Más allá de las interacciones entre la psicología educativa y el contexto, se pretende entonces dar cuenta del espacio de contención que proporcionan los campos de la educación (Suasnábar, 2013) y de la psicología (Tourinho, Carvalho y Neno, 2004) para la psicología educativa, y del propio campo que esta crea. De esta manera, se hace referencia al análisis del campo de la psicología educativa entre los influjos de dos campos de poder: el educativo y el psicológico, 3y la emergencia de un subcampo con sus propias reglas, lógica y regularidades (Bourdieu y Wacquant, 2005, p. 159). En ese sentido, como campo, la psicología educativa ha sufrido un proceso de autonomización, que ha tenido un espacio social específico para su desarrollo y ejercicio, en el que el psicólogo no solo se debe a la psicología en sus vastos desarrollos teóricos, sino también a fuerzas sociales que legitiman y organizan su práctica y su saber.
Las condiciones para la emergencia de la psicología educativa se presentan como fruto de las tensiones, los conflictos y las luchas dentro del campo de dominación generado por la racionalización del mundo, donde se produjeron rupturas con las formas de hacer educación y acompañamiento a los niños y jóvenes. A raíz de ellas, quedaron abiertos unos espacios en los que se encuentran vacíos de conocimientos científicos. Cada uno de esos vacíos “causa horror a la práctica social” (Lourau, 1975, p. 201), y ese horror y ese vacío propician el lugar en el que se ubican las emergentes ciencias sociales y sus aplicaciones; y dentro de ellas, la que centra el interés de este libro: la psicología educativa.
La educación como campo y, en particular la educación circunscrita a la escuela, enfrentan ese vacío en medio de las nuevas dinámicas sociales, que requieren la renovación de sus recursos de intervención. El panorama de necesidades es amplio y se demandan técnicas y referentes que aporten para la orientación de los niños y de los jóvenes, para su comprensión, su control y la optimización de su aprendizaje.
Otros elementos emergentes en la sociedad de mediados del siglo XX acentúan estas necesidades: la liberación sexual; las separaciones de los padres, que llevan a la reconfiguración de las familias; la popularización del consumo de drogas, y los extensos planes de estudio. Todas estas cuestiones hacen sentir el vacío en cuanto a prácticas educativas eficaces y adaptadas a los diferentes fenómenos de una sociedad que se ha instalado y vinculado en las ideas de progreso y evolución. Y, frente a ello, la ciencia, con sus desarrollos, tiene algo que ofrecer: la psicología educativa.
Todo esto está vinculado con que, en Colombia, haya sido en la década de los sesenta que los profesionales de la psicología entraran a los colegios, en particular a colegios privados confesionales y laicos, que por su vocación humanista tenían oídos para discursos científicos sobre el hombre. La psicología, separada de la filosofía, y que adoptó la experimentación y los modelos de cuantificación (Lourau, 1975) en el camino de su racionalización, se instrumentaliza en cada una de las aplicaciones. De esta forma, la psicología educativa resulta reconocida y legitimada, como saber y como práctica, al interior del campo de la educación y de uno de sus dispositivos: 4la escuela.
Pero, en el caso de la relación entre la psicología y la institución educativa, 5surge una pregunta: ¿cómo la interpretación de dicha relación ha incidido en la relación entre psicología y psicología educativa? La perspectiva de la institución y de los campos permite interrogar el papel de la psicología educativa en la delimitación del campo y en la producción de diferencia, para reducir la competencia al interior del campo de la psicología y establecer el monopolio sobre un subsector del campo, tanto de la psicología como de la educación. Este fenómeno es planteado desde la teoría de los campos de la siguiente manera:
Los participantes de un campo, ya sean las firmas económicas, los diseñadores de alta costura o los novelistas, trabajan constantemente para diferenciarse de sus rivales más cercanos con el fin de reducir la competencia y establecer un monopolio sobre un subsector particular del campo (Bourdieu, 2005, pp. 153-154).
El presente estudio del campo de la psicología educativa en Colombia se restringe a tres elementos que ofrecen la información para el efecto y que no han sido abordados desde la perspectiva de la institución de un campo como las condiciones históricas que han hecho posible su génesis; las tensiones que han permitido los flujos de energía para su emergencia; y, las estructuras que han posibilitado establecer las instancias de consagración y legitimación, y el camino hacia su institucionalización en el país, y su consolidación como comunidad académica. Estos aspectos van marcando su estatuto como campo, su ordenación y su autonomización.
Para el abordaje de la génesis de la psicología educativa, es relevante analizar el asunto desde algunas fuentes que permiten rastrear su formación y cristalización desde los aportes que ha hecho a la sociedad. La instalación de las disciplinas en la sociedad es un proceso que comienza con la institucionalización de los saberes y de las prácticas. Asimismo, se debe tener en cuenta que las acciones sociales funcionan como prácticas sociales más allá de las instituciones, antes y después de la institucionalización formal o informal. Y, por su parte, la práctica está antes y después de la institucionalización de los saberes de las que derivan.
Una vez consolidada la psicología y la práctica psicológica, y en su mismo proceso de consolidación social y cognoscitiva, se da la entrada de la psicología como saber en el campo de la educación. Y en el ámbito de los agentes entendidos –los psicólogos– y el agenciamiento, es decir, la forma en que adaptan su saber y sus acciones, se presenta el fenómeno de la entrada de los profesionales de la psicología a las instituciones educativas en la década de los sesenta. Más adelante, en las décadas de los ochenta y los noventa, hay una penetración masiva de este tipo de profesionales en los colegios privados y, en alguna medida, en los públicos. Además, la presencia de los psicólogos y de los servicios de psicología es mostrada como un plus en los servicios ofrecidos por las instituciones educativas. La psicología educativa –o por lo menos la psicología en la escuela– también opera como estrategia de mercado y de competencia entre las instituciones de educación.
Así pues, a raíz del encuentro con el campo de la educación, la psicología educativa tiene ligada su existencia a la educación y a las instituciones educativas, donde emerge como praxis social específica.
Para responder preguntas alrededor de las condiciones de emergencia social de la psicología aplicada y, en particular de la psicología educativa, es pertinente revisar la institucionalización de las prácticas sociales derivadas de los saberes y las disciplinas, direccionándola hacia la utilidad de estas en sus marcos temporales y espaciales de surgimiento.
El abordaje de las instancias de consagración y legitimación implica que hay que referirse a las “estructuras de preferencia generativa” (Bourdieu, 2005, p. 196), inscritas en el sistema de disposiciones. Así, el reconocimiento y la legitimación del saber psicológico racional y de la práctica psicológica han ido de la mano de su institucionalización y de la de su enseñanza, a partir de unas condiciones de emergencia específicas. En el caso de la psicología educativa, existen unas condiciones de emergencia que permiten que la psicología como ciencia entre en la educación, y que los profesionales de la psicología lleven su profesión a las instituciones educativas.
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