El buen Pastor, Jesús, está atento a cada uno de nosotros, nos busca, nos encuentra y nos ama; nos lleva a verdes pastizales; nos dirige su palabra, conoce en profundidad nuestros corazones, nuestros deseos y nuestras esperanzas, como también nuestros fracasos y nuestras decepciones. Nos acoge y nos quiere tal como somos, con nuestros defectos y virtudes. Por cada uno de nosotros Él «da su propia vida»: es decir, nos ofrece la posibilidad de vivir una vida plena, sin fin. Además, nos cuida y guía con amor, ayudándonos a atravesar los senderos escarpados y los caminos muchas veces arriesgados que se presentan en el itinerario de la vida.
Quinto rasgo: Medios para alcanzar la auténtica espiritualidad
El quinto apartado presenta un conjunto de medios necesarios para lograr una genuina y sincera espiritualidad sacerdotal (PO 18-21). Lo que podemos llamar la vida según el Espíritu. La espiritualidad sacerdotal se debe ejercer en la Iglesia misterio, comunión y misión. Muchas veces pensamos que podemos encontrar otros medios más sencillos, más humanos, más al alcance de todos y de gran calidad para el ejercicio de este objetivo; sería un falso desafío a la sabiduría y santidad de la Iglesia que en el transcurso de tantos siglos nos ha ido marcando y no ha dejado de proponernos el ideal para conseguir lo que estamos llamados a ser. Se exige una unión vital con Cristo: Permaneced en mí y yo en vosotros. Estos medios se desarrollan con cierta profundidad en otro apartado de este escrito.
Interesa afirmar que hay que afianzar estos instrumentos para no decaer. Los momentos de muchas crisis sacerdotales que hemos podido comprobar a lo largo de nuestra vida se han debido al olvido, al abandono y al desinterés de estos medios como si ya se hubiese conseguido la meta y no tuviésemos necesidad de acudir a ellos. Es fácil que el corazón se vaya llenando de otros sucedáneos que originan falta de interés y se pierde todo el entusiasmo del amor primero.
Entre los medios empleados —dice Mons. Palmero Ramos en su libro 10 claves del Hno. Rafael para vivir el evangelio— de cara a ayudar a las comunidades, cuyos miembros viven unidos a Dios, en entrega generosa de amor, en oración y sacrificio por el mundo, contamos con doctrinas espirituales sólidas, que ofrecen con periodicidad autores de plena garantía doctrinal. Al lado del magisterio pontificio, que ocupa siempre el lugar preferente, se ofrecen trabajos con incesante constancia.
Los temas de espiritualidad sólida enriquecen igualmente la formación espiritual de personas que tratan de vivir, en el mundo, una espiritualidad recia siguiendo los pasos de Jesús en otros estados y profesiones. El libro Perlas Marianas en San Bernardo, de Damián Yáñez Neira, el mayor impulsor de los estudios cistercienses en España, escribió gran cantidad de trabajos en libros, revistas y trabajos en colaboración. Durante su estancia en el monasterio de San Isidro de Dueñas, fue compañero de san Rafael Arnaiz Barón, enriquece el bagaje y prolonga la trayectoria. San Bernardo ha contribuido a fomentar en la Iglesia la devoción mariana de todos los tiempos ¿Quién no conoce las cuatro homilías del Santo Abad sobre las excelencias de la Virgen Madre, pronunciadas en su juventud? Había contraído una enfermedad grave, de la que tardó mucho tiempo en recuperarse. A duras penas lograron los monjes que se descargara del gobierno de la comunidad, cumpliendo las prescripciones médicas que le impusieron. En ese tiempo de convalecencia, se dedicó el Santo a preparar tratados, llenos de suavidad y mansedumbre que comunica a todas las personas piadosas.
Se recorren, además, muchas de sus homilías pronunciadas en las principales festividades del Señor y de la Señora. Los retazos seleccionados constituyen verdaderas Joyas de espiritualidad. No son otra cosa que las vivencias del trato íntimo que un gran monje y maestro de monjes tuvo con la Señora del cielo.
José Martínez-de Toda, gran experto en los medios de comunicación, nos dice que en la Iglesia se ha estudiado mucho la espiritualidad cristiana y sus diversas escuelas de espiritualidad: benedictina, franciscana, de jesuitas…; donde primero se usó el término fue en Francia. El enfoque usado aquí es el de la espiritualidad dentro de una comunidad de fe, que responde a una revelación aceptada como normativa. En general «espiritualidad» se entiende como una existencia religiosa comprometida. El elemento más importante de esta espiritualidad con compromiso de fe es la experiencia personal de Dios.
La espiritualidad cristiana es la forma en que una persona, que está animada por la presencia viva y por la acción del Espíritu de Cristo, reacciona y actúa habitualmente de acuerdo con Él. Además de este enfoque paulino de espiritualidad cristiana, hay también otros enfoques muy diversos entre sí. La diversidad mayor se dio entre protestantes y católicos, especialmente en lo relativo a gracia/obras, palabra/sacramento, y eclesiología. La espiritualidad católica actual se deriva del Vaticano II.
La espiritualidad surge del encuentro de la experiencia con la gracia de Dios. Este encuentro es un contacto vital que nos impacta, nos marca y trata de transformar nuestra vida. El contacto puede ser algo personal con Dios, con personas de Dios, con libros, música, filmes, programas de los medios, eventos y cosas que se refieren a Dios. El test de una espiritualidad es una vida integrada con amor y obras.
Teniendo en cuenta los medios de que disponemos parece que podemos hablar de tres tipos de espiritualidad entre los católicos: la institucional (son leales a la doctrina de la jerarquía), la pneumática (están preocupados por el propio crecimiento del Espíritu) y la de los religiosos/as, sobre todo la de los miembros de vida contemplativa.
La espiritualidad debe tener en cuenta algunos contextos: a) el económico: en donde existen situaciones de verdaderas pobrezas; b) el cultural: las nuevas tecnologías y los modernos cambios y c) el religioso: representa el encuentro de tres grandes tradiciones.
Sexto rasgo: Consagración y misión para la acción apostólica
El decreto PO subraya el ser y el actuar del sacerdote. En ellos podemos encontrar líneas de actuación relacionadas con la entrega del buen Pastor y, por tanto, con los ministerios ejercidos en su nombre y en su Espíritu, lo que supone estar en línea de entrega (PO 1), en armonía entre consagración y misión (PO 2), para dedicarse totalmente a la acción apostólica (PO 3). Son necesarios energía, perseverancia y valor para emprender las obras que el Señor nos inspire y llevarlas adelante cueste lo que cueste. Preparación y formación. Oración y trabajo. Devoción sólida a Jesucristo, conocimiento, amor, imitación a la Santísima Virgen María. Amor personal al Papa y a la Santa Iglesia. Veneración y servicio al episcopado... Hay que notar que la misión de la Iglesia y de cada uno de nosotros no se funda en una necesidad transitoria, ni en ideas de actualidad, sino en la necesidad permanente de la Iglesia, según los tiempos y lugares, y en la idea eterna y celestial de la caridad de Cristo.
Es necesaria la adaptación a las necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos y lugares. Prudencia y mucha caridad. Hechos consumados. Sencillez, astucia, sagacidad para vencer al enemigo. Energía, perseverancia y valor para emprender las obras que el Señor nos inspire y llevarlas adelante cueste lo que costare. Adaptarse no significa sentirnos cómodos con todo aquello que se pueda ir introduciendo en la Iglesia, sino tratar, en todo momento de hacer que la Iglesia se perfeccione a pesar de sus muchas limitaciones por causa nuestra, de cada uno de nosotros los cristianos miembros pecadores de esta Iglesia en su realidad visible.
Durante el Concilio, en el proceso de elaboración de los capítulos V y VI de LG, se expresaron dos corrientes doctrinales que sintéticamente pueden concretarse del siguiente modo: para unos Padres Conciliares, los religiosos son una estructura dentro de la Iglesia pero no estructuran la Iglesia; para otros Padres, no sólo son una estructura, sino que son un elemento esencial y constitutivo de la misma, teniendo en cuenta que en la Constitución divina de la Iglesia entra a formar parte no sólo el elemento jerárquico, sino también el elemento carismático.
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