Cada día vemos un reflejo, una imagen sublime, perfecta, de la Santísima Trinidad y, si sabemos trabajar con este modelo, nuestra pequeña trinidad puede llegar también a ser santa. Podemos repetir cuanto queramos las palabras de Cristo: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”, pero nunca hemos visto al Padre, no sabemos cómo se manifiesta, cuáles son sus vibraciones, sus colores, su poder, y todo esto se queda en teoría. El sol nos da una pequeña idea de lo que es el Padre Celestial, nos explica que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno, inseparables. Si los distinguimos es para comprenderlos mejor, pero en realidad son uno, los tres son uno. En la Cábala, 1 es 3, y 3 es 1. En el hombre, igualmente, el intelecto, el corazón y la voluntad nunca están separados: están unidos, caminan, galopan juntos. El intelecto hace proyectos y el corazón le ayuda, le anima: “¡Venga!, ¡estoy contigo!”, y la voluntad galopa para realizar estos proyectos. Y vemos a los tres que corren, corren... A veces, al contrario, es la voluntad la que arrastra a los demás y el hombre se rompe la crisma, porque el intelecto se ha quedado en la cola. Por mucho que grite: “¡Esperadme, cometéis un error!”, la voluntad replica: “¡Cállate. Tú no sabes nada!” Sí, ¡los tres tienen unas discusiones formidables!... Pero esta trinidad todavía no es santa.
Para que nuestra trinidad se vuelva santa, debemos tomar al sol como modelo y tender hacia él para llegar a ser luminosos, cálidos y vivificantes como él. Claro que es imposible llegar a conseguirlo, pero este trabajo está en la línea de la Iniciación. En vez de quedarnos estancados en unas nociones viejas e inútiles, es preferible ir cada mañana a la salida del sol y tener el ideal de parecernos a él. Existe, ya os lo dije, una ley de mimetismo según la cual toda criatura se parece, con el tiempo, al medio en el que se encuentra. Si el hombre mira a menudo y durante mucho tiempo al sol, si lo comprende, si lo ama, si se deja penetrar por sus rayos, se vuelve poco a poco semejante a él. E incluso, si sabe condensar sus rayos, acumularlos, hacer reservas de ellos en el plexo solar, en el sistema simpático, puede utilizarlos luego a lo largo de toda la jornada y ser infatigable. Es toda una ciencia, todo un aprendizaje el que hay que hacer, y aquéllos que lo han tomado en serio reciben bendiciones cada día.
Mis queridos hermanos y hermanas, ¿veis todo lo que puede enseñarnos el sol? Algún día, a fuerza de contemplarlo, de meditar sobre él, estaréis armados para atacar a vuestros enemigos, a los enemigos que tenéis dentro de vosotros mismos, les desalojaréis y la Santísima Trinidad vendrá a establecer su morada en vosotros.
Bonfin, 2 de agosto de 1967
10La nueva tierra – Métodos, ejercicios, fórmulas, oraciones, Obras completas, t. 13, cap. IX: “El sol”, y Meditaciones a la salida del sol, Folleto n° 323.
11“Buscad el Reino de Dios y su Justicia”, Parte II: “En la tierra como en el cielo”.
12La fe que mueve montañas, Col. Izvor n° 238, cap. XI: “Dios, la vida”, y cap. XII: “Dios en la creación”.
13“Sois dioses”, Parte I, cap. 1: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
V
Todas las criaturas poseen su morada
El rosario de siete perlas
¿Cómo podemos separarnos de este sol? Mirad esta mañana, ¡qué esplendor!... Somos verdaderamente privilegiados. Cuando veo la rapidez con la que los rayos del sol viajan a través del espacio para venir hasta nosotros – en ocho minutos están aquí – me pregunto: “Pero ¿qué es lo que les impulsa a venir tan rápidamente?” Y entonces descubro que es su amor. Sí, ¡el amor formidable, del que están llenos, les empuja a traernos todos estos regalos! Si no me creéis, id a verificarlo, preguntad allá arriba si es verdad o no. Yo creo que mi descubrimiento es absolutamente exacto: es el amor el que empuja a los rayos del sol a venir tan rápidamente hasta nosotros.
Pero en el origen de este amor, ¿no hay, acaso, otro elemento? Sí, para tener tal amor es preciso que estos rayos hayan ido a instruirse: han estudiado y han comprendido que no hay nada por encima del amor. La sabiduría consiste simplemente en comprender que el amor está por encima de todo. Si los estudios de los hombres no les han conducido a descubrir esta verdad, es porque su inteligencia no es suficiente todavía. Una inteligencia que no llega a comprender que el amor está en primer lugar, que todo debe ser para el amor, con el amor, por el amor, pues bien, todavía no es inteligencia. Los hombres deben comprender ahora que el amor está en el centro de todas las cosas, y que si lo consideran a lo largo de su vida como único móvil, entonces este amor, que posee un calor formidable, se volverá tan poderoso que se transformará en luz e iluminará su inteligencia. Sólo podemos ser iluminados por el amor. Si falta el fuego del amor podemos estudiar y leer todo lo que queramos pero nunca seremos verdaderamente inteligentes y luminosos, porque no poseeremos suficiente calor.14
Diréis: “¡Ah! Esto no es cierto, porque mi amor por tal persona es un amor formidable y todavía no ha brotado la luz...” Bueno, vamos a examinar un poco este amor: si es un amor interesado, personal, si deseáis comer, beber y disfrutar a expensas de esta persona, mientras que ésta se desmorona, se ensombrece y se empobrece, entonces este amor, por cálido, ardiente y apasionado que sea, no puede todavía hacer brotar la luz. Mientras que los rayos del sol en su deseo de vivificar el universo entero, se desprenden del sol, y, a causa de este amor desinteresado, se vuelven luminosos. Estaban en el horno del sol, cociéndose a fuego lento durante un cierto tiempo y, después, un día, se han dicho: “Tenemos que hacer algo, tenemos que salir para ayudar a los humanos”, y gracias a este pensamiento, de pronto, se han vuelto luminosos... Evidentemente, reconozco que mis explicaciones son un poco curiosas y no se parecen a nada de lo que leemos en los libros, pero de todas formas son verídicas.
Además, observaos; cuando experimentáis sentimientos negativos como tristeza, celos, rencor, miraos en el espejo: vuestra cara está apagada, crispada, vuestros ojos no brillan; es como si pasase una nube que os ensombrece. Pero en cuanto os vienen ciertos impulsos, ciertas inspiraciones divinas, de repente brota una luz y resplandece en vuestra cara. Esto lo vemos hasta en las caras de personas extremadamente feas. Por eso yo he sacado la conclusión de que es el amor el que hace que los rayos del sol sean luminosos. ¿Y cómo lo he comprendido? Sabéis cómo encendían fuego los primitivos: tomaban dos pedazos de madera y los frotaban uno contra el otro. Este frotamiento producía primero calor, y después, finalmente, fuego, luz. Así que, primero hace falta un movimiento, este movimiento produce calor y el calor produce luz. Si los rayos del sol son luminosos es porque han sido calentados por el sol, y porque, para ser calentados, se han desplazado, han hecho un movimiento para ir al centro del sol, “al horno”.
Porque el sol es un horno (se trata de una imagen) y, al mismo tiempo, como os decía ayer, es un mundo maravilloso en el que se encuentran ciudades, casas, palacios, montañas... Evidentemente, es difícil que lo aceptéis, puesto que la ciencia oficial todavía no lo ha reconocido. Esperáis a que ella se pronuncie. Pero yo no espero, no tengo tiempo, ¡avanza tan lentamente! ¿Queréis que os dé la prueba de que hay habitantes en el sol? Todos los hombres en la tierra viven en casas, en refugios, o al menos en grutas; todos tienen necesidad de tener un habitáculo y trabajan para procurárselo, lo sabéis, pero ¿sabéis por qué?, ¿sabéis de dónde les viene esta idea?... Simplemente se sienten impulsados a imitar, a reproducir lo que aprendieron antes de reencarnarse, durante los nueve meses de la gestación, cuando trabajaron con el espíritu de la madre para construir su futura casa, el cuerpo físico... un palacio o una choza, según su grado de riqueza espiritual. Antes de que el alma humana se reencarne, se le enseña que para poder residir en la tierra y resistir las condiciones, las corrientes, las intemperies, se verá obligada a construirse una pequeña casa: el cuerpo físico. Y esto no es todo, también tiene necesidad de otras tres casas, una en el plano etérico, otra en el plano astral y otra en el plano mental (y digo tres para simplificar; en realidad hay muchas más).
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