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© Enrique Vásquez H., Franklin Ibáñez B., Pedro Mateu B. y Javier Zúñiga A.
De esta edición:
© Universidad del Pacífico
Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141
Lima 15072, Perú
Los números de la felicidad en dos Perúes
Enrique Vásquez H., Franklin Ibáñez B., Pedro Mateu B. y Javier Zúñiga A.
Asistente de investigación: María Alejandra Vera Reyna.
1.ª edición: enero de 2021
Diseño de carátula: Ícono Comunicadores
ISBN ebook: 978-9972-57-459-7
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2021-01094
Disponible en fondoeditorial.up.edu.pe
BUP
Vásquez, Enrique
Los números de la felicidad en dos Perúes / Enrique Vásquez H., Franklin Ibáñez B., Pedro Mateu B. y Javier Zúñiga A. -- 1a edición. -- Lima: Universidad del Pacífico, 2021.
278 p.
1. Pobreza -- Perú
2. Pobreza multidimensional -- Perú
3. Índice de pobreza -- Perú
4. Felicidad -- Aspectos sociales -- Perú
5. Felicidad -- Aspectos económicos -- Perú
6. Bienestar social -- Perú
I. Ibáñez, Franklin
II. Mateu, Pedro
III. Zúñiga, Javier
IV. Universidad del Pacífico (Lima)
339.46 (SCDD)
La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.
Derechos reservados conforme a Ley.
Introducción
Durante décadas, las medidas de ingresos nacionales como el PIB y el PIB per cápita, o los agregados macroeconómicos, han sido utilizadas con el propósito de medir el éxito de un país (Yew-Kwang, 2008). Sin embargo, existe un creciente consenso sobre que estas medidas pueden resultar insuficientes para reflejar el desarrollo o bienestar de las personas y sociedades. Es por ello que se ha venido desarrollando otros indicadores para analizar y medir el bienestar de la población. Al respecto, se pueden mencionar el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), la línea de pobreza, los índices de déficit de ingesta calórica y también indicadores más amplios en el sentido de que incorporan varias dimensiones humanas. Entre estos últimos, que reflejan y sintetizan más de una dimensión, pueden destacarse el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, el Índice de Pobreza Multidimensional (Alkire & Foster, 2011), el Índice de Felicidad (Helliwell, Layard, & Sachs, 2012), entre otros. Este último refiere a un término cercano a las expectativas y sentido común de las personas reales: ¿cómo se ha llegado a la felicidad?1
Cada vez que se pregunta sobre el bienestar de una población, la respuesta que usualmente se obtiene es una cifra macroeconómica como el PIB, medida indicativa del éxito de un país (Kapoor & Debroy, 2019). Por ejemplo, el PIB per cápita peruano ha alcanzado US$ 6.947 al año 2018, un 2,025% más que el año previo y con perspectivas de continuo crecimiento (Banco Mundial, 2019). Por otro lado, en una década, el país ha logrado pasar de una tasa de pobreza del 42,4% a una del 20,5%, es decir, la pobreza monetaria se ha reducido a la mitad (INEI, 2019a). ¿Cómo se traducen estas cifras en términos de verdadero bienestar? ¿El incremento del PIB per cápita realmente mejora la calidad de vida de las personas?
El crecimiento económico solo genera desarrollo si impacta directamente en el bienestar de los ciudadanos (PNUD, 2017) sin excepción y en igualdad de oportunidades (Vásquez, 2020b). A pesar de sus buenas cifras, el Perú sigue careciendo de elementos cruciales para un verdadero desarrollo sostenible. Tal y como lo plantean los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es necesario erradicar el hambre, brindar salud y educación de calidad para todos, perseguir la igualdad de género y exigir a nuestros gobernantes transparencia y honestidad en sus gestiones (ONU, 2015). Observemos un contraste. Los habitantes de regiones como Pasco reciben salarios mensuales de aproximadamente S/ 1.055,7, cifra muy por encima de la línea de pobreza2. Sin embargo, dicha población presenta grandes carencias en servicios básicos como acceso a un sistema de agua y desagüe, así como falta de oportunidades educativas y atención médica (INEI, 2017e, 2018c). El desarrollo minero de la región ha contribuido con grandes cantidades de dinero, pero también ha propiciado el desarrollo de enfermedades crónicas entre los pobladores (Palacios, 2017). Dada la evidencia, ¿podemos realmente afirmar que el ingreso es la mejor forma de medir y promover el bienestar de una población? La respuesta es no.
De acuerdo con esto, el análisis del bienestar no puede limitarse a mirar el ingreso monetario. Es más, bienestar es un concepto que abarca atributos psicológicos, afectivos, sociales y de satisfacción vital de cada uno de nosotros (Dodge et al., 2012). Por ello, más allá de la larga historia de los indicadores económicos como señales de bienestar en la población, cada vez son más quienes se suman al vehículo de la búsqueda de nuevos índices de este tan ansiado bienestar (Kapoor & Debroy, 2019; Ng, 2008).
Los autores decidimos fijarnos en un anhelo hondo e histórico de la humanidad: la felicidad. Entonces, ¿cómo mejorar la vida de las personas de manera efectiva si no es por medio del aumento en el ingreso? Países como Bután o los Emiratos Árabes Unidos han posicionado a la felicidad no solo como objetivo de Estado sino también como razón de intervenciones gubernamentales (United Arab Emirates, 2019; Ura et al., 2012). Sin embargo, el Perú aún se mantiene ajeno a esta nueva visión de bienestar y es, de acuerdo con el último Informe mundial de la felicidad, el segundo país más infeliz de Sudamérica (Helliwell, Layard, & Sachs, 2019).
Pese a que, según todas las cifras oficiales, el país ha crecido económicamente y se ha reducido la pobreza, la ubicación en el ranking de felicidad parece desalentadora. ¿No será que hay algo propio que está sucediendo en el mundo de los más pobres y que los instrumentos oficiales no están captando? Dado que el crecimiento económico ha sido desigual, podría intuirse que este no redunde en un aumento de felicidad, o que, incluso, en el peor de los casos, la reduzca para el extremo pobre del país, el cual terminará sintiéndose más distante y relegado respecto del sector privilegiado.
Esta situación presentó un problema para el equipo de investigadores y coautores del presente libro. Decidimos investigar cómo se vive la felicidad en los extremos sociales del Perú y qué variables la afectan. Este objetivo académico podría a la larga convocar un debate con diferentes sectores de la población e incluso informar políticas públicas. Por ello, a partir de los trabajos de Hills y Argyle (2002), desarrollamos una versión ad hoc (Mateu, Vásquez, Zúñiga, & Ibáñez, 2020a) de su índice de felicidad para aproximarnos a dos estratos muy particulares del Perú: los muy pobres y los muy ricos. Es así que el objeto de estudio de este libro se reduce a dos grupos muy delimitados de peruanos: los habitantes de los cinco distritos más pobres y de los cinco distritos más ricos, según una escala de pobreza monetaria del INEI (2015b). Entre estos dos Perúes existen no solo distancias monetarias sino también geográficas, culturales, entre muchas otras más. Por ejemplo, los pobres corresponden al Perú rural y alejado, mientras que los ricos habitan guetos dentro de ciudades fundamentalmente costeras de usanza occidental3. El trabajo de campo, encuestas y entrevistas, se realizó entre agosto de 2017 y marzo de 2018. Se abarcó poco más de 500 hogares pobres y poco más de 400 hogares ricos4.
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