Por lo demás, dados sus menguados y prácticamente insignificantes recursos económicos, las obras benéficas o caritativas, realizadas por los masones, difícilmente tienen una trascendencia pública. En la mayoría de los casos se vieron limitados a socorrer individualmente a familias indigentes o a miembros de la orden que por distintas razones se encontraban en apuros económicos. Así, en los siglos XVIIII y XIX, el reparto de limosnas de pan o la organización de rifas para fines benéficos eran prácticas habituales en el seno de las logias, aunque también se realizaban para conmemorar algún acontecimiento importante. 52
1.3. El liberalismo y la masonería colombiana y su papel en la implantación de la beneficencia
A partir de la década de los treinta del siglo XIX en Francia e Inglaterra y de la de los cuarenta en España, se abrió camino y se hizo realidad la idea que el progreso de la civilización y la industria implicaban importantes costos sociales. Se configuraron entonces dos tendencias irreconciliables frente al desarrollo del catolicismo: la liberal, que pensaba que el pauperismo, la nueva miseria, era un tributo que exige el proceso civilizador; la socialista y comunista, que proclamó la lucha de clases y la revolución social como medios para terminar con la explotación del hombre por el hombre, por lo que la economía social se presentó como el mejor amortiguador de la lucha de clases. 53
La pequeña y mediana burguesía, representada por médicos, filántropos, higienistas, economistas, alienistas y otros reformadores sociales, muchos de ellos vinculados a la masonería, se propusieron mediar en la guerra social imprimiendo unas obligaciones que sirvieran de lenitivo a las duras condiciones de vida de los trabajadores. Simultáneamente, propusieron una tutela diversificada de las clases populares que evitara las insurrecciones, las epidemias, los baños de sangre, y redujera y neutralizara su peligrosidad social. 54
En la Nueva Granada esas ideas fueron trasladadas. En un primer momento, entre 1845 y 1849, durante el primer gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera. A continuación, en el gobierno de José Hilario López, entre 1849 y 1853, con la implantación de las reformas de medio siglo. Además de ser oriundos de Popayán y amigos de infancia, ambos habían combatido en las guerras de Independencia, aunque luego militaron en diferentes bandos, Mosquera en el de Bolívar y López en el de Santander, los dos se vincularon a la masonería. Mosquera ingresó a la logia Los Hermanos del Sur de Popayán en 1821, a los 23 años, alcanzó el grado 33, más adelante jugó un papel fundamental en el crecimiento de la hermandad; López lo hizo en 1834, a los 36 años, en Cartagena, en la logia Hospitalidad Granadina, alcanzó el grado 18, posteriormente, a partir de 1849, fue aceptado en la recién erigida logia Estrella del Tequendama N° 11, de Bogotá, como miembro honorario. 55
En torno a las tendencias de concebir el desarrollo del capitalismo, hubo muchas discusiones y enfrentamientos, entre liberales y conservadores, mediando siempre la Iglesia católica. En todo ello la masonería neogranadina tuvo siempre un papel protagónico importante, simultáneamente la beneficencia, poco a poco, fue ganando un espacio.
En efecto, entre 1849 y 1867 los diferentes gobiernos liberales, emparentados con la masonería, no se interesaron mayor cosa por promover la beneficencia, aunque en los nombres de las logias aparecían palabras relacionadas con ella: filantropía, amistad, hospitalidad, caridad, y sus estatutos y principios consagraban actividades acordes. Lo político y lo ideológico marcaron, desde las primeras logias formadas durante la Gran Colombia, 56lo que de alguna manera fue una característica de la masonería colombiana, a diferencia de, por ejemplo, España, donde la masonería a partir de 1820, originariamente había tenido, ante todo, un fin caritativo y filantrópico, solo pasado algún tiempo fue que se convirtió en un instrumento político. 57
En el territorio de la actual Colombia, hasta 1867, la situación no había variado mucho desde la Colonia: las labores de caridad eran adelantadas por las comunidades religiosas y por algunas sociedades promovidas por la Iglesia católica. No obstante, en el imaginario de algunos masones neogranadinos existían ciertas inquietudes respecto a la relación entre la masonería, la caridad y la beneficencia. De hecho, en las tenidas, no solo neogranadinas, sino de otros lugares del planeta, siempre fue recursiva una palabra mágica: la caridad masónica, considerada como el lazo de unión de la humanidad. 58
Es así como, el 24 de junio de 1850, Salvador Camacho Roldán definió la masonería, entre otras, como
la caridad es la única esperanza de los millones de desgraciados que pueblan la tierra… Caridad, igualdad i amor, he aquí, hermanos míos, los sentimientos que debe inculcar en nuestros corazones i deben ser el norte de nuestra conducta allá en el bullicio de la sociedad profana, como acá en la tranquilidad de este recinto… este taller [debe estrechar] entre nosotros los dulces lazos de fraternidad i amor sincero con que hemos jurado unirnos para siempre, i nos de valor i perseverancia para continuar en la ardua tarea de civilización que hemos emprendido. 59
El mismo día, José María Samper proclamó que “la masonería es la República por excelencia, fundada en todas las naciones… la libertad, la igualdad i la fraternidad son los tres grandes pensamientos de la democracia i la masonería… la masonería, casi como un segundo Cristo, vino a realizar esos bellos principios redentores para procurar el bienestar de las sociedades”. 60
O como en 1862 lo hizo Mosquera al constituir la Orden Redentora y Gloriosa de Colombia.
De hecho, cuando a partir de 1849 se vincularon varios jóvenes abogados a la hermandad, lo hicieron, entre otras cosas, porque para entrar a una logia bastaba tener una buena condición económica y estar dispuesto a pagar las cuotas, que eran elevadas, 61y porque “[la masonería], era una institución altamente humanitaria que trabajaba solamente por la fraternidad, la libertad, la caridad, y la ilustración universales, y la acepte con entusiasmo. La idea de formar una asociación que se extendía a través de los siglos por el mundo entero para hacer el bien, sin distinción de razas, religiones ni gobiernos, halagaba mucho mis sentimientos de filantropía y cosmopolitismo”. 62
En general, a nivel mundial, las logias dedicaron esfuerzos a las labores o campañas benéficas: aportes para ayudar a un hermano o hermanos en desgracia, inauguración de colegios gratuitos para niñas, instalación de escuelas de artes y oficios, establecimiento de sala cunas, inauguración de casas de socorro, fundación de sociedades para extinguir la mendicidad, creación de juntas de socorro para atender las necesidades de la clase trabajadora y de los posibles afectados por las epidemias de cólera. 63En la Nueva Granada, y posteriormente en los Estados Unidos de Colombia, también se dieron ese tipo de labores o campañas, pero poca atención se les ha prestado por parte de la historiografía.
Cada logia administraba un fondo para los pobres, también conocido como de beneficencia. Es así como, desde los comienzos en 1846-1849, la logia Estrella del Tequendama contó con recursos para auxiliar a los necesitados, representados en el tronco de los pobres, que consistía en una limosna que se recogía al terminar cada tenida, cuyo monto se repartía a la salida del templo masónico.
Cuando un masón era investido con un grado superior al 18, siempre se tuvo en cuenta que “el gozo y el bien son expansivos, a reglón seguido, se determinaba sacar del fondo común de beneficencia una suma destinada a una logia, normalmente en la que el masón había sido iniciado”. 64Igualmente, se recolectaban fondos “para socorrer a hijos de viudas y a hermanos pobres en desgracia”, 65que eran repartidos en “secreto, sin ruido y ostentación”. 66Pues, para ser masón, había que demostrar docilidad a las disposiciones sobre la protección recíproca entre hermanos. 67
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