32S. Freud (1914): Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II, O.C., Vol. XII, AE, 1989, p.153.
33S. Freud (1914). Recordar, repetir y reelaborar. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II, O.C., Vol. XII, op. cit ., p. 152.
34S. Freud (1886). Cartas a Fliess, O.C., Vol. I, AE, 2006, carta 71, p. 307.
35S. Freud (1910): El sentido antitético de las palabras primitivas, O.C., Vol. XI, AE, 1989, p. 149.
36S. Freud (1914). Recordar, repetir y reelaborar. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II, O.C., Vol. XII, AE, 1989, p. 157.
37S. Freud (1918[1914]): De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 109.
38S. Freud (1918[1914]): De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 109.
39S. Freud (1919): Lo ominoso, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 238.
40 Ibidem .
41S. Freud (1919): Lo ominoso, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 237.
42S. Freud (1919): Lo ominoso, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, p. 238.
43S. Freud (1923[1922]): Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños, O.C., Vol. XIX, AE, 1979, p. 119.
44S. Freud (1926): Inhibición, síntoma y angustia, O.C., Vol. XX, AE, 1989, p. 149
45S. Freud (1926): Inhibición, síntoma y angustia, O.C., Vol. XX, AE, 1989, Apéndice A. «Represión» y «defensa».
46S. Freud (1923): El yo y el ello, O.C., Vol. XIX, AE, 1979.
Capítulo 7
La resistencia de las profundidades del alma
ESQUEMAS FILOGENÉTICOS. RESISTENCIA DE LO INCONSCIENTE. LO DEMONÍACO. REPETICIÓN.
(Entrevista de la Revista Moción , Año 2001. Fragmento)
“Moción: Siendo el psicoanálisis, el análisis de las resistencias, ¿c ómo actúan las resistencias en el transcurso de una sesión?
Giménez Noble: Las resistencias están para impedirle –a la conciencia–, tomar contacto con lo reprimido, que debe permanecer ajeno a ella. En ese sentido, velan, a la conciencia (la restringen) y velan por ella (la protegen). Como dice Freud, los psicóticos hacen realidad lo que la neurosis apenas nos permite soñar. Se evidencia, así, no solamente la limitación psíquica –que las resistencias producen–, sino también, el papel estructurante que cumplen.
El dispositivo analítico –la sesión, en suma–, es producto de la exquisita intuición de Freud. La naturaleza de dicho ámbito produce los efectos necesarios para que la enfermedad sea asequible al análisis. La privación perceptual y motora obliga a las investiduras a acumularse en torno a las escasas ideas permeables a la conciencia. Se incrementa, así, la cualidad alucinatoria de dichos pensamientos: la transferencia. Con los afectos sucede otro tanto: también se ven aumentados: transferencia sobre la persona del analista. El rigor cronológico que la consciencia acostumbra imponerle a la memoria es desbaratado por la obediencia a la asociación libre. La misma resulta una versión dinámica del recordado “esquema del peine” del que se vale Freud –en la “Psicología de los Procesos Oníricos” de la { Traumdeutung }– para figurar los sistemas de almacenamiento mnémico. Así, el encuadre “arrasa” la pretensión temporal. Animado por estas facilitaciones, lo inconsciente manifiesta su pujanza. El yo, por su parte, se defiende a tomar contacto con lo reprimido, incrementando sus resistencias.
M.: Para no sufrir...
G.N.: Para no sufrir, pero –principalmente, creo– para asegurar la coherencia de su estructura. Las resistencias son un límite (en el sentido de impedimento ) que –paradojalmente– protege al yo de asumir sus límites (en el sentido de impotencia ). De ser relevadas, dejarían lugar a la conciencia de castración, lo cual impediría que la imagen de poder fálico del yo siga sosteniéndose a expensas de un basamento predominantemente narcisista.
M. : El análisis de una psiconeurosis resulta, en suma, el análisis del narcisismo... ¿Cómo se relaciona ésto con las resistencias? ¿Por qué las hay de diferentes clases?
G.N.: Es obvio que –por diferente que sea la modalidad de presentación de las resistencias, todas cumplen con una última única función. Si alguien justifica su modo de ser, es la defensa de esos rasgos de carácter lo que asegura su identidad. Es como ese conocido chiste del hombre que, antes de casarse, le informa a la futura esposa las actividades personales que despliega y piensa seguir cumpliendo –a pesar del matrimonio–, cada noche de la semana. “El lunes por la noche, juego tennis, el martes, happy hour con los muchachos de la oficina, el miércoles, noche de póker...”
M.: Y la novia dice: “Y yo te aviso que los jueves por la noche, en nuestra casa, se hace el amor. ¡Estés, o no estés!”
G.N.: ¿Te das cuenta? Describíamos una de las resistencias del yo, los rasgos de carácter o beneficio secundario, y a través de la asociación con el chiste surge claramente la finalidad narcisista. Si pensamos en otra de las resistencias del yo, la de represión –destinada a bloquear una laguna mnémica–, tampoco logramos acceder al objeto. Y cuando la inconducente vía del recuerdo es subrogada por conductas, reacciones, ocurrencias de pensamiento, malestar, alteraciones somáticas, aburrimiento, impaciencia, modificaciones del talante, todas ellas referidas al analista, es decir, cuando la neurosis es transferida sobre su persona, es durante dicha reanimación cuando estamos en las mejores condiciones para asegurar que esta resistencia de transferencia preserva de la incertidumbre que siempre depara el objeto.
M. : Hasta aquí, las resistencias del yo.
G.N.: Claro. Las que “fueron presentables en sociedad”.
M.: A ver...
G.N.: Quiero decir, las que el yo puede reconocer. Partes proscriptas, exiliadas u “obyectalizadas” que, de serles señaladas por el analista, tarde o temprano podrán resultarle consabidas.
M.: El análisis de un sueño, que conduce a un recuerdo, se emplaza la huella mnémica; es como si se recuperara algo extraviado.
G.N.: Exactamente. Análisis de las representaciones, de los retornos de lo reprimido por el yo, orientado por el principio de placer. Análisis finito, en suma. Análisis en el que el Diablo se aclara la garganta; todavía, ni siquiera ha empezado a cantar. Los analistas y las instituciones hemos creado una vasta fuente de recursos para evitar este enfrentamiento. Todos tienen en común una sola preocupación.
M.: Evitar que el análisis se desarrolle.
G.N.: Que no llegue a las profundidades. En general, resulta de una convención inconsciente entre paciente y analista. Tiene fachada de “alta” o de “didáctico”, de reacción terapéutica negativa, o de ideología institucional. La letra chica de un contrato que ninguno de los dos está capacitado para leer.
M.: ¿Decís que los análisis de corta duración son una especie de... huida?
G.N.: Una represión. Sí. La represión es un intento de huida.
M.: Me parece que muchos no estarían de acuerdo...
G.N.: Porque no se analizan. El otro día me encontré con mi primera analista. Yo estaba con Gustavo Dupuy, y después le conté a él, recuerdos de ese análisis. Me vinieron a la memoria las interpretaciones, el rigor técnico, todo. Mi amigo comentó que esa psicóloga había sembrado muy bien, porque desde ese entonces (y él lo sabe) –hace más de treinta años–, mi análisis ha constituido la sustentación más constante y segura que he tenido.
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