ven como una “osadía”: «Que si no será bienvenida ni aceptada, que si me verán como problemático, que si...». Debemos entender que el guionista centra su trabajo en contar toda la historia; el director, en dirigir a todo el equipo técnico y artístico; y el actor, única y exclusivamente, en crear su personaje. Si haces un verdadero trabajo, lo normal es que llegues a comprender a tu personaje mejor que nadie, incluso mejor que el escritor, puesto que ya no se tratará del personaje del guionista, sino del personaje que tú has creado con el material que el guionista te proporcionó.
Es posible que encuentres algunas dificultades. Por ejemplo, los Estudios Disney se plantearon despedir a Johnny Deep porque no entendían ni les gustaba lo que estaba haciendo con su creación del capitán Jack Sparrow en Piratas del Caribe: La maldición de La Perla Negra (Gore Verbinski, 2003). Por suerte para ellos, para Deep y para todos nosotros no lo hicieron, lo que dio origen a una de las sagas de mayor éxito de nuestros días.
Este es otro caso en el que el personaje más fascinante no es el protagonista de la historia. Como en el caso de Hannibal Lecter, se desarrollaron películas posteriores en las que Jack Sparrow se convirtió en el protagonista.
Ya que he mencionado a Johnny Deep, le citaré: «Me siento feliz con el proceso, el proceso es lo que me interesa. El proceso de crear, de explorar, de romper las reglas, porque puedes volverte obsoleto. Siempre he estado interesado en tratar de evitar lo esperado».
Y ya que estamos hablando de las decisiones creativas del actor, mencionaré que Johnny Deep tomó la decisión creativa de que su personaje, Jack Sparrow, cuando estuviera en tierra firme, se balanceara como si no tuviera equilibrio —por esto parece borracho y no les gustaba a los ejecutivos de Disney—, mientras que al estar sobre su barco se encontraba en perfecto equilibrio.
Esta decisión no surgió de una ocurrencia, sino de una comprensión profunda de su personaje. Al navegar en un barco es muy probable que nos mareemos debido al balanceo producido por el movimiento del mar. Pero cuando nuestro oído interno se acostumbra a ese balanceo, al llegar a tierra firme nos desequilibramos hasta que nuestro oído interno se acostumbra a esa nueva situación.
¿Qué fin perseguimos con nuestras decisiones creativas? Como dice Johnny Deep, crear, explorar, romper las reglas y evitar volvernos obsoletos. ¿A cuántos personajes de piratas le has visto algo similar?
Para valorar lo acertado o no de nuestras decisiones creativas deberemos ponerlas a prueba, cuestionarlas. En primer lugar, deberemos entender la función que el personaje desempeña dentro de la historia y ver si es compatible con nuestra decisión creativa. En el caso de Jack Sparrow, nos proporciona gran parte de la comedia de la historia —su arquetipo es el bromista, bufón, truhán—. También deberemos entender el género o combinación de géneros, y, sobre todo, deberemos entender a qué público va dirigida nuestra obra. En este caso a los niños. Desde el punto de vista de los directivos de Disney esa creación no era apropiada para su público, pero la veían como adultos. Entonces, ¿qué deberíamos hacer? Poner a prueba nuestra propuesta con niños y contemplar sus reacciones. Si se ríen al verla es que estamos consiguiendo nuestro propósito, y entonces defenderás tu decisión creativa ante quien sea. Recuerda que es muy común que los niños se diviertan jugando a girar sobre sí mismos hasta marearse y perder el equilibrio.
Para valorar lo acertado de la decisión creativa de Johnny Deep solo debemos fijarnos en la cantidad de niños que utilizan a Jack Sparrow para disfrazarse de él en sus fiestas, y la labor social que desempeñó Deep visitando a niños hospitalizados con enfermedades graves, vestido como el capitán Jack Sparrow, porque era al personaje que esos niños querían ver.
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