La cotorra americana
Las pérdidas de los carpinteros más grandes del mundo, al igual que la pérdida de la paloma pasajera fueron eventos muy lamentables, y desafortunadamente no han sido los únicos en Norteamérica. Una de las pérdidas más tristes fue la de la colorida cotorra de Carolina, la cual se extinguió al mismo tiempo que la paloma pasajera. Estos pericos o cotorros eran ampliamente cazados por los granjeros que se oponían a que las grandes parvadas de estas aves asaltaran sus reservas de granos y consumieran los frutos de sus huertas. Se volvieron blancos fáciles por el hábito que tenían de mantenerse unidos a sus compañeros heridos.
Otros factores que aceleraron su declive incluyen la captura de individuos para comercializarlos como mascotas, la pérdida de su hábitat (en especial la desaparición de árboles viejos con huecos donde hacer sus nidos) y la competencia por los huecos con enjambres de abejas originalmente importadas para la producción de miel. Es posible que, al igual que la paloma pasajera, los pericos requiriesen grandes parvadas para protegerse de los depredadores. Funestamente, la última cotorra de Carolina murió en el zoológico de Cincinnati en 1914, en el mismo año y lugar en que murió Martha, la última paloma pasajera.
Gracias a la magnífica ilustración de Audubon puedes tener una idea de la belleza de la cotorra de Carolina que alguna vez adornó el oriente de Estados Unidos. También podrás sentir la gran pérdida que todos sufrimos cuando el único perico del este del país, nombrado por Audubon, fue exterminado por acciones humanas.
Pericos nocturnos y del paraíso
Entre todas las aves, la familia de los pericos es uno de los grupos más vulnerables. El perico del paraíso de Australia era una bella especie que habitaba bosques abiertos de eucaliptos y pastos. Su distribución se limitaba a Queensland y el norte de Nueva Gales del Sur. Estos pericos, con parches rojos brillantes en sus hombros, rabadilla turquesa y larga cola color verde bronce, eran considerados muy bellos. Eran diurnos (activos durante el día) y aparentemente pasaban mucho tiempo en el suelo alimentándose de pastos y otras plantas. Aunque existe relativamente poca información sobre su biología, se sabía que anidaban en nidos de termitas. Algunas causas de su declive son los incendios, el sobrepastoreo y el cambio de uso de suelo, aunque la introducción de depredadores sin duda agravó el problema. Desafortunadamente, al igual que la cotorra de Carolina y el ara tricolor, esta especie se encuentra seguramente extinta. Las últimas aves fueron vistas en 1927. ¡El tiempo que ha pasado desde entonces es demasiado largo para que una especie tan llamativa no sea vista si es que sigue existiendo! Pero, a pesar de ello, quizá todavía haya esperanza. Por ejemplo, el perico nocturno australiano, una especie que habita la zona árida y que, como su nombre indica, realiza sus actividades durante la noche, se creía extinto. Afortunadamente ha sido redescubierto y ya se han capturado excelentes fotografías de un individuo.
Un cuento de museo
El alca gigante, como su nombre lo indica, fue un ave de gran tamaño que medía un metro de altura. Era un ave que no volaba, de la que podría decirse era la versión boreal de los pingüinos. Marina por naturaleza, era extremadamente abundante y estaba ampliamente distribuida en el Atlántico Norte, desde Canadá y Estados Unidos hasta el norte de Europa. Las alcas gigantes eran utilizadas por exploradores europeos como fuente de alimento y cebo de pesca. Sus huevos y plumas tenían gran valor en Europa, un atractivo fatal que las llevó hacia la extinción. A juzgar por algunos registros contemporáneos, las alcas eran fáciles de matar. En un solo año decenas de miles fueron capturadas y para mediados del siglo XVI sus poblaciones europeas ya habían sido completamente exterminadas. Conforme las exploraciones y las conquistas europeas se expandieron, la población norteamericana de alcas empezó a desplomarse década tras década hasta que en el siglo XIX el alca gigante se convirtió en una especie rara.
Posteriormente una catástrofe natural aceleró su declive. En 1830 una zona de anidación en Islandia fue destruida por la erupción de un volcán. Aunque sin lugar a dudas esta erupción aceleró su final, el alca ya estaba encaminada a la extinción por la cacería descontrolada. Finalmente, naturalistas que buscaban huevos y pieles para los museos europeos y para colecciones privadas destruyeron al último grupo de alcas sobrevivientes en 1840. Quizá la última ave de su tipo, un solo individuo, fue visto en 1852. Desde entonces no se ha presentado ningún avistamiento creíble.
Moas en apuros
Nueva Zelanda es uno de los pocos grupos de islas que permanecieron libres de humanos por un largo periodo de tiempo. Aunque en los últimos 50 mil años el mundo entero fue siendo colonizado por distintos grupos humanos, Nueva Zelanda comenzó a ser poblado hasta hace aproximadamente mil años. Al contrario de lo que comúnmente se piensa, los humanos no llegaron a las islas desde Australia sino desde Polinesia y no fue hasta después de cientos de años que llegaron los europeos. Cada una de estas invasiones humanas tuvo un enorme impacto en la biodiversidad de Nueva Zelanda.
Los ancestros polinesios que llegaron a Nueva Zelanda fundaron la singular cultura maori y este grupo probablemente no tuvo mucha interacción con el resto de Polinesia debido a la distancia entre Nueva Zelanda y otras islas. Es posible que los primeros colonizadores llevaran perros y algunas hortalizas básicas. Es casi un hecho que los polinesios introdujeron de manera deliberada a las ratas del Pacífico (kiore), ya que las consideraban una exquisitez y las transportaban de isla en isla en jaulas de bambú. Posteriormente, además de las kiore, aparecieron la rata negra y la rata gris, especies que infestaban los barcos europeos.
A pesar de que el nombre celta del alca gigante significa originalmente “pingüino” y su apariencia es efectivamente similar a la de estas aves, como se puede observar en esta hermosa pintura de James Audubon, el alca gigante extinta no está emparentada con los pingüinos. En realidad, esta ave marina está emparentada con el alca común y otras alcas del hemisferio norte, las cuales pertenecen a un orden completamente diferente al de los pingüinos.
A sólo 500 años después de la llegada de los polinesios, la mitad de los vertebrados terrestres de Nueva Zelanda había sido eliminada, entre ellos once especies de aves no voladoras. Quizá la desaparición más importante fue la de las nueve especies de moas, que eran aves de tamaño gigantesco. Las moas evolucionaron a partir de un linaje de ancestros voladores que llegó a Nueva Zelanda hace 80 millones de años. Estas aves, viviendo aisladas y sin depredadores antes de los humanos, perdieron la capacidad de volar. Las moas se alimentaban de plantas y, como muchas aves herbívoras, comían rocas para moler el alimento en sus mollejas. Los machos y las hembras diferían en tamaño y forma, y algunas investigaciones indican que construían nidos de poca profundidad (a menudo en refugios rocosos) cubiertos de vegetación. Hoy sabemos poco acerca de su reproducción, pero hay cerca de cuarenta huevos de moas conservados en distintos museos.
En un principio se pensaba que la desaparición de las moas se debía al drástico cambio del clima global de finales del Pleistoceno hace unos 12 mil años, pero el hallazgo de algunos restos en antiguos asentamientos polinesios sugiere que la razón principal de su extinción fue la cacería. Es posible que antes de la llegada de los polinesios Nueva Zelanda estuviera poblada por cerca de 160 mil moas. Algunas evidencias del sitio arqueológico conocido como Shag River Mouth sugieren que los polinesios consumían cada año toneladas de carne de moas. También existen pruebas que indican que los cazadores comenzaron a consumir otras especies más pequeñas a medida que las grandes fueron desapareciendo. Este patrón de matar a las presas grandes y fáciles primero para luego orientarse a especies pequeñas es típico de la sobreexplotación humana. Ocurrió con los moluscos explotados desde hace miles de años en las costas de Sudáfrica y actualmente ocurre con las pesquerías oceánicas en todo el mundo.
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