Por último, Curiel se refiere a la obra que Alfonso Reyes escribió en España y que incluye entre la obra mexicana por los temas que aborda, como ejemplos señala “El Suicida”, “Visión de Anáhuac” e incluye algunos fragmentos en su ensayo. Reyes, como lo muestra Curiel, con su obra y con su correspondencia nunca se ausenta de México por lo que debe contársele dentro del ambiente intelectual de la época.
Itzel Rodríguez Montellaro, cierra esta publicación con el artículo “Justicia y Constitución de 1917: el programa mural de José Clemente Orozco en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (1940-1941)”. Se trata de un ciclo pictórico compuesto por las obras tituladas: Las riquezas nacionales, Movimiento social de los trabajadores o La Lucha de los trabajadores y La Justicia. Uno de los conjuntos pictóricos del artista más controvertidos en su momento, por su crítica descarnada a la impartición de justicia en el país. De acuerdo con el análisis de la autora sobre la recepción de esta obra en la actualidad, su interpretación es parcial pues se deja de un lado solo la explicación global de la encomienda inicial de referirse a la constitución de 1917 y dos de sus más sonados artículos: el 27° y el 123° constitucional, y también, explica Rodríguez se saca la dimensión humanista y universal a la que eleva el pintor el sentido último de la justicia.
El texto se desarrolla en función de aclarar esta aparente contradicción entre el furor en la opinión pública que levantó la obra de Orozco en su inauguración y su lectura actual parcializada. La autora parte de considerar las condiciones generales de la relación entre el arte público y el poder político, que en el caso de Orozco, es de inicio delicada ya que quien lo contrata inicialmente y le da todo su apoyo, es el General Lázaro Cárdenas, pero la obra concluye en la administración de Manuel Ávila Camacho. Este mural recibió severas críticas sobre todo de los propios ministros de la Suprema Corte, por el lapidario sentido crítico que siempre distinguió al arte Orozquiano, y la preponderancia y visibilidad que se le da a su obra al designarle los muros de uno de los espacios más transitados del edificio: la escalera principal que desemboca al vestíbulo de la Sala del Pleno y la Primera y Segunda salas de Audiencia. Como consecuencia del descontento que causó el mural, bajo el gobierno de Avila Camacho se canceló el contrato, y de los 400 m2 que se debían pintar sólo se concluyeron 132 m2.
El segundo punto al que se refiere Itzel Rodríguez, trata de las contradicciones entre la densidad del mensaje y la expresión plástica del conjunto mural, y las expectativas de los usuarios del edificio, del público en general y del propio artista de que la obra fuera “legible y clara para el espectador”. A pesar del propósito inicial de Orozco de responder a la vocación didáctica del muralismo como una forma de arte público, fundamentada en símbolos claros, refe- rencias alegóricas familiares, accesibles al espectador común. Su obra sigue generando confusiones o lecturas recortadas.
Dice Rodríguez que Orozco, en estricto sentido, se ocupa en estos murales de la temática que se le solicitó, a saber: La Justicia y la Constitución política promulgada en 1917. Describe que en el tablero oriente, el artista se refiere de manera particular a los artículos 27° y 123° y en los tableros norte y sur del mural, alude a la Justicia, “castigando al que viola la Ley y al que se burla de ella”.13 Además las pinturas fueron de gran actualidad al referirse a dos cuestiones centrales del momento: la expropiación petrolera, de 1938, y el protagonismo del contingente obrero en el escenario político social. Cuestiones que no sólo le daban visibilidad al gobierno sino que registraban para la memoria pública, un hecho trascendental que hizo suyo el partido de Estado a la vez que una política pública que marcó entonces la vida laboral del país.
Como señala la autora, el artista cumple con el papel de concretar en el mural su reflexión sobre los acontecimientos políticos sociales y económicos del cardenismo; expresa su postura ético estética frente a hechos puntuales que rebasan el mandato constitucional. El mural de Orozco en su carácter de arte público, cumple con la obligada función de referirse a grandes temas, éticos, históricos, sociales y para ello hace referencia a nociones como patrimonio, riqueza, soberanía y trabajo conceptos con larga historia en el pensamiento jurídico, político e intelectual mexicano, así como en el imaginario colectivo.
La serie pictórica de Orozco busca transmitir un mensaje universal con “la centralidad del drama existencial del ser humano” e ir más allá de lo local inmediato o “anecdótico”. Por consiguiente, dice Rodríguez es lógico que se “apueste a la alegoría en sentido moderno”, es decir, como una forma de retórica que alcanza un valor poético en la ambigüedad, la indefinición y la complejidad significativa”.14
En las siguientes secciones del artículo, Itzel Rodríguez aplica parte de las anteriores consideraciones para describir e interpretar los paneles que conforman este ciclo mural. Al respecto, refiere que Orozco se vale de la alegoría y las referencias a los grandes mitos occidentales para darle una proyección universal a uno de los asuntos medulares de la constitución de 1917: La justicia. Cabe resaltar, para el caso de la representación del art. 27° el contraste “la gran plasticidad del texto constitucional en su enumeración de los bienes nacionales, con la interpretación plástica y conceptual que hace Orozco de ésta en este panel, en el que lo que aparece es “un sombrío paisaje que incluye una visión del suelo y el subsuelo” que propone una idea de la degradación humana a partir de la sucesión de las edades”, derivada de la mitología greco latina. Rodríguez también se detiene en la significación de un gran animal que reposa sobre el suelo, presumiblemente un jaguar, cobijado por un paño tricolor, el cual, al parecer, defiende y protege las riquezas nacionales.” Itzel descifra y describe esta alegoría pictórica con la que Orozco busca transmitir como artista una visión crítica y cuestionadora de las riquezas naturales y el uso que se les ha dado. Alejada de las expectativas del público y los patrocinadores del mural, el artista revierte “la noción económica de riqueza”.
A continuación, la autora analiza los murales ubicados en los muros norte y el sur de la Sala donde “conviven dos figuras retóricas, satírica y alegórica: la primera inspirada en la caricatura política de principios de siglo, que postula una crítica puntual y concreta”.15 Con personajes torvos participando en actos criminales o atemorizados, tratando de huir del castigo. En la otra alegoría se recurre a la iconografía griega para representar la justicia y la ley, pero en el mismo tono caricaturesco antes señalado.
En el análisis de la trama alegórica sobre la justicia en relación con el texto constitucional de 1917, la autora identifica una alusión al código legal representado por numerosos libros y fojas amontonadas en libreros o que son llevados en las manos de ministros, magistrados y jueces mostrados con rasgos caricaturescos. Esto junto a la alegoría bíblica de Jehová lanzando su rayo fulminante sobre el malhechor, de esta manera, se establece el contraste entre la justicia de los hombres y el ideal inalcanzable y, muestra que ante la imperfección de la ley, a veces inscrita sólo en papel por la corrupción de sus ejecutores, se ejerce la justicia fuera de un sistema legal pero dentro de una lógica de restitución moral. Itzel Rodríguez, contrasta la idea que Orozco plasma en sus murales de la justicia y la ley, con el encumbramiento de estas virtudes en los discursos oficiales del momento.
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