Las moas eran aves gigantescas. En poco tiempo los invasores humanos exterminaron a las nueve especies de moas de Nueva Zelanda, antes abundantes. Aunque desaparecieron hace 500 años, aún se observan plantas comunes que cuentan con adaptaciones que les permitían protegerse del forrajeo de estas aves.
Fueron varios los factores que se sumaron a la condena de las moas en manos de los grupos humanos. Uno de ellos era su baja tasa reproductiva, pues existen indicios de que cada hembra ponía sólo uno a dos huevos por año y los polluelos alcanzaban la madurez sexual a los 5 años o incluso más tarde (un tiempo corto para estándares humanos, pero bastante largo para las aves). Se ha calculado matemáticamente que las moas pudieron haberse extinguido en el transcurso de los cien años posteriores a la llegada de los polinesios a Nueva Zelanda. También se ha propuesto otro modelo en el que este periodo de tiempo pudo ser más largo; considerando que los primeros colonizadores rondasen en unas cien personas y matasen una moa hembra para veinte personas por semana, el modelo estima que las moas pudieron extinguirse en un lapso de 160 años. Aun así, su extinción habría ocurrido más rápido si se contempla que la población humana creciera entre 2 y 3 por ciento anualmente, o si el número de colonizadores hubiera sido mayor, o si los pobladores también consumieran los huevos, o si también destruyeran el hábitat. Además, es muy probable que los perros introducidos por los colonizadores depredaran los huevos, lo cual habría acelerado aún más su declive. Si se suman todos estos factores el periodo de cien años es factible. En cualquier caso, estas fascinantes aves fueron exterminadas muy rápidamente.
El único depredador natural de las moas era la gigante águila de Haast. Se considera que era 40 por ciento más grande que el águila real actual y que podía volar a una velocidad de 80 km/h. Las hembras llegaban a pesar de 10 a 15 kilogramos. Muchas aves rapaces actuales tienen este dimorfismo sexual en el que las hembras son más grandes que los machos. Es posible que esta diferencia permita a ambos sexos alimentarse de presas distintas y así evitar competir entre ellos por el alimento, entre otras posibles razones. Aunque no es clara qué proporción de los nueve tipos de moas eran presa del águila de Haast, se considera que la desaparición de todas ellas contribuyó a la extinción de esta águila. Sin duda, la destrucción del hábitat y la cacería por parte de los polinesios recién llegados fueron también factores importantes, pues si pensamos que estas águilas estaban acostumbradas a cazar presas bípedas y grandes como las moas, no sería ninguna sorpresa que también se llevaran niños y que ello las convirtiera en blanco de los cazadores con sed de venganza.
Con sus enormes montañas y vigorosas costas, panoramas que se hicieron famosos en películas como El señor de los anillos, uno podría imaginarse cómo era Nueva Zelanda antes de las invasiones humanas y ¡qué increíble sería visitar hoy este país y ver a las moas corriendo y al águila de Haast sobrevolando en esos paisajes! No obstante, aun si los polinesios nunca hubieran llegado, es poco probable que las moas lograran sobrevivir hasta hoy, pues los colonos europeos que eventualmente llegaron no contaban con ninguna ética conservacionista y no es difícil imaginar que habrían encontrado en las moas una presa fácil para alimentarse, tal como sucedió con tantos otros animales en diversas regiones del mundo. Sin embargo, aquellos que visitan Nueva Zelanda en la actualidad todavía pueden presenciar un vestigio vivo de las moas: las plantas nativas aún muestran adaptaciones que les permitían evitar ser consumidas por estas aves altas y herbívoras que desaparecieron hace mucho tiempo.
Las gigantes aves elefante
Una isla similar a Nueva Zelanda es Madagascar. Esta isla parece haber sido poblada por primera vez en el año 300 a. C. Los malgaches probablemente tenían un origen multiétnico y contacto con los árabes. Esta población logró sobrevivir a las invasiones europeas hasta el siglo XVI y, hasta ese momento, muchas especies interesantes de aves sobrevivieron. Sin embargo, el establecimiento de la población europea marcó el destino del ave elefante. Después de sobrevivir 60 millones de años en Madagascar, en el siglo XVII todas las especies de aves elefante de la isla —entre seis y doce— se extinguieron. La especie de ave elefante más grande medía 3 metros de alto y pesaba unos 450 kilogramos. Al igual que los dodos, las aves elefante no tenían depredadores terrestres y no contaban con capacidad de vuelo. Los huevos de las aves elefante eran enormes, con una circunferencia mayor a un metro y una longitud mayor a 34 centímetros. Recientemente se obtuvo el ADN de huevos fosilizados de ave elefante y a raíz de este suceso se han hecho sugerencias de intentar clonarlos en el futuro (¡tranquilos! Es más difícil clonar especies extintas de lo que creíamos).
Las aves elefante estaban emparentadas con los avestruces y los emús, especies que afortunadamente todavía existen. Estas aves eran fornidas, con cuellos largos, picos en forma de lanza y patas masivas con garras afiladas. A diferencia de los avestruces no eran veloces y sus plumas tenían una apariencia peluda parecida a las del emú. A pesar de su imponente aspecto, las aves elefante eran pacíficas herbívoras.
Las aves elefante, más pesadas que la moa más grande, habitaban en Madagascar hasta hace aproximadamente 400 años. Sus enormes huevos representaban grandes banquetes para los grupos familiares, por lo que no es de asombrarse que los invasores humanos hayan acabado rápidamente con ellas.
No sabemos con claridad si las aves elefante habitaban exclusivamente en las selvas tropicales de Madagascar, pero es un hecho que estas aves eran las únicas capaces de dispersar las semillas de algunas especies tropicales de palmas. Al igual que con las moas de Nueva Zelanda existen vestigios de coevolución en la flora de Madagascar que dan cuenta de la antigua relación entre estas aves y las plantas nativas. Algunas plantas endémicas de Madagascar, como las uñas de gato, tienen una serie de ganchos que posiblemente les facilitaran sujetarse a las patas de las aves elefante para dispersarse. Otras especies de plantas contaban con espinas que les ayudaban a evitar el forrajeo de estas aves.
Una evidencia que muestra el consumo de huevos de aves elefante por los antiguos pobladores es la presencia de cáscaras en restos de fogatas antiguas. Al igual que sus parientes las moas, su reproducción era lenta, lo que imposibilitaba la recuperación de sus poblaciones, especialmente bajo la doble presión de la recolección de huevos y la depredación por parte de ratas y perros introducidos. Otros factores que contribuyeron a la extinción del ave elefante fueron la pérdida de su hábitat, la transmisión de enfermedades y la sequía progresiva de Madagascar durante los últimos 12 mil años.
El gato Tibbles
El chochín de Stephens, sin duda, era un ave extraña. Diminuta, nocturna y no voladora, se alimentaba de insectos que habitaban el sur de las islas principales de Nueva Zelanda. Las ratas grises o ratas de Noruega introducidas de manera accidental por el hombre eliminaron rápidamente al chochín en todos los sitios donde antes existía, excepto en un pequeño islote cerca de la costa. En 1840 el chochín habitaba solamente la isla de Stephen de 150 hectáreas, aproximadamente la mitad del tamaño del Central Park de Manhattan.
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