Omraam Mikhaël Aïvanhov - Los esplendores del Thiferet

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"Cuando nos concentramos en el sol, que es el centro del universo, nos acercamos a nuestro propio centro, a nuestro Yo superior que es nuestro sol;nos fusionamos con él y poco a poco llegamos a ser como él. "Pero concentrarse en el sol, es también aprender a movilizar todos nuestros pensamientos,todos nuestros deseos y todas nuestras energías para la realización del más alto ideal. El que trabaja para unificar la multitud de fuerzas caóticas que tiran de él en todos los sentidos, con el fin de lanzarlas en una única dirección, una dirección luminosa y saludable, se convierte en un foco tan poderoso que es capaz de irradiar a través del espacio. Sí, el hombre que llega a controlar las tendencias de su naturaleza inferior, puede beneficiar a toda la humanidad, y se vuelve como el sol. Vive en una tal libertad, que ensancha el campo de su conciencia a todo el género humano, al que envía toda la sobreabundancia de luz y de amor que brotan de él… «Es necesario que haya cada vez más, en la tierra, seres capaces de consagrarse a este trabajo con el sol, porque sólo el amor y la luz transformarán a la humanidad».

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Todas las criaturas, pues, se ven obligadas a tener una casa, una envoltura. Hasta los espíritus muy elevados tienen una “casa” que transportan consigo, lo mismo que nosotros transportamos nuestro cuerpo físico, y gracias a la cual pueden manifestarse. Esta casa está hecha, por supuesto, de una materia extremadamente sutil, pero sin ella desaparecerían en el océano cósmico, en la luz primordial, dejarían de tener existencia individual. Cuando decimos “espíritu puro” es una forma de hablar, porque un espíritu puro no puede existir en el terreno de la manifestación, de la polarización: vuelve a fundirse en el océano cósmico. Para poder manifestarse necesita un cuerpo, es decir, un vehículo o, si queréis, una “mujer”. ¿Os sorprende? Pues no, mis queridos hermanos y hermanas, el cuerpo físico es nuestra mujer, y a través de él hacemos intercambios con el mundo exterior, podemos trabajar, manifestarnos y expresarnos de todas las formas posibles. Cuanto más sublime es el espíritu que se manifiesta, tanto más su cuerpo, es decir, su vehículo, la materia que lo envuelve, es tenue, sutil, luminosa, hasta el punto que los dos, espíritu y materia, se confunden; pero en realidad el espíritu y la materia siguen siendo dos polos diferentes, porque, si no, no habría manifestación.

Así que hay seres que habitan en el sol. El sol todavía no es la suprema manifestación de la Divinidad; incluso existen soles mucho más grandes que el nuestro, mucho más poderosos, mucho más luminosos, pero en nuestro universo, nuestro sol es el más grande y el más próximo a la Divinidad. El sol es un mundo en el que habitan unos espíritus de un poder tal que ni siquiera podemos hacernos una idea; estos espíritus son fuego, luz... pero ellos también tienen su cuerpo como una morada en la que poder habitar. El sol posee una organización, una estructura, unos compartimentos, pero en un estado tal de sutilidad y de luz que no se puede distinguir nada. Si fueseis clarividentes, comprenderíais que las clasificaciones, las divisiones del mundo invisible son análogas a las del mundo físico. El mundo físico no sería lo que es si no hubiese tenido su origen y su modelo en el mundo divino. Pero el mundo divino, de momento, encuentra su mejor expresión en el sol, que es, para nosotros, su mejor imagen, lo que más nos acerca a él. Claro que el mundo divino no está limitado al sol, está fuera de él, más allá, por encima de él, es infinito, indecible, pero el sol es para nosotros su mejor representación.

Quizá todavía no llegáis a comprender lo que os revelo, pero llegará poco a poco, volveremos sobre estas ideas y al final tendréis unas nociones muy claras y verídicas. Yo vivo continuamente con todas estas verdades que el Cielo ha querido revelarme; me las ha dado para que os las distribuya y las comparta con vosotros, porque en el nuevo mundo que se crea habrá un nuevo tipo de hombres que tendrán otros puntos de vista, otras concepciones. Sin estas grandes verdades, el hombre nunca llegará a reflejar el mundo divino, a expresarlo, a manifestarlo y a presentarlo a los ojos de los demás. Por eso hay que construir ahora unos sistemas filosóficos nuevos a partir de elementos y de materiales nuevos. Ahí tenéis estos materiales, os los doy: vais a construiros nuevas casas, a forjaros nuevas concepciones, a vivir unos estados de conciencia nuevos, y sentiréis entonces que entráis en el mundo divino, en un mundo de esplendor, de belleza, de gozo, de felicidad, de inteligencia, de libertad.

Todo hombre posee por lo menos dos moradas en el plano físico: su cuerpo y su casa, pero posee también otras casas en los otros planos: astral, mental, causal, etc. Antes de dejar a sus discípulos, Jesús les dijo: “Hay varias moradas en la casa de mi Padre... Voy a prepararos un sitio allí...” 15 Quería decir que la casa de su Padre es todo un mundo con compartimentos, o pisos si queréis, y que cada ser, cualquiera que sea su grado de evolución, ya está preparado, predestinado a habitar en el lugar que le corresponde; allí cada uno recibe una vivienda apropiada según las cualidades y virtudes que haya desarrollado. Así, el hombre que ha trabajado con la pureza está predestinado a vivir en un apartamento que corresponde al esplendor, a la extensión, a la belleza de esta virtud en él. Al que ama la ciencia, la sabiduría, la filosofía, le dan un apartamento con bibliotecas y laboratorios en los que va a poder hacer investigaciones, reflexionar, escribir. Sí, ¿cómo podéis pensar que la Inteligencia cósmica, tan previsora y generosa, ponga a alguien a quien le gusta leer y escribir en una vivienda en la que no hay ni papeles, ni libros, ni lápices? ¡Sería espantoso! La sabiduría y el amor divinos prevén para cada uno aquello que le corresponde. Y a los que aman la música, a los que quieren cantar y tocar, no les pondrán en las bibliotecas, en donde se aburrirían, sino que les darán estancias llenas de instrumentos de música y de partituras. Y así sucesivamente, con los pintores, los bailarines, los poetas... ¡No creáis que la Inteligencia divina es tan avara y estrecha que quiera apiñar a todo el mundo en el mismo establo!

Esto es lo que Jesús pensaba cuando decía: “Hay varias moradas en la casa de mi Padre”, porque conocía todas estas leyes de correspondencia, todo este reparto de las moradas en el mundo divino. La casa del Padre es vasta, inmensa, y Dios ha pensado en dar mucho espacio a cada criatura... Así que no os inquietéis, no seréis molestados por el ruido de los vecinos. Pero primero preparaos como es debido, porque sin preparación no podréis ir allí donde todo es vasto, suntuoso, grandioso, rico y bello. Si uno no está preparado será enviado a un mundo estrecho donde todos se apretujan como renacuajos... Sí, un lugar ¡de una estrechez!... Como el Infierno de Dante... Porque la extensión, la dilatación, son atributos del mundo divino, mientras que la estrechez, el apretujamiento, la contracción, son características del Infierno.

Jesús sabía, pues, que cada uno recibe una morada según las cualidades, las virtudes con las cuales ha trabajado. Preguntaréis: “Y si alguien tiene todas las cualidades a la vez: la pureza, el amor, la bondad, la inteligencia, la voluntad, la luz, la paz, entonces ¿dónde habitará?” ¡Ah, qué curiosos sois! Pero la cuestión está resuelta de antemano: la Inteligencia cósmica ha previsto eso y ha preparado para este ser un alojamiento, una morada que lo abarca todo, que lo contiene todo... ¡Y aquéllos que puedan ir enviarán a los demás buenas noticias!

“Hay varias moradas en la casa de mi Padre...” ¿Veis cómo descifra la Ciencia iniciática el significado profundo de las palabras de Jesús? Han sido publicadas, citadas, repetidas desde hace 2.000 años, pero nunca se ha dicho lo que eran estas moradas del mundo divino. Y ahora ya no os resultará ni raro ni extraño si os digo que existen moradas, hasta en el sol.

Sí, los espíritus que habitan en el sol, con toda su luz, con toda la intensidad de su amor y la riqueza de su vida que propagan por todas partes, también tienen habitaciones, no están amontonados unos sobre otros. Todos son luminosos, cálidos y vivificantes, pero todos son distintos en su expresión, sus cualidades, sus actividades, todos están clasificados según su función, su misión. Hacen un trabajo extraordinario en todos los planetas, se unen para enviarnos bendiciones, pero todos son distintos: no son los mismos los que nos envían el calor que los que nos envían la vida y que los que nos envían la luz... Además, esto no es todo, el sol difunde también, sobre la tierra y los demás planetas, unas corrientes de energía desconocidas todavía. De momento, los hombres sólo conocen la luz que ven, el calor que sienten y la vida que penetra en ellos, pero estos son unos conocimientos demasiado limitados, incompletos, e incluso burdos. Algún día la ciencia descubrirá que el sol envía otras corrientes, otras radiaciones, otras emanaciones que no son tan fáciles de captar. Cuando se den cuenta de ello, empezarán a evolucionar, porque para captar estas energías, estas bendiciones, será preciso desarrollar otros centros, otros aparatos que hay dentro de nosotros, que se llaman chacras, lotos.

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