Aiden Thomas - Los chicos del cementerio

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¡BESTSELLER! N.º 1 DEL NEW YORK TIMES + N.º 1 EN INDIEBOUND.Yadriel ha invocado a un espíritu y ahora no puede librarse de él.En el mundo de Yadriel, los nahualos liberan espíritus y las nahualas tienen la capacidad de sanar. Cuando su familia latina se muestra reticente a aceptar su identidad, Yadriel decide demostrarles que es un auténtico nahualo. Con la ayuda de su prima Maritza, realiza su ceremonia de quince años e invoca a su primer espíritu.Pero el espíritu resulta ser Julián Díaz, el chico malo del instituto, y Julián no piensa cruzar tranquilamente al más allá: quiere saber qué ocurrió y atar algunos cabos sueltos antes de marcharse. Yadriel accede a ayudarlo… pero cuanto más tiempo pasa con Julián, menos ganas tiene de que se vaya.– Selección del National Book Award (2020). – Nominado a dos categorías de los Goodreads Choice Awards (2020). – Nominado al premio Locus (2021)

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—Trato hecho —accedió a regañadientes. Antes de guardar su portaje en la mochila, lo agitó en dirección a Julián y añadió—: Pero tienes que hacer lo que yo te diga.

La sonrisa satisfecha de Julián hizo emerger hoyuelos en sus mejillas:

—A tus órdenes.

—Vendré a buscarte por la mañana… —empezó a decir Yadriel, acercándose al altar de la Dama Muerte para dejar el colgante.

—Espera, ¿qué? —Julián abrió mucho los ojos—. ¡No puedes dejarme aquí tirado!

—No te puedo llevar a casa, ¡alguien te vería!

—No voy a dejar que me abandones en una iglesia encantada.

—¡No está encantada!

—¡Si yo estoy aquí y soy un fantasma, es que está encantada!

—No es…

—¡Y eso da mala onda! —dijo Julián señalando hacia la Dama Muerte.

—¡No da mala onda! —gruñó Yadriel a la defensiva—. Maritza, échame una mano.

Cuando se volvió hacia ella, Maritza simplemente se quedó a un lado con cara de estar divirtiéndose:

—Un poco de razón sí que tiene. Tú lo invocaste, así que ahora es tu responsabilidad.

Yadriel farfulló indignado, pero ella continuó como si nada:

—Además, seguramente es menos arriesgado no perderlo de vista, ¿no crees?

A pesar del tono despreocupado con el que hablaba, Yadriel podía leerla como un libro abierto y se quedó mirándola furiosamente con las mejillas ardiendo. Apretó el colgante en el puño, tratando de pensar una razón mejor para dejar a Julián en la vieja iglesia antes que esconder a un chico guapo en su cuarto.

A un chico guapo y muerto .

Yadriel soltó un bufido. No podía creer que fuera a acceder:

—Tienes que evitar que mi familia te vea, ¿de acuerdo?

A Julián se le iluminó la cara con una expresión triunfal.

Yadriel se puso el colgante alrededor del cuello; para que Julián pudiera acompañarlo, tenía que llevarse también su ancla.

—No pueden enterarse de que me estuve escabullendo y ayudando a un espíritu.

Sería complicado, pero quizás la cosa no acabara en desastre si reducían al mínimo el contacto con otros nahuales para que no llegaran a percibir a Julián. De todos modos, a Yadriel tampoco es que le apeteciera pasar mucho tiempo con su familia.

—Entendido —Julián parecía muy seguro de sí mismo, pero fijó la mirada en la medalla de San Judas que colgaba del cuello del nahualo. Arrugó el entrecejo y sacudió un poco la cabeza—. Un momento, ¿cómo me voy a esconder de ellos si pueden ver fantasmas?

Yadriel parpadeó, buscando una respuesta en Maritza, pero ella alzó las manos.

—¡A mí no me mires! Yo solo soy una nahuala inútil que no puede sanar a nadie.

Y con esas palabras, se volvió y se dirigió hacia la puerta. Yadriel se apretó los ojos con las palmas de las manos. Típico.

De repente, un escalofrío le recorrió el lado derecho del cuerpo y le hizo estremecerse. Al abrir los ojos, vio que Julián estaba justo a su lado; si hubiera estado vivo, sus brazos habrían estado en contacto. Julián era bastante más alto que él y, estando tan cerca, debía bajar la cabeza para mirar a Yadriel. Tenía una expresión muy seria.

El nahualo dio un paso atrás, tratando de contener las mariposas que sentía en el estómago, y preguntó:

—¿Qué pasa?

—¿Los fantasmas pueden comer? —Julián se puso una mano en el estómago—. Me mueeero de hambre.

—Dios mío… —Yadriel se echó la mochila al hombro y se apresuró a seguir a Maritza.

—¡Oye, que lo digo en serio! —lloriqueó.

Ya fuera de la iglesia, Julián siguió caminando y, cuando Yadriel se volvió para cerrar la puerta, algo le hizo dudar.

Notaba una sensación extraña en la barriga, una molestia, como si se le hubiera olvidado algo. El suelo a sus pies todavía se notaba cargado de energía. Dirigió la mirada hasta el final de la nave principal, donde la Dama Muerte volvía a ser poco más que una mancha negra en la oscuridad de la iglesia.

Se quedó allí parado, escuchando y escudriñando entre las sombras, pero lo único que oyó fue a Julián quejándose de que quería una hamburguesa con queso mientras Maritza fingía tener arcadas.

Esperó un poco más, pero, como no ocurrió nada, cerró la puerta y corrió entre las lápidas para reunirse con ellos.

Dónde demonios estamos Julián caminaba girando lentamente sobre sí mismo - фото 4

—¿Dónde demonios estamos?

Julián caminaba girando lentamente sobre sí mismo, observando todo lo que había a su alrededor, mientras los nahuales lo guiaban hacia la iglesia principal y la casa de Yadriel.

—En el cementerio —respondieron Yadriel y Maritza al unísono.

Julián puso los ojos en blanco:

—Ya, pero ¿ dónde ?

—Este de Los Ángeles —aclaró Yadriel.

Observó cómo Julián, con las manos metidas en los bolsillos de su bomber , se iba paseando tranquilamente entre las tumbas. Sus ojos iban de aquí para allá sin perder detalle. Si no hubiera sido un espíritu, ya se habría tropezado con tres lápidas distintas, pero las atravesaba sin ningún problema.

—¿En serio? —Julián ladeó la cabeza y entornó los ojos con cara de confusión—. Yo nunca estuve aquí, y eso que me conozco las calles de Los Ángeles como los dedos de la mano.

—Como «la palma» de la mano —lo corrigió Maritza.

—Como se diga.

—Es que es un lugar secreto —explicó Yadriel, un poco pasmado y a la zaga de los otros dos.

—Ya, ya, una sociedad secreta de hechiceros —dijo Julián asintiendo con firmeza.

Yadriel se sentía como si estuviera en medio de un sueño muy raro. ¿Cómo podían estar tan tranquilos? Julián apenas se había sorprendido al enterarse de que estaba muerto. Maritza esquivaba sin esfuerzo los sepulcros y las urnas con la vista clavada en el teléfono, tecleando sin parar con sus largas uñas de color lavanda.

No podía entenderlo: ¡la situación era muy seria, increíblemente seria, no había nada más serio en el mundo entero! Había invocado a un espíritu y ahora tenía que seguirle la corriente para que le permitiera liberarlo. Faltaban muy pocos días para el Día de Muertos; aquella era la fecha límite para Yadriel. ¿Cómo iba a ayudar a los nahualos a encontrar a Miguel si tenía que estar pendiente de Julián Díaz?

Si quería demostrar quién era a tiempo para que lo presentaran en el aquelarre, tenían que ponerse manos a la obra y resolver el misterio cuanto antes. Yadriel aceleró el paso para unirse a Julián y preguntó:

—¿Qué es lo último que recuerdas? Ya me entiendes, antes de que… —Hizo un gesto vago—. Murieras.

A Julián no pareció molestarle su falta de tacto y simplemente se encogió de hombros:

—Pues que estaba con mis amigos en el parque Belvedere.

—¿Cuándo?

—El martes por la noche.

—Todavía es martes —Yadriel comprobó en su teléfono que ya era más de medianoche—. Bueno, madrugada del miércoles.

—¿Y cómo acabó mi colgante en esa vieja iglesia del terror si yo estaba en el parque Belvedere? —preguntó Julián con cara de mal humor, como si de algún modo Yadriel tuviera la culpa.

—¿Y yo qué sé? —La pregunta del espíritu era totalmente válida, pero Yadriel no tenía la respuesta—. A lo mejor estuviste aquí y no lo recuerdas.

A Julián no se le veía muy convencido:

—Me acordaría de un sitio como este. —Sacudió la cabeza y continuó—: Además, estoy seguro de que alguien me atacó. Fue justo después de que anocheciera; volvíamos de King Taco y…

Maritza levantó la mirada de su teléfono un momento para contribuir a la conversación:

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