Se dice que el llamado de Vásquez tenía como objetivo persuadir a Rosas para que retirara la denuncia que había dado pie a la apertura de este segundo proceso disciplinario contra Elgueta. Vásquez admite llamados, pero explica que solo quería felicitar a la mujer por su matrimonio, que conoce a Cristina Rosas por la larga relación de amistad que él tiene con Elgueta.
Emilio Elgueta no fue sancionado en este nuevo proceso sumarial. El ministro instructor que llevaba la investigación propuso el sobreseimiento de la causa, decisión ratificada luego por la Corte Suprema.
El miedo de aparecer nuevamente en titulares y ver expuesta su vida, ahora en Rancagua, volvió a rondarle. Poco antes de que se precipitara la trama que terminó por segunda vez con un sumario en su contra, Emilio Elgueta interpuso un recurso de amparo en la justicia para borrar de internet las notas de prensa que se referían a la primera sanción que recibió en 2010, tras la denuncia de Alejandra Rebolledo.
Dice el recurso: “Deduce acción de protección en contra de la empresa Google Chile por mantener –como empresa proveedora de servicios y de búsqueda de contenidos en Internet– información referida a una situación de orden judicial y privada que le aconteció, lo cual implica una afectación de su integridad y la de sus hijos, y de su derecho al respeto y protección de su vida privada y pública, y la honra de su persona y de su familia”.
En el escrito se aclara que Elgueta y Rebolledo tuvieron “dificultades” familiares el año 2010, pero que ya se encuentran “subsanadas”.
El 15 de enero de 2014, cuatro días después del altercado en la iglesia, ese recurso fue desestimado por los tribunales: “El recurrente tiene una confusión respecto de cómo funciona el motor de búsqueda Google. (...) Google no publica contenido, sino que muestra como resultado de búsqueda la página web donde dicho contenido estaría publicado (...) el recurrente ni siquiera identifica la fuente de publicación que reprocha”.
Para peor, la noticia de la apertura de este segundo sumario administrativo en su contra –incluidos los incidentes en la iglesia– reventaría poco después en la prensa. A contrapelo de sus propósitos, la presencia en la web de Elgueta aumentó. Aún así, sus tribulaciones no alcanzaban a ocupar la totalidad de la primera página de resultados del popular buscador.
Hoy su nombre está por todas partes.
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En ocasiones, Luis Evaristo Arenas Contreras atiende gratis a pacientes con problemas económicos en Rancagua. Personas que conocen al médico cirujano lo definen como un tipo sociable, entrador. Agregan que a veces también visita sin costo a personas mayores de edad en sus propios domicilios. Son varios los que lo saludan en la calle, cuando va o viene de su consulta ubicada en la céntrica Alameda de la ciudad, casi al frente del Hospital Regional de Rancagua. Luis Arenas, o “Luchín”, como le llaman algunos con cariño, es popular.
A las habilidades sociales del doctor, habría que agregar que Rancagua es un micromundo. Personajes como él se hacen notar. Las historias –desgracias ajenas más que buenaventuras– se desparraman rápido. Nada tan distinto a lo que sucede en otras ciudades de Chile. Pero Rancagua ha estado movida.
En la plaza de armas de la ciudad –Plaza de los Héroes– hay un puestito de café con mesas al aire libre. Es un punto estratégico donde se puede medir la temperatura de lo que pasa en la ciudad. Está ubicado de manera equidistante, entre la Municipalidad y la Intendencia; cerca de la Catedral; a un par de cuadras del Servicio de Impuestos Internos y del Conservador de Bienes Raíces, y a unas cuantas más de la Fiscalía Regional y de la Corte de Apelaciones, en calle Brasil 992.
En ese café, en el centro del poder rancagüino, se junta pasado el mediodía un grupo de hombres a discutir. Se toman su tiempo, pasan horas, varios días a la semana. Algunos cargan con aventuras políticas fallidas, otros son artesanos, escritores, columnistas esporádicos de medios locales. Hablan fuerte, se echan tallas, interpretan los acontecimientos. Tienen el pulso de lo que pasa, de lo que se sabe oficialmente y de lo que circula bajo cuerdas. Tema no les ha faltado, sobre todo desde que ese caluroso 5 de febrero de 2015 estallara el escándalo de especulación inmobiliaria en la vecina comuna de Machalí, con la nuera y el hijo de la expresidenta Michelle Bachelet como protagonistas.
Como una bola de nieve en descenso y con el bullado Caso coimas de 2002 como un lejano telón de fondo –oportunidad en que Bernardo Córdova, “El Hombre del Cartel”, le propinó un cartelazo en la cabeza al exsubsecretario Patricio Tombolini, imputado y luego absuelto en esa causa–, Rancagua ha vuelto a granjearse fama como epicentro de noticias nacionales.
Ellos pueden ofrecer versiones, con mayor o menor precisión, sobre la debacle en la Corte de Apelaciones de Rancagua y cómo esto conecta, en un punto específico pero clave, con el caso Caval; sobre cómo, casi inmediatamente después del derrumbe del tribunal de alzada rancagüino, se desplomó la Fiscalía de esa ciudad con la suspensión de los persecutores jefes de esa institución, Emiliano Arias y Sergio Moya; sobre el fraude con los fondos del Teatro Regional, dependiente del municipio, y sobre la sustracción de estatuas de alto valor patrimonial que aparecieron decorando la hacienda del empresario Raúl Schüler, en Mostazal. También sobre la madeja de poder que allí se teje entre parlamentarios, ministros de Estado, magistrados, jueces, notarios, ediles, autoridades locales, fiscales y abogados. Quién es quién; quién con quién. Todo –y todos– muy cerca, quizá demasiado.
Algunos admiten que Elgueta pudo haber “metido las patas”, pero creen que le están pasando la cuenta por sus fallos, por ser un ministro de izquierda. Por “meter las patas” se refieren, entre otras cosas, a que se vinculó con las personas equivocadas.
El doctor Luis Arenas Contreras, pieza visible de ese micromundo rancagüino, también es conocido por extender licencias y recetas médicas con generosidad. Su nombre incluso traspasó el boca a boca. Una página web en la que usuarios evalúan y recomiendan doctores, califica a Arenas Contreras con nota máxima, sobre la base de una decena de opiniones. Solo loas hacia el doctor: humano, de buen corazón, preciso en diagnósticos, empático, atento, hasta sabio. Salvo por el comentario número cinco:
Muy buen médico para quienes andamos buscando una justificación para no trabajar. (...) Te puede diagnosticar desde una depresión hasta una leucemia, pasando por lumbagos, endocarditis. Solo cobra 15 lukitas (sic) por 12 días de licencia.
Puede no significar nada, un comentario “mala leche” de un usuario que, además, se resguarda en el anonimato. Pero en abril de 2015, al doctor Arenas le cayó encima el Servicio de Impuestos Internos (SII). En una ofensiva que el organismo llevó a cabo a nivel nacional tras detectar un explosivo aumento de licencias médicas fraudulentas, a Luis Arenas se le acusó por omisión maliciosa de impuestos. Fueron al menos 1.500 las boletas de honorarios que habría emitido entre 2008 y 2010 (140 millones de pesos en total) por servicios médicos que según el SII no declaró. El doctor fue condenado en juicio abreviado por esos hechos en abril de 2017.
Fue la segunda condena que recibió en menos de un mes. Solo días antes había enfrentado en tribunales rancagüinos el término de otro largo proceso judicial en su contra, esta vez por tráfico de sicotrópicos. Y es en relación con ese proceso judicial donde entra en escena el exministro Emilio Elgueta.
Elgueta conoció a Luis Arenas poco después de llegar a Rancagua, en mayo de 2011. Los juntó la logia masónica Jorge Washington Nº 56, en calle Almarza, de la que ambos eran miembros. A ellos se sumaba el fallecido ministro Marcelo Albornoz –también miembro de esa logia– y el ministro Marcelo Vásquez Fernández, que llegó desde Valdivia a la Corte de Apelaciones de Rancagua en enero de 2016.
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