Omraam Mikhaël Aïvanhov - La alquimia espiritual
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
LA ALQUIMIA ESPIRITUAL
Traducción del francés
ISBN 978-84-948177-8-6
Título original:
l’ALCHIMIE SPIRITUELLE
© Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es
I
Dulzura y humildad
(Jesús entre los dos ladrones)
“Conducían, al mismo tiempo, a dos malhechores que debían ser ejecutados con Jesús.
Cuando llegaron al lugar llamado Cráneo, le crucificaron allí, así como a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús dijo: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Se repartieron sus vestiduras, echándolas a suertes.
El pueblo estaba allí, y miraba. Los magistrados se burlaban de Jesús diciendo: Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo, si es Cristo, el elegido de Dios! Los soldados también se burlaban de él; se acercaban y le ofrecían vinagre diciendo: Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!
Encima de él había esta inscripción: Éste es el rey de los judíos.
Uno de los malhechores crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres Cristo? ¡Sálvate y sálvanos! Pero el otro le reprendía y decía: ¿No temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Para nosotros es justicia, porque recibimos lo que han merecido nuestros crímenes; pero éste no ha hecho nada malo. Y le dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. Jesús le respondió: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso...”
San Lucas 23: 32-44
Todas mis conferencias tienen como tema esencial el ser humano, y éste será también, nuestro tema de reflexión, esta tarde, pero desde otro punto de vista que en las conferencias precedentes. Lo que os diré será muy sencillo y, al mismo tiempo, muy complejo, porque tendremos que interpretar símbolos.
Para la ciencia materialista el ser humano está compuesto únicamente de materia (células, moléculas, átomos), no es otra cosa más que su cuerpo físico. Mientras que la ciencia espiritual enseña que, más allá del cuerpo físico, el hombre posee también lo que la religión cristiana llama el alma y el espíritu. No me detendré en las diferentes divisiones que han sido propuestas por todos aquéllos que han meditado sobre el psiquismo humano. Hoy adoptaremos la que dio Jesús cuando dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento y con toda tu fuerza...” Estas palabras indican que, para Jesús, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu son los cuatro principios de nuestra vida psíquica. Porque la palabra “fuerza ” concierne al espíritu; según la Ciencia iniciática, únicamente el espíritu posee la verdadera fuerza. Si queremos encontrar también estos cuatro principios en el sistema de los hindúes, que es también el de los teósofos, diremos que el corazón designa el cuerpo astral, el alma el cuerpo búdico, el intelecto el cuerpo mental, y el espíritu el cuerpo causal, que está relacionado con el cuerpo átmico (la fuerza). Estos cuatro principios juntos habitan en el cuerpo físico.
El corazón y el alma son los vehículos de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y de nuestros deseos; pero mientras que el corazón es la sede de los sentimientos y de las emociones ordinarias ligadas a los instintos, a las codicias y a las frustraciones, el alma es la sede de las emociones y de los impulsos espirituales y divinos. Es en el plano búdico donde se sitúa el amor puro, desinteresado, que hace que el hombre sea capaz de hacer sacrificios y que le impulsa a unirse con todos los seres superiores del universo.
Entre el intelecto y el espíritu existe la misma relación que entre el corazón y el alma. El intelecto, el cuerpo mental, es el vehículo de los pensamientos y de los razonamientos ordinarios, que sólo apuntan a la satisfacción de las necesidades materiales, de los intereses egoístas. Al contrario, el cuerpo causal (que está relacionado con el cuerpo átmico) es el principio del pensamiento y de la actividad puramente espirituales, creativos.
El corazón y el alma no son más que un mismo y único principio, el principio femenino, que reparte su actividad entre una región inferior, el corazón o plano astral, y otra región superior, el alma o plano búdico. El intelecto y el espíritu también son un principio único, el principio masculino, que se manifiesta en las regiones del plano mental y de los planos causal y átmico. Veis, pues, cómo trabajan en nosotros los dos principios, masculino y femenino, que utilizan cuatro vehículos: el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu. Estos dos principios y estos cuatro vehículos habitan en una misma casa: el cuerpo físico.
Para aclarar más esta cuestión, que sigue estando todavía oscura para mucha gente, os daré una imagen muy sencilla cuyas correspondencias son perfectamente exactas. Imaginaos una casa en la cual viven el dueño y la dueña, con un criado y una sirvienta. Sucede, a veces, que el dueño de la casa se va de viaje y deja a su mujer, que se queda ahí, triste y lánguida, esperando el regreso de su marido. Pero cuando el marido vuelve cargado de regalos hay una gran fiesta en la casa. A veces, el dueño y la dueña de la casa se van juntos a hacer un largo viaje; al encontrarse el criado y la sirvienta solos y sin vigilancia, deciden aprovecharse de esta libertad: empiezan a explorar los armarios, en los que descubren provisiones, botellas de vino, etc. Y como es más divertido ser muchos para hacer festines, invitan a vecinos y vecinas… Tras una noche de orgía, hay, evidentemente, algunas mesas tumbadas y algunas botellas, y hasta algunas cabezas, rotas. Cuando vuelven los dueños se horrorizan ante el espectáculo; naturalmente, reparten castigos, vuelven a arreglar la casa y a poner orden en todo.
Interpretemos ahora esta pequeña historia. La casa es el cuerpo físico; la sirvienta es el corazón; el criado es el intelecto; la dueña de la casa es el alma, y el dueño de la casa el espíritu. A menudo el espíritu nos abandona y nuestra alma llora y se lamenta; pero cuando el espíritu vuelve aporta inspiraciones, una abundancia de luz. Cuando el alma y el espíritu se van de viaje, el corazón y el intelecto se precipitan para hacer juntos todas las tonterías que pueden, en compañía de otros corazones y de otros intelectos. Ahí tenéis el origen de todos los desórdenes y los conflictos en el mundo.
Si queremos profundizar más en esta pequeña imagen, descubriremos en detalle los papeles respectivos del corazón, del intelecto, del alma y del espíritu. Por ejemplo, la sirvienta está, más bien, dedicada al servicio de la dueña de la casa, mientras que el criado se ocupa del dueño; pero, evidentemente, el criado y la sirvienta pueden actuar juntos contra el interés de sus dueños. Los dueños son diferentes de los servidores, por su vida, su conducta, sus preocupaciones; y no siempre les confían los secretos de su trabajo o de sus proyectos. De esta manera, el alma y el espíritu actúan sin revelar sus intenciones al corazón y al intelecto. Pero si, por su conducta irreprochable, la sirvienta obtiene la confianza total de su dueña, el alma, ésta le habla a veces de sus proyectos, de su felicidad, del amor que ella siente por su esposo, el espíritu. Entonces, la sirvienta, el corazón, se llena de gozo debido a estas confidencias. Igualmente, si el criado obtiene, gracias a su trabajo, la confianza de su dueño, éste empieza a hacerle revelaciones, y el criado, el intelecto, ve las cosas más claras, es más lúcido. Pero para que eso suceda es preciso que la sirvienta y el criado vivan juntos en perfecta armonía al servicio de sus dueños. Si están en desacuerdo y lo que el uno desea es lo contrario de lo que desea el otro, perturban el trabajo de sus dueños. Esta imagen tiene combinaciones y aplicaciones múltiples sobre las que debéis meditar, porque todos los estados de salud o de enfermedad, de felicidad o de sufrimiento, pueden explicarse por la existencia de estos cuatro habitantes de la casa del hombre.
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