Pero, pasado el mal trago, Puccini volvió a las andadas suicidando a la fiel esclava Liú tras dejarle cantar la bellísima aria Tu che di gel sei cinta («Tú, que estás rodeada de hielo») Sería su último suicidio porque el maestro, fumador empedernido, falleció sin acabar Turandot víctima de un cáncer de laringe.
Además del homicidio y el suicidio son menos frecuentes otras causas de muerte como las naturales (vejez, enfermedad), las catástrofes naturales, las emociones intensas, el «desfallecimiento» y las que calificamos de misteriosas o sobrenaturales (desaparición, condenación, ascenso al cielo, etc).
Aunque no todas, la gran mayoría de las muertes de personajes operísticos —hablamos de protagonistas principales— pertenecen a una de estas dos clases: fulminante o interminable.
Como es obvio, la muerte será más inmediata cuanto más violenta y cotundente lo sea el mecanismo que la produce: Ana Bolena, Jokanaán o Roberto Devereux, por ejemplo, no pueden permanecer vivos ni un instante tras su decapitación, lo que priva a estos personajes de la posibilidad de seguir cantando ni en pianissimo . Pero algunos personajes perecen nada más recibir su merecido, incluso con la cabeza en su sitio, casi sin decir ni palabra, como Melot tras caer fulminado por la espada de Kurwenal o Pelleas por la de su hermanastro Golaud. Otros tienen tiempo de lanzar algún alarido antes de expirar, como Clitemnestra a manos de su hijo Orestes, e incluso de articular alguna frase, como Atila cuando descubre que su asesina es su prometida, o varias, como el barón Scarpia después que Tosca le hinque el cuchillo de la cena en su pecho inflamado de lujuria. Y otros, en fin, han de seguir cantando todavía un buen rato —y con qué bríos— aunque estén desangrándose, como Werther y Tristán, éste último durante un largo tercer acto entero.
El «podio» de la muerte en el escenario
Resulta significativo que las tres óperas más representadas en todo el mundo finalicen con la muerte de sus protagonistas femeninas, dos de la misma enfermedad infecciosa (tuberculosis pulmonar) y la tercera asesinada por un amante despechado. Si existiera una competición por el número de veces que fallecen todos los años sobre los escenarios, el podio estaría ocupado del siguiente modo inalterable:
1º. Violeta ( La traviata , de Verdi)
2º. Mimí ( La bohème , de Puccini)
3º. Carmen ( Carmen , de Bizet)
En los tres casos, el óbito de la protagonista se produce al final del último acto como clímax dramático sobre un acorde de toda la orquesta en modo menor tras el cual ya no cabe más acción que la bajada del telón. Parafraseando las últimas palabras de Tonio 6 en Payasos , con la muerte de la protagonista, la tragedia è finita!
LA MUERTE LLAMA DOS VECES
Eurídice
En la mitología griega, la ninfa Eurídice es la esposa de Orfeo, el cantante hijo de Apolo que calmaba a los animales y sosegaba a los humanos con su lira. Huyendo de otro pretendiente, Eurídice pisa una serpiente venenosa cuya mordedura le produce la muerte. Hondamente apenado, Orfeo desciende al inframundo y con su emotivo canto logra que Hades devuelva a su amada a la vida, a condición de que camine delante de ella y no le dirija la mirada hasta que la luz del sol cubra su cuerpo. Pero el impaciente Orfeo no soporta la espera, se vuelve para mirar a su amada y ésta desaparece para siempre.
Escena de Orfeo y Eurídice , de Ch. W. Gluck.
Un final triste que el compositor Cristoph Willibald Gluck, con ayuda del libretista Raniero de Calzabigi —compañero de correrías, como da Ponte, del polifacético libertino Giacomo Casanova— se encargó de rectificar en su versión operística del mito. Otros compositores, como Jacopo Peri ( Euridice , 1600), Giulio Caccini ( L’Euridice , 1602) y Claudio Monteverdi ( Orfeo , 1607) habían tratado el mito en los albores de un período barroco operístico que justamente se considera finiquitado por la versión de Gluck.
Orfeo y Eurídice fue una ópera revolucionaria con la que Gluck inició una profunda reforma del género al abandonar las viejas convenciones de la ópera seria (recitativo secco 7 , aria da capo 8 , etc.) y los excesos vocales de los divos y castrati barrocos, que enlentecían y encorsetaban la acción, a favor de un estilo más ágil y dotado de mayor fuerza dramática. También impuso la obertura y otorgó protagonismo al coro.
En la ópera de Gluck, cuando Eurídice muere por segunda vez debido a la impaciencia de Orfeo, éste decide suicidarse para reunirse con ella pero Cupido, deus ex machina 9 , les consigue una segunda oportunidad y Eurídice regresa por segunda vez del reino de los muertos para quedarse definitivamente en el de los vivos con su Orfeo. Una convención de la ópera seria, el lieto fine (final feliz) que, para satisfacción del público, Gluck no logró sacudirse. Esta Eurídice clásica es el único personaje de ópera que no sólo está muerta cuando se alza el telón y viva cuando cae sino que por el medio muere otra vez y resucita dos.
Pero hay una versión actualizada del personaje en la que muere de una vez por todas. Se trata de la ópera de cámara Las desgracias de Orfeo , de Darius Milhaud, estrenada en 1926, en la que intervienen Orfeo (barítono), Eurídice (soprano) y tres coros: de artesanos, de gitanos y de fieras. En el libreto, de Armand Lunel, Orfeo es un boticario que se enamora de la gitana Eurídice. Los amantes huyen al bosque, donde confraternizan con un oso, un lobo, un jabalí y un zorro, pero ante la impotencia del boticario Eurídice muere de una extraña enfermedad y Orfeo acaba asesinado por los gitanos.
Aunque Beethoven subtituló su ópera Fidelio «El amor conyugal», si hay otra que merece tal sobrenombre es la conmovedora historia de Alcestes y Admeto que de nuevo Calzabigi extrajo y modificó del Alcestis de Eurípides para elaborar el libreto de Alceste , de Cristoph Willibald Gluck. En esta obra, fundamental en la reforma del género operístico que emprendió el compositor, éste y su libretista repiten el tema del rescate de la muerte a las puertas del inframundo, ya tratado en su anterior colaboración, Orfeo y Eurídice.
Como prólogo a su obra, Gluck escribió:
Me he esforzado por restringir la música a su verdadero oficio de servir a la poesía por medio de la expresión y siguiendo las situaciones de la historia, sin interrumpir la acción ni ahogarla con una inútil superfluidad de adornos... No quería arrestar a un actor en el mayor calor del diálogo para esperar a un ritornello (repetición) tedioso, ni retenerlo en medio de una palabra en una vocal favorable a su voz.... He buscado abolir todos los abusos contra los que el sentido común y la razón han gritado en vano...
Una primera versión de Alceste se estrenó en Viena cantada en italiano, pero años más tarde Gluck presentó la definitiva en París cantada en francés. En la versión italiana el deus ex machina que acaba librando de la muerte a los protagonistas es Apolo, pero en la francesa lo consigue un amigo de la familia tan influyente como Hércules.
Admeto, rey de Tesalia, está gravemente enfermo, y el oráculo vaticina que morirá salvo que alguien lo haga por él. Nadie está por la labor y será su amada esposa Alcestes quien ofrezca su vida («Morir por lo que amamos es un esfuerzo demasiado suave»). Los dioses del infierno (las «Divinités du Styx» de la célebre aria) aceptan el trato y Alcestes se dispone a ingresar en él pero Admeto, súbitamente recuperado, se entera y corre a impedirlo. A las puertas del reino de la Muerte, los esposos pugnan por sacrificarse el uno por el otro hasta que Hércules les monta una bronca a los dioses infernales y logra que Apolo los devuelva a los dos a una vida de felicidad… hasta que algún día, ya sin remedio posible, la muerte los separe para siempre.
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