San Pacomio - Pacomio y sus discípulos
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25. Adquiere la inocencia, sé como esas ovejas inocentes, que si se les quita la lana no dicen ni una palabra147. No vayas de un lugar a otro diciendo: “Aquí o allá encontraré a Dios”. Dios ha dicho: Yo lleno el cielo, Yo lleno la tierra (Jr 23,24)148. Y de nuevo: Si pasaras a través del agua, Yo estoy contigo (Is 43,2). Y: Los ríos no te sumergirán (Is 43,2). Debes saber, hijo mío, que Dios vive dentro de ti, para que permanezcas en su ley y en sus mandamientos. El ladrón estaba en la cruz y entró en el paraíso149. Judas, en cambio, era uno de los apóstoles y traicionó a su Señor150. Rahab yacía en la prostitución y fue contada entre los santos151; Eva, en cambio, en el paraíso fue engañada152. Job sobre la basura fue comparado a su Señor153, Adán en el paraíso se desvió del precepto154. Los ángeles estaban en el cielo y fueron precipitados al abismo155; Elías y Henoc fueron conducidos al reino de los cielos156. En todo lugar, por tanto, busquen a Dios, busquen en todo tiempo su fuerza (cf. 1 Cro 16,11; Sal 104 [105],4). Búsquenlo como Abrahám que obedeció a Dios, ofreció en sacrificio a su hijo157 y por esto fue llamado “mi amigo”158. Búsquenlo como José, que luchó contra la impureza159 hasta reinar sobre sus enemigos160. Búsquenlo como Moisés, que siguió a su Señor; Él lo constituyó legislador y le hizo conocer su imagen161. Lo buscó Daniel y (Dios) le dio a conocer grandes misterios y lo salvó de las fauces de los leones162. Lo buscaron los tres santos y lo encontraron en el horno ardiente163. Job se refugió en Él, y Él le curó sus heridas164. Lo buscó Susana, y (Dios) la salvó de las manos de los impíos165. Lo buscó Judit, y lo encontró en la carpa de Holofernes166. Todos estos lo buscaron, y Él los salvó, y también salvó a los otros.
26. En cuanto a ti, hijo mío, ¿hasta cuándo serás negligente? ¿Cuál es el límite de tu negligencia? Este año es como el año pasado y hoy es como ayer. Mientras seas negligente, no habrá ningún progreso para ti. Sé sobrio, eleva tu corazón167. Deberás comparecer delante del tribunal de Dios y rendir cuentas de lo que has hecho en lo secreto y de lo que has hecho públicamente168. Si vas a un lugar donde se combate la guerra, la guerra de Dios, y si el Espíritu de Dios te exhorta: “No te duermas en este lugar, porque hay insidias”, y el diablo por su parte te susurra: “Cualquier cosa que te suceda, es la primera vez, o si has visto esto o aquello, no te aflijas”; no escuches sus astutos discursos. No sea que el Espíritu de Dios se retire de ti y te desanimes, que pierdas la fuerza como Sansón, que los extranjeros te aten con cadenas y te lleven a la rueda de moler169; es decir, al rechinar de dientes170 y te conviertas para ellos en un objeto de irrisión, es decir que se burlen de ti y que ya no conozcas más el camino hacia tu ciudad171, porque te han sacado los ojos172 por haberle abierto tu corazón a Dalila173, es decir al diablo que te ha capturado con el engaño, porque no has escuchado los consejos del Espíritu. Has visto también lo que le sucedió a un hombre valiente como David; felizmente en seguida se arrepintió respecto de la mujer de Urías174. Asimismo, está escrito: Han visto mi herida, teman (Jb 6,21).
27. He aquí que has aprendido que Dios no les ha ahorrado (pruebas) a los santos175. Vigila, entonces, sabes las promesas que has hecho, huye de la arrogancia, arranca de ti mismo al diablo para que él no te arranque los ojos de tu inteligencia y te deje ciego, de modo que no conozcas más el camino de la ciudad, el lugar donde vives176. Reconoce de nuevo la ciudad de Cristo, glorifícalo porque ha muerto por ti.
28. ¿Por qué cuándo un hermano te hiere con una palabra, te enojas, te comportas como una fiera? ¿Acaso no recuerdas que Cristo murió por ti177? Y cuando tu enemigo, esto es el diablo, te susurra alguna cosa, inclinas tu oído hacia él para que te derrame su maldad, le abres tu corazón y absorbes el veneno que te ha dado. ¡Desdichado! ¡Éste es el momento de transformarte en una fiera o ser como el fuego, para quemar toda su maldad! Debiste tener náuseas y vomitar la maloliente iniquidad; ¡qué el veneno no penetre dentro de ti y perezcas! Oh hombre, no has soportado una pequeña palabra dicha por tu hermano. Pero cuando el enemigo busca devorar tu alma178, entonces, ¿qué has hecho? ¿Con él sí tuviste paciencia?
No, querido mío, no se deberá lamentar tu situación, porque, en vez de un ornamento de oro sobre la cabeza, se te rapará la cabeza a causa de tus obras (Is 3,24). Vigila más bien sobre ti, soporta alegremente a quien te desprecia, sé misericordioso con tu hermano179, no temas los sufrimientos del cuerpo.
29. Hijo mío, presta atención a las palabras del sabio Pablo cuando dice: Me esperan cadenas y tribulaciones en Jerusalén, pero no justifico mi alma con ninguna palabra sobre el modo de acabar mi carrera (Hch 20,23-24); y: Estoy dispuesto a morir en Jerusalén por el nombre de mi Señor Jesucristo (Hch 21,13). Ni el sufrimiento, en efecto, ni la prueba, impedirán a los santos alcanzar al Señor. ¡Ten confianza! ¡Sé valiente! ¡Acaba con la cobardía diabólica! Corre más bien en pos del coraje de los santos. Hijo mío, ¿por qué huyes de Adonai, el Señor Sabaoth y recaes en la esclavitud de los Caldeos180? ¿Por qué das de comer a tu corazón en compañía de los demonios?
30. Hijo mío, cuídate de la fornicación181, no corrompas los miembros de Cristo. No obedezcas a los demonios. No hagas de los miembros de Cristo, miembros de una prostituta (1 Co 6,15). Piensa en la angustia del castigo, pon delante de ti el juicio de Dios, huye de toda concupiscencia182, despójate del hombre viejo y de sus obras y revístete del hombre nuevo (Col 3,9)183. Piensa en la angustia (que experimentarás) en el momento de salir de este cuerpo.
31. ¡Hijo mío, refúgiate a los pies de Dios! Es Él quien te ha creado y por ti ha padecido estos sufrimientos. Ha dicho, en efecto: Ofrecí mi espalda a los latigazos y mis mejillas a los golpes, no retiré mi cara a la ignominia de los salivazos (Is 50,6). Oh hombre, ¿de qué te sirve hacer el camino hacia Egipto para beber el agua de Geón184 , que está contaminada? (Jr 2,18). ¿En qué te benefician estos pensamientos turbulentos, hasta el extremo de sufrir tales penas? Conviértete, más bien, y llora sobre tus pecados. Está escrito, en efecto: Si hacen una oferta por sus pecados, sus almas tendrán una descendencia que vivirá por mucho tiempo (Is 53,10).
32. Oh hombre, has visto que la transgresión es una cosa mala, y cuánto sufrimiento y angustia engendra el pecado. Pronto, huye, oh hombre, del pecado, piensa en seguida en la muerte. Está escrito: El hombre sensato trata duramente al pecado (Pr 29,8), y: El rostro de los ascetas resplandecerá como el sol (Mt 13,43; Dn 12,3). Acuérdate también de Moisés: Prefirió sufrir con el pueblo de Dios, antes que gozar de las delicias momentáneas del pecado (Hb 11,25). Si amas el sufrimiento de los santos, ellos serán tus amigos e intercesores ante Dios y Él te concederá todas tus justas peticiones, pues has llevado tu cruz y has seguido a tu Señor185.
33. No busques un puesto de honor entre los hombres186, para que Dios te proteja contra las tempestades que tú no conoces y te establezca en su ciudad, la Jerusalén celestial. Examina todo y quédate con lo que bueno (1 Ts 5,21). No seas altanero frente a la imagen de Dios187. Vigila sobre tu juventud, para velar sobre tu ancianidad188. Que no debas experimentar vergüenza o reproches en el valle de Josafat189, allí donde todas las criaturas de Dios te verán y te increparán diciendo: “¡Siempre habíamos pensado que eras una oveja y aquí, en cambio, hemos constatado que eres un lobo190! Vete ahora al abismo del infierno, arrójate en el seno de la tierra ” (Is 14,15). ¡Qué gran vergüenza! En el mundo eras alabado como un elegido, pero cuando llegaste al valle de Josafat, al lugar del juicio, te han visto desnudo191, y todos contemplan tus pecados y tu inmundicia expuestos ante Dios y los hombres. ¡Pobre de ti en aquella hora! ¿Hacia dónde volverás tu rostro? ¿Abrirás acaso tu boca? ¿Qué dirás? Tus pecados están impresos sobre tu alma negra como un cilicio192. ¿Qué harás entonces? ¿Llorarás? Tus lágrimas no serán recibidas. ¿Suplicarás? Tus súplicas no serán recibidas, porque no tienen piedad aquellos a los cuales te has entregado193. Pobre de ti en aquella hora, cuando oigas la voz severa y terrible: Los pecadores, vayan al infierno (Sal 9,18), y también: Apártense de m í malditos, al fuego eterno que ha sido preparado por el diablo y sus ángeles (Mt 25,41). Y también: A los que cometieron transgresiones yo los he detestado (Sal 100 [101],3). Borraré de la ciudad del Señor a todos aquellos que obran el mal (Sal 100 [101],8)194.
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