– Tiranicidio: a un tirano (Gessler de Guillermo Tell )
– Pasional o de género: ( Carmen, Nedda )
• Suicidio, que en la ópera se ejecuta de tres maneras sobre todo:
– Inmolación en hoguera ( Norma, Dido, Brunilda)
– Con arma blanca ( Butterfly , Edgardo , Gioconda )
– Con arma de fuego ( Werther )
• Ejecución ( Blanche de la Force ), Linchamiento ( Cardillac ) o Duelo ( Siegmund, Turiddu )
• Masacre ( El ejército del Faraón, los filisteos en el templo de Dagon )
• Natural, a causa de:
– Enfermedad ( Violeta, Aschenbach )
– Vejez ( Don Quijote, Emilia Marty )
– Fallo cardíaco ( El enano )
– Parto ( Sieglinde )
– Accidente montañero ( Hagenbach )
– Sed o insolación ( Manon, Mireille )
• Emoción intensa ( Isolda, Kundry, Boris Godunov ).
• Causas sobrenaturales, como la condenación ( Fausto, Don Giovanni ), la desaparición ( Don Carlos ) o la asunción al cielo ( Margarita ).
• Causas insólitas, como la del Rey Dodón por la picadura de El Gallo de oro o la del pastor Acis, aplastado por el pedrusco que le lanza el iracundo Polifemo ( Acis y Galatea ).
Nuestra pequeña estadística
De los 230 personajes operísticos muertos analizados en esta obra, la gran mayoría perecen de forma violenta (81,2%), con predominio de los homicidios (56,6%, incluyendo las ejecuciones y los duelos) y seguido de los suicidios (23,2%), de claro predominio femenino (64%). El tercer lugar lo ocupa la muerte por causas naturales o enfermedad (8,7%), el cuarto la desaparición (6%) y el quinto las muertes por «desfallecimiento» (2,7%). El 2,8% restante se reparte entre una miscelánea de causas infrecuentes.
A continuación, analizaremos brevemente las características de las dos principales causas de fallecimiento en la ópera: matar y matarse.
La vida, definida por filósofos y académicos de la Lengua como «fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee», es, además de un fenómeno biológico, un bien jurídico, «el más valioso», al que todo humano tiene derecho, aunque nadie esté obligado legalmente a vivir (los intentos frustrados de suicidio no son delictivos). Dejando de lado dos cuestiones tan polémicas como el aborto y la pena de muerte, el homicidio o acción de matar a una persona es socialmente rechazable, moralmente reprobable y legalmente punible. Mas, dependiendo de las circunstancias, en Derecho se distinguen dos tipos básicos de homicidio:
• Homicidio simple, cuando no concurren circunstancias como premeditación o alevosía, y la muerte se puede producir accidentalmente o por exceso en el uso de una violencia que no pretendía matar.
• Homicidio doloso o asesinato, cuando el homicida tiene la intención de matar a su víctima y posee competencia moral para entender la ilicitud de tal acto y sus consecuencias.
Riccardo (Gregory Kunde) cae asesinado en Un ballo in maschera de Giuseppe Verdi.
En el homicidio doloso pueden concurrir las llamadas circunstancias agravantes, a saber:
– Premeditación: planificación del acto homicida por el autor.
– Nocturnidad u ocultación: el homicida actúa de noche o provisto de un disfraz.
– Alevosía: cuando la víctima no puede defenderse.
– Ensañamiento: producción de sufrimiento añadido innecesario a la víctima.
– Abuso de la confianza existente entre el homicida y su víctima.
– Recompensa: el homicida actúa por encargo remunerado.
En estos casos, el homicidio se convierte en asesinato.
En algunos ordenamientos jurídicos se contempla igualmente la concurrencia de circunstancias atenuantes e incluso eximentes de responsabilidad, como:
– Arrebato por alteración psíquica debida a enfermedad mental o por efecto de sustancias psicoactivas como las drogas o el alcohol.
– Miedo insuperable.
– Estado de necesidad.
– Cumplimiento de la ley o de una sentencia.
En el teatro, y por ende en la ópera, el homicidio es un recurso dramático muy frecuente, además de la primera causa de muerte provocada o violenta, como hemos señalado. Atendiendo a las circunstancias aludidas, he aquí algunos ejemplos de óperas en las que se producen diferentes tipos de homicidio:
En La dama de picas de Chaikovski, Herman sólo pretende asustar a la Condesa amenazándola con una pistola —descargada— para que le revele el secreto de las tres cartas que siempre ganan, pero la anciana sufre tal impresión que en el acto segundo muere súbitamente llevándose el secreto a la tumba… pero solo hasta el tercero.
En Billy Budd de Britten, cuando el malvado Claggart acusa injustamente a Billy de amotinamiento ante el capitán del barco, el pobre marinero, nervioso e incapaz de articular palabra por su tartamudez, le propina un puñetazo al maestro de armas con tan mala suerte que se desnuca al caer al suelo y muere.
En Cavalleria rusticana de Mascagni, Alfio desea matar a Turiddu y lo reta a una lucha ilegal cuerpo a cuerpo en la que Turiddu no sólo no está indefenso, sino que pudo haber matado en igualdad de condiciones al marido de su amante.
Por el contrario, en Macbeth de Verdi la muerte del rey Duncan es un asesinato en toda regla a manos del matrimonio Macbeth con varios agravantes: nocturnidad, abuso de confianza, alevosía, premeditación y ensañamiento.
Homicidios «justificados»
Desde un punto de vista bioético, quitar la vida un ser humano a otro es un acto contrario a la moral y por tanto reprobable, pero no siempre punible. La Ley contempla circunstancias eximentes de responsabilidad en algunos homicidios, empezando por los que ella misma impone como castigo legal. El mayor homicida en serie de la historia, Charles-Henri Sanson, murió en su cama después de matar a 2.918 personas. Fue el verdugo de París durante cuarenta años y en la nómina de sus guillotinados figuran el rey Luis XVI, un poeta llamado André Chénier y las dieciséis monjas carmelitas de Compiègne.
Las ejecuciones de sentencias de muerte
Si la vida es el don más preciado del ser humano, arrebatársela constituye el mayor de los castigos. La pena de muerte o «capital» es un homicidio legal que todavía es legal en una veintena de países, todos ellos gobernados por regímenes autoritarios con las excepciones de Japón y de algunos Estados Unidos de Norteamérica.
En el repertorio operístico abundan los casos de ejecución, casi todos motivados por represiones políticas, intolerancia religiosa o superstición, y realizados de diversos modos.
• Quema en hoguera: el «fuego purificador» era el método preferido para acabar con herejes y brujas. La lista de víctimas operísticas de la Inquisición es larga: Rachel ( La judía ), Juana de Arco , Renata ( El ángel de fuego ), Silvana ( La llama ), El prisionero , Grandier ( Los demonios de Loudun )…
• Decapitación: el modo de ejecutar a un reo «separando la cabeza del cuerpo» fue evolucionando desde la espada y el hacha, que exigían la destreza del verdugo, hasta la infalible guillotina. Entre los personajes decapitados a espada destacan Jokanaán ( Salomé ) y el príncipe de Persia ( Turandot ). El hacha fue la preferida en las «óperas Tudor», en las que Ana Bolena , María Estuardo y Roberto Devereux acaban perdiendo la cabeza. La guillotina, un invento de la Revolución Francesa, se llevó por delante a Danton ( La muerte de Danton ), a Andrea Chénier y Magdalena y a Blanche de la Force y sus quince compañeras monjas ( Diálogos de carmelitas ).
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