M.: Antes hablabas del Diablo.
G.N.: Es la representación que eligió Freud para caracterizar a la compulsión de repetición. La representación demonio le sirvió en muchos momentos como ejemplo de acciones como el engaño, la traición, la dominación. Aunque la única vez que en su obra aparece como adjetivo, es para calificar a esa resistencia. Freud dice: “Hacemos la experiencia de que el yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones, aunque se formó el designio de resignar sus resistencias, y llamamos “reelaboración” { Durcharbeiten } a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. [...] Tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar, todavía, el poder de la compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido; [...] la resistencia de lo inconsciente.” La página 149 del tomo XX fue escrita en julio de 1925: Freud había aceptado que el modelo de la neurosis era insuficiente para dar cuenta de los fenómenos clínicos. Y estaba barajando para dar de nuevo.
M.: En los Seminarios del Instituto de Psicoanálisis, vos dabas un ejemplo para figurar esa frase.
G.N.: Una forma metapsicológica de pensarlo, un modelo de funcionamiento. Asimilamos las resistencias del yo a tres diferentes clases de limaduras de hierro: más grandes o más afiladas, etc. Tres grupos diferentes, del mismo “material yoico”: hierro. Las arrojamos al azar sobre una mesa. En este acto, el azar suplanta lo accidental, el origen traumático de las resistencias. Debajo de la mesa hay un poderoso imán, llamémosle arquetipo reprimido , una especie de matriz del más allá, al margen del yo. Lo descripto contiene un poder dinámico: la atracción , vehiculizada por un factor económico: la compulsión de repetición del ello inconsciente. Así, la resistencia de lo inconsciente, avasalla las posiciones que hayan adoptado las resistencias del yo.
M.: Cuando arrojás las limaduras de hierro, las tires como las tires, siempre van a adoptar la misma forma... ¿Eso es lo que denominamos repetición?
G.N.: La transferencia, los rasgos de carácter y las represiones son revestimientos que modulan el poder de la compulsión de repetición. Estos conjuntos ligados consienten la interasociación y los desplazamientos. Pero en el núcleo mismo de lo inconsciente, lo que resiste es instinto puro, pulsión anobjetalizable, pujanza irrestricta, tendencia a la descarga. Dicho componente pulsional, la compulsión de repetición, sirve de “motor”, alimenta los retornos. Pero permanece inasociado de los conjuntos que moviliza. Como vos decías recién: si miramos a las limaduras según su textura, grosor, etcétera, percibimos tal resistencia del yo. Si atendemos a la estereotipia más o menos parecida con la que se ordena, reconocemos una repetición, que –por otra parte–, nunca es exactamente igual. Cuando Freud consigna que la compulsión de repetición gobierna el análisis de los neuróticos en una parte de su decurso, no está diciendo otra cosa. Se muestra a través de las máscaras del yo.
M.: ¿Y una vez analizadas las resistencias?
G.N.: Despojada de sus revestimientos formes, se revela como impersonalizable, proviene del ello inconsciente, y su poder se evidencia como imposible de domeñar.
La otra resistencia extra yoica, alude a la desinformación que el yo padece de sus crímenes. Esta inconsciencia de culpa es sustituida por avatares externos que perjudican al sujeto. En estos casos –y como relata Kafka excepcionalmente en “El proceso” o en “La colonia penitenciaria”– la responsabilidad no se consigue reconducir al yo: el hilo de Ariadna se ha cortado. Los padres desexualizados del superyó devienen destino.
Esta necesidad de castigo por la culpa edípica, también se consuma a fuerza de compulsión de repetición. Los { Schema } filogenéticos –parricidio, incesto, etcétera– encuentran, a través de la resistencia del superyó, buena oportunidad de hacer actual su poder ordenador.
M.: De acuerdo a lo que explicás, ¿Cuándo un paciente estaría en condiciones de ser dado de alta?
G.N.: Bueno, el alta es una resistencia...
M.: ¿Lo pensás así?
G.N.: Cumple con la definición que dio Freud, ¿no? Resistencia es todo lo que se opone al análisis.
M.: Se podría objetar que no va a estar uno en análisis toda la vida...
G.N.: Bueno, depende... Uno trata de cuidarse, durante toda la vida. ¿Acaso no leés todo lo que podés, estudiás, etcétera? ¿Qué tendría de particular usufructuar el análisis como una función erótica más? Ahora, bien: desde el punto de vista teórico, los analistas que asumimos el cambio de paradigma…
M.: ¿A qué te referís?
G.N.: A la remodelación conceptual a partir de “Lo ominoso” y de “ Más allá del principio de placer” . Te decía que, si aceptás que el modelo de la neurosis se le torna a Freud insuficiente para dar cuenta de los fenómenos clínicos, no te queda otra que asomarte con él a los horrores de la humanidad. A partir de 1920 dejás de verlo trabajar en su consultorio para dedicarse a hacer los deberes con nosotros. Nos explica que el mentado Oedipus complex no es más que un complejo de ¡ideas!; una mera contrainvestidura, la losa de la sepultura. Quien se atreva a levantarla devendrá protagonista de una tragedia. Perseguido por el instinto, la culpa lacerará su carne; porque en los Dominios Mas Allá de la Palabra, lo sexual siempre está manchado de sangre. Y un pequeño detalle: en esa clase de avatares, las pretendidas identidades yoicas paciente y analista, como pasaporte, no son válidas. Lo que te saca vivo de cada una de esas sesiones, es tu fe, el amor por la verdad: tu análisis. Análisis del ello, análisis interminable. Así, interminable, es como sentimos la vida mientras la vivimos.
M.: ¿Qué relación hay entre repetición y compulsión? ¿Y por qué compulsión de repetición?
G.N.: Lo importante del término es la presión pulsional inherente a la compulsión. Compulsión es lo que insiste, compulsión que… repite, indica, detecta el yo. La repetición es un indicio yoico en términos espaciales (identidad de percepción) y temporales (el reconocimiento de lo que ya sucedió otra vez). Es un patrimonio humano heredado de lo biológico 47y refleja una propiedad conservadora. Como si la naturaleza “impusiera” cierto ordenamiento 48y lo hiciera notar. Cuando yo era chico, veía que mi padre y mi abuelo materno, no perdían ocasión de pelearse. En Nochebuena, Año Nuevo, siempre se armaban despelotes. Yo no sabía por qué, pero estaba convencido de que eso iba a pasar.
M.: Por los celos…
G.N.: Seguramente, pero lo que quiero decir es que eso que mi consciencia 49registraba en esas oportunidades, lo reconocía como un doblaje o conjunto de elementos de mi memoria: papá, abuelo, discusión, etcétera. Entonces, repetición alude a un acto psíquico del yo y testimonia la defensa ante el asedio pulsional. Compulsión, en cambio, proviene de la virtualidad del término pulsión. La compulsión no entraña intencionalidad alguna. No puede. No tiene cómo señalizar un destino. Su necesidad es solamente tender a la descarga.
M.: Por eso está mal hablar de una compulsión “a” la repetición.
G.N.: No es que esté mal. La difusión del término así distorsionado, descamina a entender la cuestión. Opera como resistencia.
M.: En tu opinión, los analistas, ¿compartimos esa resistencia?
G.N.: Por lo que he visto a lo largo de mi vida, sí. He escrito y presentado más de doscientos trabajos a lo largo de más de veinticinco años sobre el tema y, casi siempre, han sido ignorados, y cuando no, tolerados con una benevolencia sospechosa: “Este tipo… Siempre con el mismo tema…”
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