Para J. Bleger esta parte del encuadre, indiscriminada por naturaleza, es producto de una metaconducta que el paciente trae al análisis sin darse cuenta y puede confundir al analista; si lo ha detectado, deberá ocuparse de ella por la actividad interpretativa −como sugería S. Freud, per via di levare . Rescatar aquello que estaba ahí e integrarlo a la corriente del pensamiento. Su aparición en el proceso analítico conduce al surgimiento de una grieta, atravesada por su mundo fantasmático, por donde se introduce la realidad que descompensa al paciente. 21
José Bleger sostiene que, cuando no nos damos cuenta de esta actividad inconsciente de la mente, se produce una reacción terapéutica negativa, originándose un impasse en el análisis. Una vez detectado por el analista y trabajado interpretativamente se produce la catástrofe por la aparición de lo real, producida por la emergencia de este mundo fantasmático, clivado, indiferenciado. Se debe, entonces, prestar suma atención y trabajar interpretativamente, de un modo continente con las emociones primitivas del paciente, dado que es un momento regresivo de profunda desintegración yoica del analizando: emerge el no-Yo, la parte psicótica de la personalidad.
Analizar este mundo confuso y clivado conlleva al crecimiento mental del paciente, dado que, entre otras variables, fue lo que lo condujo (sin darse cuenta) al análisis, fue el anhelo inconsciente de integrar esta fracción de su vida para modificar esa simbiosis original que no le permitía crecer y vivir en una pura repetición, es decir, en un intenso cultivo de la pulsión de muerte. Su visibilidad permitirá reencausar el proceso psicoanalítico y romper con la simbiosis originaria.
Horacio R. Etchegoyen −uno de los analizados y discípulos más distinguidos de H. Racker− sigue sus pasos y escribe el perdurable libro Los fundamentos de la técnica psicoanalítica e interviene debatiendo con lo que propone J. Bleger sobre el encuadre. Muestra su diferencia cuando piensa −desde los postulados de M. Klein (para quien la relación de objeto se produce desde el inicio de la vida a través de la identificación proyectiva, mecanismo de defensa prínceps , que lleva a establecer un vínculo temprano clivado, producto de la fantasía ligada a las pulsiones de vida y de muerte)− que no existe un espacio signado por la simbiosis. Además, la fantasía ocupa un lugar central en su forma de percibir al psiquismo temprano. Para M. Klein y H. Etchegoyen son las fantasías innatas las que se establecen en el vínculo con el objeto desde el comienzo de la vida, mientras que para Bleger no ocupan el mismo lugar central pero sí la indiferenciación ligada a la simbiosis.
Horacio R. Etchegoyen sostiene que “todo encuadre influye en el desarrollo del proceso al que pertenece y, viceversa, ningún proceso puede darse si no es dentro de un encuadre.” 22Además indica que todo tratamiento psicoanalítico “se propone reconstruir el pasado borrando las lagunas del recuerdo de la primera infancia, que son producto de la represión”. Otorga un lugar central al desarrollo temprano, a la etapa preverbal de los primeros tiempos del bebé, cuestión que se actualiza en el vínculo con el analista en la transferencia y que testeará en las respuestas del analizando a su actividad interpretativa. Hasta aquí coincide en líneas generales con H. Racker y J. Bleger.
Horacio R. Etchegoyen, cuando piensa el encuadre psicoanalítico, parte de los postulados de J. Zac, David Liberman y José Bleger y dice que todos tienden a pensar la situación analítica como el “conjunto de relaciones que incluyen el proceso y el encuadre.” 23Pero plantea diferencias: sostiene que Bleger parte de una serie de preconcepciones. La primera, que “la situación analítica configura un proceso y un no-proceso, que se llama encuadre.” 24La segunda está referida a las propuestas originales de J. Zac, quien sostiene que en todo proceso y situación analítica participan factores que son variables y otros constantes. La tercera postulación blegeriana, que no justifica de ninguna manera modificar el encuadre, con el modelo de la técnica activa para producir un cambio en el discurso del paciente, es la inmovilidad del encuadre, que permite el depósito de las ansiedades psicóticas, la que cede la reproducción de la simbiosis original.
Horacio R. Etchegoyen señala que el mutismo del encuadre merece ser debatido en el campo de las teorías psicoanalíticas, en sus alcances y consecuencias. Propone pensar en los diferentes desarrollos teóricos que producen un “ecosistema”, sobre cómo intervenir en psicoanálisis. Todo este debate tiene su origen en la genealogía de cada autor. Se detiene en lo que dice J. Bleger con la parte muda y detenida del paciente, depositada en el encuadre, esa parte indiscriminada y simbiótica, y señala:
“Bleger piensa que al comienzo hay un sinticio, conjunto de Yo y no-Yo, formado por un organismo social que es la díada madre-hijo. El Yo se va formando a partir de un proceso de diferenciación. El requisito fundamente del desarrollo es que el Yo esté incluido en un no-Yo del cual se pueda ir diferenciando. Este no-Yo, que funciona como un continente para que el Yo se discrimine, es precisamente el que se transfiere al encuadre.” 25
El autor piensa en unos cuantos temas (la posición Glischrocárica propuesta por Bleger, lugar de simbiosis e indiferenciación inicial). Resalta cómo este otorga un lugar importante al medio social, sin desconocer el mundo interno del sujeto y cómo el Yo se irá diferenciando lentamente en un proceso evolutivo que lo llevará dentro de la teoría kleiniana a la posición esquizo-paranoide, a la que él adhiere, pero a partir de un segundo momento evolutivo.
Además, rescata la coherencia de la teoría de J. Bleger, pero, a su entender, su originalidad estaría dada en el campo de la psicosis, cuestión que concuerda para que se despliegue la transferencia psicótica, pero critica el postulado que conduce a la inmovilidad originaria, porque en su forma de concebir la teoría psicoanalítica “no existe un encuadre básicamente mudo, el encuadre es siempre un significante. (…) Cuando se entiende el lenguaje no verbal de la psicosis el encuadre deja de estar mudo y aparece con su valor significante.” 26
Aquí resalta el valor del lenguaje no verbal, como un significante con el modelo de una comunicación primitiva, cuando aún no se ha formado el lenguaje articulado por palabras. Por eso afirma que “el encuadre es, pues, un hecho objetivo que el analista propone [en el contrato] y que el analizando irá recubriendo con sus fantasías” 27y, en cuanto a la parte psicótica de la personalidad dice que “si somos capaces de escucharla, menos podrá la psicosis acomodarse en el silencio del encuadre para pasar inadvertida.” 28
Bleger, J. (1972). Simbiosis y ambigüedad . Buenos Aires: Paidós.
———— (1975). Psicología de la conducta . Buenos Aires: Paidós.
Elvira, O. A. (2016). Liderazgo y poder en la institución psicoanalítica. Buenos Aires: Biebel.
Etchegoyen, H. R. (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica . Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1890). Tratamiento psíquico (tratamiento del alma). Obras completas . Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. 1987.
———— (1895). Proyecto de Psicología. Obras completas . Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. 1987.
———— (1895). Estudios sobre la histeria. Obras completas . Tomo II. Buenos Aires: Amorrortu. 1987.
———— (1898). Correspondencia. Obras completas . Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. 1987.
———— (1905). Sobre Psicoterapia. Obras completas . Tomo VII. Buenos Aires: Amorrortu. 1987.
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