La presencia del sol os aporta la luz y también el calor. Durante toda la vida, las personas tiritan, tiritan: “Tengo frío, nadie me ama, necesito amistad, afecto”, y todos buscan un poco de calor en las mujeres o en los hombres. Qué queréis, ¡para calentarse se arriman unos a otros! Pero el verdadero calor no se encuentra en esta clase de acercamientos, porque en cuanto cesan un poquito, de nuevo vuelve el frío y tiritan como antes.
No, mis queridos hermanos y hermanas, las cosas no son así. Para poseer el verdadero calor debemos introducir el sol dentro de nosotros. Hará tanto calor que sudaréis y hasta os veréis obligados a desnudaros completamente. Evidentemente, esto es algo simbólico, significa que conoceréis la verdad. Sabéis bien que se dice: “Ver la verdad desnuda...” Actualmente las personas son como los esquimales, están tan congelados que se arropan con tupidos abrigos de pieles de donde les sale apenas la nariz. ¿Cómo queréis que se conozcan, que vean su belleza y manifiesten su amor? Hace demasiado frío, no hay sol, es decir, no hay amor. Cuando venga el sol calentará y vivificará tanto a los seres ¡que se verán obligados a desnudarse, simbólicamente hablando! Verán su rostro, su belleza, su esplendor. Estarán liberados. Porque la liberación es eso: ser vivificado.
Alegraos de tener semejantes condiciones y de poder venir cada mañana a la salida del sol para saciar vuestra sed, para calentaros, aligeraros, liberaros. Sí, en mi opinión el Surya-yoga supera a todos los demás yogas, porque os permite practicarlos todos juntos aquí, a la salida del sol, y sentís el efecto favorable del calor, de la luz, de la pureza del aire. Y si no habéis obtenido resultados con los demás yogas que son difíciles, os queda al menos una cosa: el sol os ha calentado, os ha acariciado e incluso os ha dado unas pepitas de oro. Aunque no hayáis obtenido resultados, el sol os ha magnetizado, os ha curado, os ha colmado con todos los bienes. Rezáis, meditáis, respiráis y, al mismo tiempo, ¡sois ayudados por el sol!
Bonfin, 31 de julio de 1967 (por la mañana)
1“Y me mostró un rio de agua de la vida”, Parte XI, cap. 2: “Las raíces de la materia: los cuatro Animales santos”.
2El lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. III: “El círculo (centro y periferia)”.
II
Cómo captar los elementos etéricos contenidos en el sol
Al mirar el sol, nuestra alma toma la forma del sol
El sol es el origen de todos los planetas, todos han salido de él, por eso podemos decir que todo lo que existe aquí, en la tierra, como elementos químicos, como sustancias minerales o vegetales, ya existe en estado sutil, etérico, en el sol. Ahora, la cuestión es saber cómo captar esos elementos, en particular cuando queremos remediar las enfermedades, las deficiencias. Sí, porque es necesario que el hombre se habitúe a tomar en las regiones sutiles lo que necesita. Cuando siempre buscamos remedios abajo, en el plano físico, sin hacer ningún esfuerzo para elevarnos, no ganamos nada en el plano espiritual: nos volvemos perezosos, nos apoltronamos, porque lo tenemos todo al alcance de la mano; ni siquiera nos desplazamos, llamamos por teléfono o mandamos a alguien a la farmacia... Es mucho más provechoso hacer el esfuerzo de remover todo nuestro ser para ir a buscar estos elementos, estas quintaesencias, arriba, en el plano etérico.
La medicina oficial no conoce aún los elementos etéricos que son a la vez más sutiles y más eficaces que todos los que ha descubierto hasta ahora. La medicina piensa actualmente que las glándulas endocrinas, con sus secreciones, son las que gobiernan todo el organismo. No, no son las glándulas endocrinas las que juegan el papel esencial: son otros factores, en el plano astral y en el plano mental, los que gobiernan, desencadenan y dirigen el funcionamiento de las glándulas endocrinas. Porque, para que una glándula endocrina segregue demasiado, o muy poco, y produzca anomalías en el organismo, sin duda debe haber una causa. ¿Y dónde se encuentra esta causa? La Ciencia iniciática responde: en el ámbito de los pensamientos y de los sentimientos.
No estoy de acuerdo con la medicina materialista que cree que la salud del ser humano depende exclusivamente de la cantidad de vitaminas o de hormonas que absorbe. En realidad, existen en los planos astral y mental otros factores más poderosos que excitan o perturban el organismo, y es ahí donde hay que armonizarlo todo y ponerlo todo a punto, en vez de ocuparse únicamente del cuerpo y de buscar siempre las causas de las enfermedades en el plano físico. Estas dos regiones, astral y mental, en donde se forman los pensamientos y los sentimientos, todavía no han sido exploradas ni dominadas, y desde ellas se proyectan los elementos nocivos que van a perturbar después los otros aparatos: las glándulas endocrinas, el sistema nervioso, el gran simpático, los ganglios... Hay que ir a buscar, pues, mucho más arriba las causas de las enfermedades y sus remedios. Poco a poco la ciencia los descubrirá.
Hace unas décadas los médicos decían: “Si tomáis todos los días tanto de prótidos, tanto de lípidos, tanto de glúcidos y tanto de sales minerales, tendréis tantas calorías y estos os proporcionarán tantas energías...” Y todo el mundo creía que eso bastaba para tener buena salud, hasta el día en que la medicina se puso a hablar de unos elementos más sutiles e imponderables: las vitaminas. Entonces ¡todo el mundo se atiborró de vitaminas! Pero un Iniciado, en cambio, no tiene necesidad de ocuparse de calorías ni de vitaminas: en sus trabajos espirituales logra elevarse hasta muy arriba para captar otros elementos todavía más sutiles y necesarios que se encargan de ordenar y de ponerlo todo a punto en su organismo, incluso la asimilación de las mismas vitaminas. Además, el descubrimiento de las glándulas endocrinas y el misterio de su funcionamiento, prueba que a la medicina le quedan aún otros campos más sutiles que explorar.
Por eso nosotros insistimos tanto en la calidad de los pensamientos y de los sentimientos: porque los pensamientos y los sentimientos son unas fuerzas que ponen en marcha ciertos centros sutiles, los cuales actúan, a su vez, sobre las glándulas endocrinas, sobre el sistema nervioso y, después, sobre todos los demás sistemas, y de ello se deriva un estado de equilibrio o de desequilibrio, de orden o de desorden. Actualmente, algunos investigadores trabajan en esta dirección, pero no son escuchados. Sin embargo, pronto la medicina se verá obligada a admitir oficialmente sus conclusiones, y sólo se estudiarán estos factores sutiles que son el pensamiento y el sentimiento: se crearán nuevas ramas de estudios con laboratorios y técnicas especiales, y todos reconocerán que la Ciencia esotérica tenía bases sólidas y verídicas. Mientras tanto, se burlan de ella.
Ahora os diré cómo podéis tomar las partículas etéricas que el sol envía a profusión cada mañana. En realidad es muy sencillo: ni siquiera hay que saber qué elementos restablecerán vuestra salud, eso no tiene ninguna importancia. Os esforzáis solamente en subir... en subir con el pensamiento hasta las regiones más sutiles: allí os exponéis, esperáis... y entonces vuestra alma y vuestro espíritu, que son unos químicos y unos médicos muy competentes, que conocen exactamente la naturaleza de todas las sustancias etéricas, captan lo que os es necesario y dejan a un lado todo lo demás. Os concentráis, esperáis con amor, con sumisión, con alegría, con confianza, y, un tiempo después, cuando volvéis, sentís que algo se ha restablecido, serenado, reforzado.
Poco importa, pues, si de momento no conocéis la naturaleza de estos elementos. Puedo deciros, en pocas palabras, que esos elementos se encuentran en el prana. El prana es una fuerza viva, es la vitalidad que viene del sol y que el hombre respira con el aire y absorbe con todas sus células. Si queréis, podemos comparar el prana con el agua, un agua que fluye de las altas montañas, como un río que contiene muchos elementos nutritivos para los peces, así como para los animales y los hombres que viven en sus orillas. El prana es un río que viene del sol hasta nosotros, y debemos extraer de él, mediante la respiración y la meditación, los elementos que necesitamos.
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