—Voy… voy a llamarle —añadió la joven.
—¿Paul?... Sí, soy yo… Lamento despertarte… ¡Espera, espera!... ¡Déjame hablar!... Esta vez va en serio, sí… tenemos… ¡Que sí, te lo aseguro!... Queremos saber tu opinión… No, mañana imposible, no estaré en la ciudad… Ven por favor…
—¿Y bien? —preguntó Yves mientras la joven se hurgaba la oreja debido a los gritos de Paul.
—Ahora viene.
Ambos se sentaron repartiéndose aquel arsenal de papeles emborronados. Sólo se oía el tictac del pequeño reloj de la cocina. Al cabo de media hora aproximadamente, oyeron los tres golpes y un cuarto. La contraseña. Yves no se atrevía a abrir, creía más oportuno que fuese la joven, evitando encontrarse en primera línea cuando Paul entrase en tromba y echando chispas. Su amigo entró bostezando, con el pelo revuelto y con aspecto desaliñado debido a la premura.
—Hola chicos, espero que las novedades valgan la pena. Sacarme a estas horas de la cama… Por cierto, ¿tenéis un poco de café?
—Toneladas —respondió Corinne yendo hacia la cocina.
—Veamos que tenemos por aquí… —Paul se sentó atusándose el pelo. Su aspecto cansado y adormilado cambió de súbito cuando vio la estrella de David.
—¡Caramba!, esto parece interesante. A pesar de lo intempestivo, habéis hecho bien en llamarme. De repente observó gravemente a sus amigos, tomó un cigarrillo del paquete que se hallaba en la mesa y lanzando unas volutas de humo, preguntó directamente a la joven.
—¿Cuántas personas tienen conocimiento de todo esto?
—Pues… Moreau sabe algo, pero nada en concreto. Él fue quién nos mandó hasta un primo lejano suyo, el rabino Meyerbeek, quien a su vez nos entrevistó con Kurt Timmermans, el cabalista, y… —en aquel momento Corinne cesó de hablar bajando los ojos.
—¡Por todos los santos, y además cabalista! ¿Y porqué no os pusisteis en contacto conmigo desde un principio? ¡Puestos así, podíais hacer fotocopias de la copia y repartirlas por toda Bélgica!
—Te recuerdo que este asunto no te merecía ningún interés y además nos tomabas por unos iluminados, en el sentido más amplio de la palabra. Cada vez que Corinne o yo mismo mencionábamos el tema, tú te lo tomabas a broma. Por ello decidimos investigar por nuestra cuenta y hasta no encontrar algo evidente o como mínimo palpable acordamos no decirte nada.
—Posiblemente mi comportamiento no fuese el más adecuado, pero convendréis conmigo que vosotros en mi lugar, hubiéseis reaccionado del mismo modo. ¿Qué opinión tendríais si uno de vuestros amigos viniera a deciros que encontró un antiguo pergamino con claves, mensajes ocultos y véte a saber cuántas cosas más, eh? Bueno, eso ya no tiene remedio. Son demasiados los que saben del asunto. ¿No habéis caído en la cuenta de que cualquiera de ellos, profesores de facultad, pueden apropiarse de vuestro trabajo y presentarlo como si se tratara de una investigación personal y llevarse los laureles académicos?
A pesar de que en su rostro se reflejaba cierto enfado, Paul cogió por unos instantes la mano de Corinne con afecto y cuando ésta levantó sus ojos la miró fijamente.
—¿Hay alguien más, verdad?
—Pues… al principio yo, bueno… ya me conoces, le comenté algo al profesor Moreau. Era la única persona que me merecía cierta confianza. Tiene un amigo ya retirado, Robert Merrillot, que en su momento fue catedrático de Historia Medieval y como el documento es del siglo xiii, pues… eso. Quedamos en ir a verle a Holanda, pero la cita se pospuso hasta ahora. Lo siento…
Por un momento quedaron pensativos. Paul tenía razón. El ímpetu e incluso la propia ilusión del hallazgo, les había impedido ver las posibles consecuencias y el provecho que otros podrían sacar de todo ello. Habían establecido contactos con personas completamente desconocidas y no era posible conocer en definitiva, cuáles podían ser sus intenciones. A partir de aquel momento, su actuación debería ser extremadamente prudente.
Se sentaron alrededor de la mesa y dejaron que Paul echara de nuevo una hojeada al trabajo de sus amigos. El Hexagrama quedaba bien en evidencia, rodeado por las misteriosas letras que formaban la palabra «tentáculo».
—El Hexagrama o estrella de seis puntas y sus variantes, se encuentra en determinadas fuentes documentales como legajos y manuscritos antiguos, como es el caso —comentó Paul—. El célebre rey Salomón, hijo de David y Bethsabé, se habría servido de un hexagrama hasta su muerte, allá por el año 930 a. de C, para conjurar a los demonios e invocar a los ángeles.
—Eso recuerda algunas de las prácticas mágicas, ¿no es así? —interrogó Corinne muy atenta.
—Así es. Algunos magos se introducen dentro de un círculo con el hexagrama inscrito en él para llevar a cabo sus rituales. En la simbología alquímica, el conjunto se considera formado por cuatro figuras. El triángulo con el vértice hacia arriba, atravesado por un trazo horizontal, representa el Aire. El triángulo que apunta hacia abajo, atravesado a su vez por otro trazo, es el símbolo de la Tierra. Las dos figuras sin trazos, se consideran emblemas del Fuego y el Agua respectivamente. En la filosofía hermética, dicha figura simboliza la síntesis de las fuerzas evolutivas e involutivas, por la interpretación de los dos ternarios. También la tradición hinduista ve en esta imagen el signo de la unión del dios Shiva con su consorte Shakti.
—¡Madre mía lo que uno aprende yendo a la escuela! —exclamó Yves socarronamente.
—Aunque puedas tomártelo a broma, este signo ha sido considerado desde siempre como un símbolo de poder. Para Jung, éstas son imágenes arquetípicas. La fusión de los contrarios que se complementan. La unión del mundo personal del individuo, es decir, el universo temporal del Yo, con la realidad impersonal e intemporal del no-Yo: tiempo y eternidad, el hombre y
Dios.
—Hice bien en no apuntarme en Psicología —interrumpió de nuevo Yves.
—¡Cállate por Dios! Sigue, Paul, sigue —añadió la joven algo molesta.
—Como iba diciendo, esa estrella de seis puntas también representa en su triángulo hacia arriba, la trascendencia del hombre, su abandono de la materia y su espiritualización. En cambio, el que posee el vértice hacia abajo suele representar el descenso del espíritu a la materia, para poder manifestarse y darle vida. También es el descenso a los infiernos, a lo negativo, en definitiva una inversión del signo.
—Hay que ver lo que una estrellita puede representar, jamás lo hubiera sospechado —el carácter de Yves no podía evitar interrumpir de nuevo.
—Es verdaderamente curioso que aquí aparezca la palabra pentáculo, cuando generalmente dicho término es adjudicado a otra estrella, la de cinco puntas denominada Pentalfa. Aquella en la que el ser humano queda inscrito dentro, con la cabeza en el vértice superior, los brazos extendidos en los vértices horizontales y las piernas en los inferiores.
—¿Te extraña entonces que aparezca esa palabra en el dibujo? —preguntó Corinne mientras se removía en la silla, atenta a las explicaciones de Paul.
—Tal vez se trate de la excepción de la regla. En realidad, talismanes, amuletos y pentáculos poseen usos semejantes. La verdad es que la estrella de Salomón se ha denominado desde siempre, Pentáculo de Salomón o Sello de Salomón.
—¿Crees que esta estrella está relacionada con dicho rey o bien se trata del símbolo de Israel también conocido como la Estrella de Sión? —intervino Yves, esta vez seriamente.
—No sé que deciros, no es posible saberlo sin otros indicios.
El humo de los cigarrillos empezaba a hacer mella. Lo que empezó siendo unos débiles y fantasmagóricos hilillos flotantes, ahora se había convertido en una auténtica niebla. A las horas transcurridas, el trabajo del día y la tensión de la investigación, se acumulaba la falta de un sueño reparador. Era ya muy tarde. Yves bostezaba de vez en cuando mientras se frotaba los ojos. Corinne había hecho de nuevo café, también entre bostezo y bostezo. Entretanto Paul, a pesar de que intentaba observar las anotaciones que tenía entre las manos, no podía evitar que su cabeza se tambaleara hacia delante de vez en cuando. De repente, se levantó y se desperezó ostensiblemente fatigado.
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