Ante la compulsión de repetición conviene reconocer que “nombrar la resistencia” no es un análogo de “interpretarla”. No es el caso del desalojo de una representación. No se trata de diagnosticar una contrainvestidura para “aflojar” la represión. Tampoco corresponde a un falso enlace ni una consecuencia del masoquismo. Al enfermo no hay nada que revelarle que él no sepa. Pero ¿por qué le pasa? Ante “el abismo, la grieta, entre el individuo real y el concepto de la especie [...] no puede hablarse, por cierto, de una herencia directa en el yo.” Pero “el ello no puede vivenciar o experimentar ningún destino exterior si no es por medio del yo”. Tal dificultad solamente puede superarse si el análisis es capaz de procurar al ello una forma de expresión más favorable para el yo. Y no es sino el yo mismo –al coparticipar a la compulsión de repetición en su defensa de las mociones pulsionales que lo amenazan, quien nos enseña el camino.
El asedio pulsional representa una amenaza para la coherencia del yo, el cual se ve obligado a transigir, permitiendo que la pulsión “intervenga” en el mecanismo de represión. Dicha maniobra, en que el yo le da cabida a la compulsión de repetición del ello inconsciente, inactiva el esforzar pulsional poniendo fin a su insistencia interminable. La vicisitud descripta involucra la fuga del yo y el daño sufrido por el ello, que resulta menoscabado. El cambio de estado sufrido por la pulsión al ser fijada hace que, en el caso de advenir a la conciencia, lo haga como representación de un objeto y adquiera la propiedad de ligarse y tramarle al yo sistemas de memoria –reconocedores, que ahorran esfuerzo al trabajo de elaboración psíquica (Green, 1996). La ligadura se solidariza a la fijación para acotar el caos y limitar la angustia al estado puro; “lo actual”. Paralelamente a ser desalojada de la conciencia, la moción pulsional experimenta un cambio de estado: en adelante “se hará entender” como representación de “algo” presente en el tiempo. Pareciera que lo que añora Freud bajo esa expectativa que llama reelaboración { Durcharbeiten } sería justamente este cambio de forma de lo pulsional a lo representacional, del impulso consumado en acción a la alternativa de diferirlo concibiéndole ligazones que “contribuyan a hablar” de la necesidad en juego . La anciana dama no podía hablar de “eso” que la endemoniaba; pero Freud pensaba que él podría haberle dicho “algo”, “capaz de impedirle esa repetición”.
La resistencia decisiva
PROPIEDADES DE LA COMPULSIÓN DE REPETICIÓN. LA CAUSALIDAD EN EL SUCEDER PSÍQUICO. DEL { D RANG } AL { Z WANG }; DE LOS { S CHEMA } A LOS ARQUETIPOS. ¿DE LA COMPULSIÓN DE REPETICIÓN A UNA PULSIÓN DE MUERTE?
La resistencia que Freud más tardó en descubrir fue la compulsión de repetición. Los psicoanalistas todos heredamos esa demora, la cual se debe a que la resistencia de lo inconsciente –como Freud la “rebautiza” en “Inhibición, síntoma y angustia”– debe su hegemonía en el aparato anímico a las propiedades que la ocultan. Su poder, su ubicuidad, su capacidad de pasar inadvertida y lo contingencial de resultar personalizable.
De la vida psíquica, el psicoanálisis ha revelado, aunque parcialmente, innumerables causas eficaces. Pero la explicación de cada una de ellas siempre encuentra un límite. Así, el determinismo etiológico es susceptible del desplazamiento de la significación de una representación a otra. La tramitación de la sexualidad infantil dependiendo de la disposición, el rigor de un ocasionamiento de la realidad externa versus la consolidación del yo, etcétera.
La causalidad es “comprendida” así, por medio de representaciones sustitutivas que cumplen con el rigor metapsicológico de ser defendidas desde los puntos de vista descriptivo, dinámico y económico que el psicoanálisis impone. Pero cuando las mismas “se agotan”, hay un último intento que la literatura psicoanalítica propone: la causa última es la pulsión de muerte.
¿Una pulsión “de muerte”? Vale tener en cuenta que el análisis del componente esencial de toda pulsión –y que es el aspecto funcional que la caracteriza– fue sistematizado dos veces: en un principio fue el { Drang } y en definitiva fue sustituido por el { Zwang } . Lo mismo ocurrió con las consecuencias epistemológicas de los { Schema }: en su sistematización definitiva, Freud apeló a la metáfora arquetipos. Y la obra freudiana ofrece otros muchos ejemplos.
La idea –entonces– de una especificidad pulsional cuya meta se desentienda de la alternativa activa-pasiva y se proponga con un fin que se confunde con un principio (Tánatos), quizá sea consecuencia de otro enfrentamiento más entre la concepción funcional de un acto psíquico y el término escogido para su lugar en la nosografía.
En consecuencia, resulta muy llamativa la dificultad que se presenta para discernir las propiedades que Freud le conjetura a la pulsión de muerte, con las que se desprenden de la hipótesis freudiana de la compulsión de repetición en su condición de pura resistencia del ello. Ambas contienen un anhelo de retorno y la tenacidad del querer alcanzar, ambas expresan la necesidad de mutar su rango virtual por una realización, ambas son expresión incoercible de lo arcaico, y ambas conducen a un desenlace producto de las tensiones entre la necesidad del ello, el domeñamiento siempre parcial del yo y la inconsciencia de culpa y condena por parte del superyó.
La responsable de la necesidad de reelaboración es la compulsión de repetición 30
La compulsión de repetición se le impuso a Freud a lo largo de todo su pensamiento. El desarrollo de la primera tópica consignó las primeras aproximaciones al concepto: su vinculación con el Edipo, la actitud del paciente en análisis, y la hipótesis de formar parte de toda pulsión.
El reposicionamiento teórico de la segunda tópica reclutó los apuntes preliminares para enfrentar el desafío de conjeturar una fuerza que impera en lo inconsciente con independencia absoluta del principio de placer-displacer y desentendida de la coherencia yoica. De esta segunda etapa de la construcción de la hipótesis contamos con apuntalamientos de “Mas allá del principio de placer”, la nota agregada al historial de Emmy Von N. en 1924, y la estatura conceptual definitiva que le otorga Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” al considerar a la compulsión de repetición, la resistencia de lo inconsciente. 31
25Freud, S., Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925]), en O.C., Vol. XX, AE, p. 149.
26Compulsión de repetición.
27Freud, S., Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925]), en O.C., Vol. XX, AE, p. 150.
28{ Durcharbeiten } en el original alemán; Working-trough en la Standard Edition; Perlaboración en algunos textos franceses.
29Freud, S. (1914). Recordar, repetir, reelaborar, O.C., Vol. XII, AE, p. 157.
30Freud, S. (1925[1924]). Inhibición, síntoma y angustia, O.C., Vol. XX, AE, 1989, p. 150.
31Giménez Noble, F., Compulsión de repetición , eXel Publishing (2014) recorre el camino freudiano invitando al lector a jerarquizar huellas más tenues –pero no menos firmes–, de la intuición de Freud en su descubrimiento de la compulsión de repetición. Intercambios epistolares e historiales tempranos, contribuyen a conjeturar las conexiones conceptuales a veces de apariencia diversa. También explora los contextos en que esta fuerza aparece ora como causa, ora como efecto, reconducible, en algún caso, a lo inconsciente y otras, en cambio, confundida con el destino.
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