Enrique Garcés de los Fallos - Cartas desde el abismo

Здесь есть возможность читать онлайн «Enrique Garcés de los Fallos - Cartas desde el abismo» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cartas desde el abismo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cartas desde el abismo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

"…tirada en cualquier sitio en donde dejo deambular mi muerte, mientras espero papelinas que aborten cualquier sentimiento de vida…" esta premonitoria frase es el portal que nos conduce a ser testigos de una senda de amor, drogas y destrucción.Nos adentramos en la mirada de Javier, un psicólogo que recibe cartas de María, su antigua alumna y paciente a la que le une un vínculo muy especial. Va observando con impotencia la espiral irrefrenable que lleva a María al abismo, donde ni siquiera el amor podrá salvarla. Sentiremos el mágico Uruguay (Punta del Este, José Ignacio, Montevideo…) tan lejano que no podremos salvarla, tan cercano que viviremos en nuestra piel las emociones que atrapan en una espiral de destrucción irremediable.

Cartas desde el abismo — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cartas desde el abismo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

enero de 2018

A veces cuando siento la necesidad de hablar de mí, se me ocurre empezar señalando esa edad maldita, que va apoderándose de mi vida a pasos agigantados. Es entonces cuando asumo que cumplí los 50 años hace tiempo. Otras veces, creo que es mejor presentarme de acuerdo a mi profesión, pues soy en buena medida el resultado de ello. Psicólogo, profesor de Universidad. Mi labor terapéutica ha ocasionado que, en innumerables ocasiones, los problemas de los pacientes hayan calado hondo en mi quehacer diario, en mi forma de pensar, lo que me ha empujado a distanciarme de ellos para no sufrir, y eso mismo me ocurría con María.

Ahora que lo pienso, quizás la mejor manera de decir quién soy sea esa, desde la amistad que nos une. No un amigo cualquiera, sino el amigo que se fue creando conforme superábamos fases, o eliminábamos capas de una relación que sabíamos compleja. Cuando la conocí con 17 años, era una joven que comenzaba sus estudios. Su primera clase fue en mi aula.

Así quiso el destino que fuese nuestro primer encuentro. A veces pensamos que hablar de un primer y siguientes encuentros no tiene sentido una vez que se dio el primero. No es verdad, porque ella es similar al río Guadiana, que aparece y desaparece, siguiendo su esquivo curso. Cada vez que María se cruzaba en mi vida suponía un nuevo encuentro, diferente al primero, sin la continuidad requerida en cualquier relación de amistad. La nuestra se afianzaba a través de saltos irregulares.

Tras ser alumna de mi asignatura, empezó a contarme diferentes problemas que le afectaban en su vida cotidiana. De repente, me vi ante una niña que no era tan niña, o ante una mujer que, no siéndolo del todo, aparentaba una madurez no acorde con su edad. Me equivoqué. No era una niña, era una mujer joven, inmadura, llena de complejos, de conflictos que la atenazaban en sus relaciones personales, en especial en las más íntimas, sin tener claro qué senda continuar.

Hizo falta una primera vez para que ella se sincerara conmigo, me planteara todas sus dudas, e intentara convencerme de que necesitaba mi ayuda para resolver su futuro más inmediato. Desde mi perspectiva nunca fue una relación profesional, porque nunca fue constante en sus citas como paciente, lo que hizo casi imposible establecer una intervención específica. No existía una relación contractual de por medio, ni siquiera hablábamos de terapia en sentido estricto. Un día, conversando con ella, después de estar varios meses sin tener noticias suyas, fiel a su impulso viajero, descubrí que nos habíamos adentrado en la tercera fase, la de la amistad. Me lo mostró ella, con la belleza propia que solo pueden ofrecer personas con el alma limpia.

—¡Qué a gusto estoy contigo! Parece que nos hubiésemos visto hace unos días —se mostró muy alegre.

—Es verdad, y eso que ha pasado más de un año desde la última vez que estuviste aquí.

—Es bonito. Al principio venía nerviosa a tu despacho, a ver al profesor, con lo que eso impone a una adolescente.

—Lo recuerdo —sonreí.

—Después no creas que fue mejor. Eras mi psicólogo, sabía entonces que me esperaba una buena bronca cada vez que nos veíamos.

—Mujer, una bronca…

—Merecida —interrumpió más con su sonrisa que con las palabras—. ¿Sabes en qué noto ahora la diferencia, Javier?

—¿En qué?

—En los abrazos. En el temblor que siento en mi cuerpo durante los primeros segundos, que es el tiempo que tarda el alma en reconstituirse entre tus brazos, y la serenidad que me inunda al final del mismo —hizo una pausa mirándome con la dulzura que ella podía trasmitir—. ¡Claro! Ahora somos amigos y nos queremos.

Desde esta perspectiva entendí lo que necesitaba de mí. Que la escuchara. Tenerme en cualquier momento. Había pasado por ser querida, amada, utilizada, abandonada, arrastrada por las miserias que existen en lugares, donde los más jóvenes creen encontrar la paz y felicidad, que viene servida en dosis, en papelinas o recubierta en una hierba que promete saciar grandes anhelos. En esa fase se encuadra el momento en el que sucedió el contenido de estas páginas.

Sabía que existía una fase más, no intenté cruzarla, mi destino se dibujó con tanta amargura que no me dejó ver más allá o, quizás, fuese este el que quiso jugar conmigo cartas más profesionales, menos lúdicas, con menos carga de placer, sin ninguna aportación de sentimientos, tan profundos como el amor.

Amor y amargura.

Amargura, porque ese era el estado en el que estaba desde que había perdido la mujer con la que decidí caminar mi vida. Existe por ahí un Gigante, acerca del que canta el grupo musical Maldita Nerea que, en efecto, la arrasó, me arrasó y arrastró hacia un limbo en el que ignorar hasta el sentido de las cosas. No terminé de perder la conciencia de lo que suponía vivir, porque unos hijos que sacar adelante no permitían esa clase de dispendios emocionales.

Con esa melancolía la recibí cuando atravesábamos esa nueva capa de nuestra relación. Buena parte de ella se canalizó, se sublimó como dicen mis colegas, en otra amargura, aquella que empezó a provocarme un ser tan joven. Apenas alcanzaba los dieciocho años. Alguien especial, que había dejado escapar su belleza interna, ignorando cuáles eran los límites de su oscuridad. A pesar de ello, lo lúgubre dejaba de tener sentido cada vez que ella me sonreía y me acogía en sus brazos.

El primer abrazo me regaló las claves para valorar lo existencial del contacto humano, ese que puede superar cualquier dimensión conocida. No sabría describirlo, cuando llegaba a mi despacho, a la cafetería, o al restaurante donde quedábamos para seguir hablando, viviendo la sensación de su cuerpo unido al mío, más allá de lo físico, convirtiéndose en realidad, en luz, en futuro.

No sé a qué tuve miedo. ¿Por qué no crucé esa última línea que nos separaba?

Pasados estos años tengo la absoluta certeza del poder, de la magia que envuelve el encuentro entre almas que se cruzan en el transcurso de sus propias soledades. Varios segundos sin hablar, quizás un minuto, solo abrazados. Después aparecerían las sonrisas, los diálogos, los secretos, las confidencias, los enfados, las disculpas y la reconciliación, cuando nuestras almas se reconstruían a través de ese abrazo iniciático. Un abrazo deshecho en el miedo a no hacer lo correcto.

Provocó en mí un cambio. Me hizo sentir bien. María desprendía vida, me la regalaba con su presencia. Sin embargo, la relación con ella fue dura. Nunca dejé de exigirle los planteamientos más fuertes, más intransigentes, más contundentes que encontraba, en una lucha inútil contra sus excesos de alcohol y drogas. Inútil porque era imposible hacerle ver el daño que ella misma se provocaba ante consumos que disfrazaba de placer, a los que no quería renunciar porque su libertad le impedía claudicar. Consideraba que los demás intentábamos imponerle nuestros criterios. Cuando incidía en el malestar, no ya físico, sino psicológico, me encontraba con una barrera donde prefirió mantener su aparente solidez, aunque esta le condujera por senderos esquivos, cargados de suciedad, antes que aproximarse al bienestar que intentaba, de manera irracional, lograr para ella.

Fue absurdo intentar comprender su mundo desde la simpleza del mío. Pensar que sería suficiente con argumentar acerca de los efectos negativos del consumo de drogas. Debía haber tocado su alma para entenderla, quizás entonces razonaría a favor de horizontes más bellos. Siempre me he preguntado si, a pesar de indagar tanto en su vida, lo hice bien. A tiempo desde luego no lo logré.

Mientras, nuestra relación continuaba. Pude descubrir que, más allá de sus abrazos, existía una sonrisa de color azul celeste, o azul mar, no sabría definirlo bien, que enmarcaba momentos de felicidad, menos de los que hubiese deseado, en los que ella me cautivó, me sedujo y me dejé orientar a través de su alma. Puede parecer extraño, pero esa sonrisa fue para mí la llave de la comprensión, la que me indicaba en cada momento el estado emocional que predominaba, la necesidad que me transmitía sus deseos, incluso los más ocultos, por dónde marchaba la senda que intentaba crear en su vida.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cartas desde el abismo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cartas desde el abismo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Cartas desde el abismo»

Обсуждение, отзывы о книге «Cartas desde el abismo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x